La sociedad del aburrimiento
Es muy curioso esto del aburrimiento. Los seres humanos somos capaces de hacer casi cualquier cosa para huir de él. Incluso, somos capaces de juntarnos con otros, para al menos, aburrirnos en conjunto.
Es realmente divertido cuando un grupillo de muchachos y muchachas sentados en alguna barandilla comiendo pipas manifiestan cosas como:
¿Qué hacemos ahora?
No lo sé. Estoy aburrido.
Ya. Yo también.
Acto seguido despliegan sus teléfonos móviles para buscar algo que les saque del aburrimiento. Y acaban aislándose de los demás, cada cual en su mundo, buscando encontrar algo, cualquier cosa, para escapar del aburrimiento en su pantallita luminosa. Y se aburren buscando algo para no aburrirse. De verdad que, quedar para aburrirse en grupo, es algo que supera con creces cualquier tipo de aburrimiento.
En realidad, el aburrimiento es algo bastante poderoso
Cuando un niño está aburrido, su imaginación puede echar a volar e inventarse mundos mágicos y juegos maravillosos, solo para esquivarlo. Desde este punto de vista, sentir aburrimiento puede resultar un grandísimo estimulante para la creatividad y la imaginación.
El problema es que ya el aburrimiento ha perdido su poder, porque todo nuestro entorno se ha vuelto aburrido. Y lo que es peor: alienante.
Los viejos Situacionistas lo sabían muy bien y lo combatían. En aquellos años 70, tenían muy claro que el mundo se estaba tornando un puro espectáculo irreal para satisfacer a una masa de personas completamente alienada y aburrida. Un producto que vender a una multitud ávida de llenar el vacío que sentían en sus vidas con algo.
Poco queda de aquellos Situacionistas tan críticos con un mundo tan perfectamente ordenado y uniformado que resultaba completamente vacío, despojado de cualquier particularidad, sorpresa o estímulo intelectual. En su lugar, triunfó el espectáculo como dosis para calmar a unas almas tan aburridas que podrían darse cuenta de que sus mentes estaban completamente alienadas.
Lo malo de la sociedad del espectáculo es que era el propio espectáculo desarrollándose a sí mismo. Luces de neón, escaparates lujosos, carteles publicitarios, galerías comerciales… todo prometía un estímulo, una realidad plena y satisfactoria, que luego nunca se cumplía.
El pobre insensato, atraído por el espectáculo cual polilla a la luz, no se daba cuenta que se dirigía sin remisión hacia la muerte cerebral, hacia su propia desaparición como individuo único, para convertirse en numerario de una masa de gente consumidora de espectáculo.
El espectáculo, por supuesto, no cumplía su promesa. Como una especie de droga, la sociedad era alienada más y más, hasta convertirse en una turba ávida de consumir más y más espectáculos, dependiente y servil hasta el punto de formar parte de él. Era abducida por el espectáculo.
Eran todo un espectáculo las damas que acudían a las luminosas galerías comerciales emperifolladas y pintadas como una puerta, con su perrito-patada en una mano y su ridículamente minúsculo bolso en el otro. O la propia masa de gente acudiendo al estadio de futbol, que se convertía en un espectáculo digna de observar en sí misma. Sobre todo cuando se partían la cara unos a otros porque su equipo no había ganado.
Hoy, más de 50 años después, la sociedad del espectáculo ha dado paso a la sociedad del aburrimiento.
Cualquiera tiene hoy infinitas opciones de ocio al alcance de su móvil, pero lo cierto es que ninguna de esas vivencias es real y gratificante. Ninguna conduce a una mayor libertad o a una vida más plena. Ninguna cumple su promesa. Es por eso, que alienados hasta el tuétano, somos capaces de admirar vidas falsas en redes sociales, escribir iracundos mensajes o pasarnos una semana sin salir de casa para ver una maratón de nuestra serie favorita.
Después, llega el vacío. Y tras el vacío el aburrimiento. ¿Y qué hacemos? Buscar nuestro siguiente estímulo como auténticos dependientes, nuestro nuevo 'youtuber' al que seguir, 'influencer' al que idolatrar, o la nueva serie del momento. Todo ello tiene poco de memorable y estimulante. Los olvidaremos por completo pocos días después. Es un vacuo espectáculo, vaciado de contenido real, y que cuando se acaba nos devuelve a nuestras alienadas vidas en las que... tampoco hay nada memorable. Nos hemos convertido en parte del espectáculo efímero y fugaz que consumimos con avidez y luego olvidamos.
No me extraña que, pese a todos los recursos actuales, haya jóvenes que queden para aburrirse en grupo... en la sociedad del aburrimiento.
Estamos rodeados de recursos para no sentirnos aburridos pero aún así lo sentimos.
Precisamente por andar aburrida di con el post de Atandome en Noisecash y ahora con el tuyo aquí en Readcash. Pero al final me di cuenta que no era aburrimiento lo que tenía, sino simplemente un dolor de cabeza por demasiada fuerza que hice al trasladar una cocina 😫... Yo y mis tonterías.