La naturaleza

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1 year ago
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Aquí anochece temprano o no amanece en absoluto, el viento ulula entre las copas de los árboles, que gimen, crujen, chillan, se rompen, todo en gran estrépito, y las bestias y las alimañas y los carroñeros y los pequeños insectos o reptiles venenosos reptan sigilosos o se esconden bajo las piedras o las ramas caídas amontonadas en la tierra musgosa, lodosa, fría, afilada y sobre todo traicionera. Yo me refugio en una estrecha cueva, más bien una madriguera, que he adornado con hojas y flores para tumbarme más cómodamente y poder dormir arropado unas horas al día, aunque suelo dormir más bien de día porque el frío por la noche no me deja dormir y porque tengo miedo de que se cuele en mi cueva que es más bien una madriguera una víbora o un araña o un escorpión, también hay lobos, pero a los lobos no los temo, me temen ellos a mí, en cambio las víboras, las arañas y los escorpiones no me tienen miedo, pues no me conocen ni saben siquiera la especie a la cual pertenezco, mientras que los lobos saben perfectamente quién soy y a qué especie de salvajes tecnológicos pertenezco, aunque yo no tengo ninguna tecnología, pero ellos no lo saben y menos mal, porque si lo supieran, es decir, si fueran capaces de saber que no tengo ningún rifle ni ninguna bomba conmigo, si pudiesen oler mi sangre, aunque todavía no se la creyeran, se arrojarían a devorarme como las bestias hambrientas y malvadas que son, devorarme hasta los huesos, lamer mis huesos tras devorar toda mi carne y esnifar el polvo de mis huesos cuando mis huesos, con el deterioro normal de los años, sean sólo polvo perdido en el bosque, polvo que nadie recuerda ni nadie sueña, sólo polvo perdido, invisible, esparciéndose por el bosque primero y por el universo después.


Vine aquí a este bosque que apenas amanece hará unos tres o cuatro años, en realidad no lo sé, es imposible que lo sepa, pues como no he llevado la cuenta de los días, ni los amaneceres son usuales, sino al contrario, caprichosos, que el sol nada más que sale cuando le apetece, es imposible que sepa cuánto tiempo ha pasado desde que estoy aquí, y en realidad cuatro años me parecen pocos años, si he de juzgar el tiempo transcurrido desde mi llegada a este bosque por la degradación física que he sufrido en este tiempo quizá no tan breve, aunque incluso eso es falaz, porque desde luego que no habría sufrido esa digamos degradación física si hubiese hecho vida tranquila de pueblo o ciudad, porque incluso la ciudad es tranquila comparada con vivir en un infierno rodeado, cercado mejor dicho, por árboles negros, detrás de los cuales siempre hay algún monstruo, alguna bestia, algún depredador esperando devorarte, algún carroñero, alguna alimaña, esperando devorar tu cadáver o sencillamente algún bicho o algún reptil deseando matarte. Los veo a todos ahora mismo escondidos, relamiéndose, todos esperando matarme o que me muera, por alguna razón. Sus ojos estallan en la oscuridad, oscilantes, arden como hogueras silenciosas, tiemblan, y el rugido de sus estómagos hambrientos no me deja nunca dormir. Y lo peor de todo es que yo elegí este infierno y yo elegí luchar o morir devorado, pero morirme entretanto de miedo, de puro miedo a ser devorado o simplemente envenenado por el capricho maligno de alguna araña o serpiente, porque quien diga que la naturaleza es buena o noble o justa no ha conocido nunca la naturaleza, habrá visto fotografías de montañas, de prados, o fotografías de bestias en los libros científicos, e incluso quizá haya pasado dos días en una sierra, eso sí, en su cabaña con aire acondicionado, y habrá salido a dar un paseo y habrá visto un par de aves o pequeños mamíferos y habrá concluido que la naturaleza es buena, noble o justa, pero se equivoca porque la naturaleza no es ninguna de esas cosas ni los animales son inocentes, sino que cada cual, a su modo, cada uno de todos esos animales esperan matarte o que te mueras, porque incluso los que no te matan se aprovechan de tu cadáver, ya sea devorándolo o usándolo como casa o nido o creciendo en torno a él, morirme como digo de miedo no me da la gana, prefiero morirme de odio.


No obstante debo admitir una cosa, la razón por la cual creemos que la naturaleza es buena, noble o justa, y es que en cierto sentido la naturaleza es armónica, tiene un orden, y esa belleza de la armonía nos engaña precisamente para que confiemos en ella y poder jugárnosla. Una liebre muere y un búho se la come, o en seguida millones de insectos, de bacterias, se alimentan de su carne o la utilizan de algún modo, y si esa liebre no se muere, sino que es asesinada, lo mismo da, luego ese cadáver, los restos del cadáver, si es que la ha matado un animal para comérsela, sufren el mismo destino, que es hacer de cena o de nido o simplemente de nutrientes para la tierra, tierra en la que crecerá un árbol, una flor o una planta, árboles con hongos, flores podridas, plantas enfermas de las que se alimentará una gorda vaca fea. Y si vemos los pájaros volar en grupo y en círculo no olvidemos que esos pájaros en su mayoría son insectívoros, y que pájaros más grandes se los comen, pájaros que también mueren, de viejos o asesinados, y esa libertad o libre voluntad de la que disponen es truncada de pronto, con dolor o sin dolor, eso es indiferente, y la tierra, los insectos y las bacterias se alimentan de su cadáver como los pájaros antes de convertirse en cadáveres, en seres inertes, se alimentaban de otros seres vivos. En todo ello como digo hay una especie de armonía, pero que esa armonía no puede ser analizada moralmente, porque no hay moralidad en el crimen de la naturaleza, y toda esa naturaleza sobrevive a base de crímenes, de dolor, de injusticias, de crueldades, porque los animales también se divierten matando, y toda esa naturaleza a grandes rasgos significa muerte, vida y muerte, pero puede existir muerte sin vida, mientras que no existe vida sin muerte, la muerte no depende de nada, porque antes de que existiera la vida estaba la muerte, la muerte está por delante de la vida y está por detrás de la vida, cuando no también en los costados, vigilando, acechando, con los ojos estallando en la oscuridad, como esas bestias que me observan, respirando lentamente, para que no pueda escucharlas, con el ritmo cardíaco descendido, para que no pueda localizarlas.


Dicen que me he vuelto loco pero yo les digo que mi corazón ya no me escucha, y que cuando tu corazón no te escucha sólo hay una cosa que puedes hacer, y es empezar a no escucharle tú a él, existen quienes le gritan a su corazón, quienes lo zarandean, sólo para que su corazón los escuche, yo he visto muchos de esos, en la calle, sobre todo de noche, agarrándose las costillas, gritándole a su corazón, insultándole, zarandeándole, pero cuanto más uno le grita a su corazón más su corazón se hace el sordo, y cuanto más uno zarandea a su corazón más se aferra su corazón a su pequeño hueco en el pecho, de manera que al corazón solo se le puede ignorar cuando no te escucha, porque cuando le ignoras empieza a sentirse solo, te comprende, y vuelve a latir, al principio poco a poco, porque los corazones también hibernan, se funde el hielo que lo rodea y el pecho se le llena a uno de agua, por eso es bueno llorar, porque es necesario expulsar el hielo derretido del pecho, entonces cuando uno siente el hueco del corazón inundado eso es bueno porque significa que el corazón ha derretido su capa, pero en ese momento es necesario llorar porque si no se llora el corazón se ahoga ¿y cómo le va a escuchar a uno un corazón que se ha ahogado? Mucha gente que le grita a su corazón sin remedio no se da cuenta de que su corazón en realidad se ha ahogado y que han sido ellos quienes lo han asesinado, porque por mucho que el corazón te ignore eso no significa que esté bien asesinarlo, y esa gente vive en vano, no sueña, simplemente ambiciona, no pasea, se arrastra, y es imposible que sean otra vez seres humanos, el mundo no les pertenece ya, están acabados, se han aniquilado, destruido a sí mismos. La ciudad está llena de personajes así. Yo era un personaje así. Más o menos así.


Y sin embargo distinto, era distinto porque no es que mi corazón se hubiese ahogado, porque cuando me di cuenta de que mi corazón, en su armario de huesos, no respiraba, no me puse a llorar, llorar siempre me ha parecido injustificado, un acto ridículo, aunque sea bueno, como el berrinche de los niños, cualquier berrinche, llorar sólo llora quien no ha aprendido a hablar, cuando los niños aprenden a hablar dejan de llorar, porque es evidente que llorar es una forma de comunicación, al igual que el habla, pero mucho menos eficaz, puesto que si fuera más eficaz en lugar de hablar como puercos todo el santo día nos echaríamos a llorar sin más. ¿Y qué se expresa llorando? Sólo se expresan sentimientos ambiguos o iracundos, sentimientos ridículos, irracionales, sin sentido ni significado, uno llora porque llora y cuando se cansa de llorar deja de hacerlo. No, no me puse a llorar, pero tampoco recuerdo con claridad qué hice, creo que me clave un puñal en el pecho o algo así, y antes que sangre vi correr el agua, y mi corazón lanzó un gritito, un gritito más ridículo que mis lágrimas, fue tan ridículo que me reí de mi corazón, lo miré con desdén, corazón mío, infeliz, no llores que llorar es un lenguaje más ineficaz de las palabras, eso le dije, con la diferencia que no lo dije claramente porque me estaba riendo mucho, pero algo sin duda le dije, algo ofensivo, porque mi corazón saltó de mi pecho y se fue corriendo a tirarse por un precipicio.


Dolor y placer sólo son extremos en una misma escala, no sentimientos en cualidad distintos. Uno sufre porque la caricia le hizo daño, otro eyacula porque el bofetón fue demasiado suave. Así que cuando un animal me muerde o me mira o me golpeo con una piedra o tropiezo con alguna raíz simplemente pienso que eso me gusta y en seguida me siento mejor, aunque no mucho mejor, sólo justo lo mejor para no gritar, porque gritar es confesar mi posición, y si yo confesase mi posición, es decir, si cometiese ese horrible error, ese estúpido error, ese error catastrófico, a la mañana siguiente amanecería muerto, es decir, que no amanecería, amanecería el mundo sin mí, o más que sin mí, nunca volvería a ver el mundo amanecer. A menudo pienso en ello, qué será cuando no pueda volver a ver el mundo amanecer, no hablo de quedarme ciego, sino de morirme, qué será cuando me muera, cuando me hunda en el tiempo, pase a formar parte de su eternidad, que es la forma suave de llamarle a la nulidad, qué será cuando sea nulo, aunque sé perfectamente lo que será, no porque lo haya experimentado, sino precisamente porque no lo he experimentado, y dado que la muerte no es una experiencia, sólo tengo que aceptar esa perenne incertidumbre respecto a mi destino, la idea de que no puedo imaginar o soñar la muerte, que sólo puedo aceptar mi ignorancia respecto a ella, porque cualquier esfuerzo por descifrarla, por experimentarla, me aparta de ella, aunque por otra parte, experimento la muerte siempre que duermo y no sueño, que es en raras ocasiones, dado que sueño casi todos los días, sueños angustiosos, terroríficos, donde me picotean las aves, donde los lobos se pelean por mi carroña, donde arañas corretean por mi carne, donde larvas corroen los túneles secos de mis venas, pero como no se puede experimentar la muerte, y mis palabras no tienen sentido, no existe forma de que pueda hablar de la muerte en sí, no tengo más remedio que pedir perdón por todo lo dicho y no volver a querer decir nada más sobre el tema, sobre la muerte, porque la muerte no se puede decir, vivir ni comprender, la muerte se ignora o no se ignora, y si no se ignora uno se convierte en lo que la gente de bien suele llamar un perfecto inútil, por suerte, aquí no hay gente de bien ni de ningún otro tipo además de mí, así que no puedo seguir teniendo miedo a sus juicios determinantes e idiotizantes.


Escucho a los lobos aullar al final de la colina, estoy justo abajo de la pendiente y los tristísimos aullidos me llegan como rotos, deshechos, como llenos de grietas, dolor y enfermedades. Sé que la luna está llena al final de la colina porque noto la escarcha de mis huesos, mis huesos siempre se escarchan cuando está la luna llena, y porque los lobos deben estar aullándole a ella, a la luna llena, la luna llena que para mí no significa nada, pero que por ejemplo para los animales más sensibles, como a los lobos, a los perros o los elefantes significa mucho, lo significa todo. Para el hombre significaban mucho las estrellas, como significaba mucho el fuego, hace muchos siglos, ahora no significan nada, no porque no pueda significar nada lo que, al final y al cabo, no es ningún misterio, esto es, una nube densísima y en fuego vivo de hidrógeno más helio y otros gases, sino porque la ciudad está como imantada constantemente por un velo de suciedad y porque el hombre se ha estancado en las ciudades, no necesita las constelaciones para desplazarse sin perderse, para regresar a casa, ahora regresamos a casa gritándonos por teléfono, por eso ahora en lugar de formas mitológicas en el cielo solo vemos cánceres frustrados o sanados, por eso ahora en lugar de hacer grupo en torno al fuego matamos a la gente limpiamente, sin ensuciarnos las manos ni las calles, casi sin matarlos, dejando que se mueran simplemente. Los lobos aúllan, los búhos cantan, las serpientes silban y los seres asesinados gritan, no sólo en mi cabeza, sino detrás de los árboles, porque las matanzas siempre suceden detrás de los árboles, árboles negros, frondosos, de raíces gruesas y que se extienden largamente bajo tierra. Y mientras todo esto sucede yo me aferro a mí mismo, atento a que nada penetre en mi zulo-dormitorio-caverna acolchada, porque como algo penetre, aunque sea una pequeña mosca, estaré en peligro, porque si penetra una mosca también puede penetrar una araña, y si una araña penetra y siente mi miedo, percibe mi ansiedad, mi terror, entonces esa araña mezquina subirá por mi tobillo, ascenderá por mi rodilla, trepará por debajo del muslo hasta la ingle y ahí me morderá, con ojos rabiosos, sus millones de ojos rabiosos, inoculando todo su veneno, su estupendo veneno he de decir, porque las arañas tienen un veneno que para matarte es estupendo, he visto a centenares de criaturas colapsadas por culpa del veneno de las arañas, criaturas que se defendieron, criaturas que trataron de huir, criaturas distraídas y criaturas imprudentes, suicidas, criaturas grandes, pequeñas y medianas, criaturas ágiles, veloces, fuertes o inteligentes, criaturas de todo tipo.


Me he hecho un cuchillo. El cuchillo que tenía no me servía ya, está viejo, acabado, he tenido que tirarlo al río, impregnado aún con sangre mía y de mi anterior comida, un conejo al que capturé, despellejé, descuarticé, prendí fuego y luego mastiqué, tragué, digerí y finalmente me nutrió. Me he hecho el cuchillo con los huesos de un lobo muerto. He usado piedras para afilarlo, y otros huesos, el resultado no podía ser mejor. He paseado con mi cuchillo de huesos de lobo muerto alrededor de un par de kilómetros, alardeando, presumiendo, buscando estrenarlo por fin, pero no he encontrado ningún oponente, era como si los animales, en la oscuridad opresiva, brumosa, del bosque huyeran de mí, como si me temieran, como si de pronto el monstruo, la bestia, fuese yo, como si no fuesen ellos quienes, detrás de cada árbol, subidos en cada rama, debajo de cada piedra, se relamiesen pensando en comerme, protegidos con la oscuridad, abusando de la noche, pero no obstante delatados por sus múltiples ojos inteligentes, desquiciados, que brillan en la oscuridad, centelleantes, ardientes, fulminantes, ojos dentados, armados, volcánicos, ojos cerebrales, viscerales y en tensión permanente.  Pero como no he encontrado a ningún animal ni a ninguna bestia con la que probar mi cuchillo he empezado a cortarme yo, al principio sólo en las muñecas, para confirmar que estuviese bien afilado, luego, por puro placer de lo bien que cortaba mi cuchillo, en los brazos, la barriga, las piernas, los pies y la cara, y al final me he amputado un dedo de la mano izquierda, porque mi cuchillo es perfecto para mutilar y no me he podido resistir las ganas de mutilar ni de mutilarme ni podré seguir conteniéndolas si me quedo aquí silbando y aburriéndome.


Los ojos de la gente dicen mucho más de lo que en sí la gente estaría dispuesta a reconocer, por eso no se puede jugar a adivinar, porque jamás admitirían que los has comprendido únicamente mirándoles a los ojos, quieren, en el fondo, considerarse más profundos que eso, más astutos, mejores mentirosos, pero, tras sus máscaras, porque todos somos máscaras, no una sino miles, cientos de miles, millones de miles, una por cada ser vivo en el planeta, esa nada que en esencia es el hombre es descifrable, y cuando descifras esa nada, ese vacío, esa simplicidad, entonces te das cuenta de hasta qué punto el hombre es un ser castrado, inservible para la vida, un animal maldito, sin hogar, sólo tumba. ¿Puedes considerar tu tumba tu hogar, tu lápida tu nombre, tu tierra tu ombligo? Siento, a menudo, cuando me tumbaba en la cama a descansar, o al menos lo sentía, como si un sepulturero me atravesase el vientre con su pala, para cavar el hoyo que es mi tumba, soy, en esos momentos como una tierra con conciencia, y puedo empatizar con las tumbas, pues he vivido su experiencia, he comprendido lo que significa ser tumba, sepultura para cadáver, he tendido un puente empático hacia las tumbas y he visto que es en realidad espantoso, espantosamente inimaginable para nadie que no pueda empatizar con las tumbas, porque no es en modo alguno una tontería el empatizar con las tumbas, si podemos empatizar con las plagas, podemos empatizar con las tumbas, empatizar es importante para adquirir sabiduría, por eso la gente que no empatiza es tan simple, tan superflua, superficial y mediocre. Existe gente que abre los ojos mucho, como queriendo contener el aliento, el soplo del mundo, otra gente apenas los abre, timoratos, con miedo a dejarse ver, algunos de éstos, los que apenas los abren, suben la barbilla, para mirarte por la rendija de sus ojos, algunos de los otros, agachan la cabeza, para que no veas qué tienen tras la rendija de sus ojos, y existen quienes agitan los ojos, quienes paralizan con los ojos, quienes tienen los ojos hundidos o te hunden en sus ojos, quienes son ahogados por sus ojos, vilipendiados, trivializados por sus ojos, existen quienes tienen los ojos limpios de mente, quienes miran sin consciencia, para quienes mirar equivale a aventurarse a un infinito laberinto sin minotauro, porque el minotauro hace tiempo que cogió las maletas y se fue a su casa a pegarse un tiro, y existen sobre todo personas que tienen un grito inerte en los ojos, una nota de suicidio en los ojos, un signo de interrogación tísico en los ojos. Los ojos no mienten ni disimulan, lo más que pueden hacer es huir, pero incluso en esa huida se comprende un mensaje, y toda huida deja sus huellas, huellas en la tierra que se pueden rastrear. Odio los ojos de la gente.


Estoy desangrándome en mi tumba, porque he decidido que esta caverna acolchada con flores hace tiempo muertas sea mi tumba, me encerraré aquí a pudrirme eternamente, sellaré la salida con piedras, centenares de piedras, piedras afiladas, para que nada ni nade cruce la puerta, mi cadáver será un cadáver invisible, un cadáver ascético, un cadáver aprendiz de dios. En la pared que tengo enfrente he escrito un mensaje con mi sangre, pero no diré qué mensaje he escrito, porque en fin, eso no importa, le importará, quién sabe, a quien me encuentre, si es que me encuentra alguien, que espero que no, pero a quien no me encuentre eso no le debe importar, es un secreto, una voz que palpita bajo tierra, serena, escondida. Me miro los muñones gangrenosos y pienso en la música, en que no podré tocar el piano sobre mis huesos cuando muera, en que no podré tocar el violín con mis vísceras cuando muera, en que no podré tocar la guitarra con mi cráneo cuando muera, ni hablar con mi cráneo cuando muera, porque cuando muera mi cráneo no me escuchará más, simplemente no me hará caso, hará como si no existiera, como si mi voz colgase de un árbol, como una fruta podrida apunto de caer, como si mi rostro fuese la semilla maldita de una fruta podrida, como si una semilla maldita no pudiese concebir nada bueno ni hermoso (¿por qué no puedo concebir nada bueno ni hermoso?), como si una semilla maldita no tuviese padres, hermanos, primos, tíos, abuelos, como si una semilla maldita no tuviese ni nunca hubiese tenido un amigo que pudiera decir algo hermoso de ella, como si todos fuésemos semillas malditas de las que nadie tiene nada hermoso que decir, como si no pudiéramos concebir nada, como si sólo fuera válido el presente, uno permanece, corazón de fruta podrida, la fruta podrida desaparece, le da el aire gimiente en la cara leprosa, se hunde en la tierra, la tierra lo escupe y ahí acabase todo, nutriente inservible de tierra, eternamente inerte, para siempre en vano, aborrecible y desdichado.


Duermo un rato y al despertar me doy cuenta de que por fin no he soñado, no he soñado con nada, pero tampoco puedo hablar de lo que no he soñado, con lo cual, me miro la mano vacía, ensangrentada, con la que me he cortado como un poseído, simplemente por aburrimiento, me miro la mano vacía, ensangrentada, con la que me he cortado y veo que mi futuro ha desaparecido, que soy libre de bailar si quiero o si quiero no hacer nada también puedo hacerlo, celebrar siempre se me ha dado fatal. No sé si este temblor es un terremoto o que me duele la cabeza mortalmente, siento las extremidades flácidas, el pelo grasiento, la nariz me gotea de sudor, y me muerdo los labios hasta que los labios se caen al suelo y en el suelo me insultan por bestia. No me interesa la paz, porque paz es una palabra que significa pago, cuando uno tiene paz siempre tiene que pagar con algo, y cuando yo tengo paz normalmente pago muy caro mi paz, tan caro que me siento estafado, abusado, engañado, ofendido, tan caro que el precio por la paz, la paz auténtica, es la muerte, y como no me quiero morir nunca, no quiero tener paz, paz es lo único que no quiero, quiero algo que se le parezca, quizá indiferencia, pero no paz, porque la indiferencia al contrario que la paz no se paga con nada, más bien es como un premio por tantos sacrificios, por tantos sufrimientos, es un trofeo al mérito, a la experiencia y a la inteligencia, cosa que en absoluto es la paz ni podrá ser la paz, prefiero la guerra a la paz, al menos la guerra es gratuita, y lo azaroso siempre estará del lado de la vida, mientras que la economía está del lado de la muerte, como están del lado de la muerte los seres vivos, el cielo, los ángeles, los demonios, las estrellas y las galaxias, y ahora que pienso en demonios y en ángeles y en toda esa clase de superchería difamante, ¿por qué es más fácil imaginarse a un demonio bailando que a un ángel?


Vivo únicamente porque amo mi cobardía. Y amo el amor con que amo mi cobardía. No tengo remedio, soy un cobarde irremediable, un ciclón desastroso de zapatos viejos e hilos dentales. El amor ¿qué es, sino esa obsesión lasciva, pegajosa, de un cerebro en llamas, de un vacío en las tripas, como un pozo sin fondo, o un abismo sin esperanza? Si no amase no podría ni caminar, amo mi cobardía y aquellos que pretendan arrebatármela son mis enemigos, amo mi cobardía y quiero sentarla en un trono, ponerle una corona y besarle los pies. La gente no entiende ni entendió ni entenderá el amor por la cobardía, pero curiosamente es la misma incomprensión compartida mundialmente, la misma necesidad de hacerte desistir, la misma necedad, transformarte, ser mejor persona, menos cobarde, de lo que cabe deducir que si todo el mundo comparte repulsión es el mundo el que se equivoca y yo el que tiene razón, porque cuando las personas se ponen de acuerdo en algo sólo suelen masacrar, explotar o digerir mal una noticia, porque al amar lo que el mundo entero aborrece me convierto en un dios, porque no me libro de la ironía, porque al amar lo que todo el mundo odia me convierto en el enemigo del mundo, al no cumplir con lo que éste exige de mí, y al convertirme, al declararme mejor dicho, enemigo del mundo, acepto mi derrota, pero también mi razón, y sólo alguien valiente acepta su derrota cuando tiene razón, con lo cual no soy cobarde, sólo un cínico, y al hecho de que el mundo escuche mi amor por mi cobardía se suma el hecho de que soy un cínico, y quien no me odie por cobarde me odiará por cínico, y quien no me odie por ninguna de esas dos cosas me odiará por incoherente, porque se odia fácilmente lo que no se comprende, pero con dificultad se ama lo que se comprende: lo que se comprende sencillamente se aplasta, se viola, se destroza en pedazos más incomprensibles, porque nadie quiere en verdad comprender, sino jugar a comprender, y cuando se comprende, el juego se acaba. Yo no quiero comprender, sólo reírme. Y si no puedo reírme y si nunca he podido reírme entonces es mejor abandonarlo todo, tirar las maletas por las ventanas, la ropa a la basura y marcharse a dar un paseo allí donde haya todavía leones, panteras o alacranes.


En mi último aliento escucho la respiración de un lobo tras las piedras, el corazón de un lobo tras las piedras, el estómago de un lobo tras las piedras, el estómago feroz, dogmático, absoluto, casi cariñoso de un lobo hambriento, muriéndose de hambre, igual que me muero yo de estupidez, tras las piedras con que he sellado mi habitación en el tiempo. El lobo araña las piedras, muerde las piedras, llora tras las piedras, aúlla tras las piedras.  El lobo reza tras las piedras, piensa tras las piedras, husmea tras las piedras, escuchó el sonido de su olfateo, como si fuera un incrédulo de mi sangre, mientras que yo sólo tuviera fe en mi muerte, como si nos percibiéramos desde dimensiones distintas pero colindantes, dimensiones que a veces colisionasen, haciendo estallar todo en pedazos de luz fría, luz fría de quirófano donde un viejo proxeneta ahora se dedicase a operar hernias. En mi último aliento soy capaz todavía de un último esfuerzo, me arrastro a la entrada que he sellado, le doy patadas estratégicas a las piedras más bajas con la pierna sana, con rabia, hasta que todo el sistema se viene abajo, derrumbándose mientras me aparto, la luz del sol me atropella y el lobo se arroja a beber mi sangre con una ternura inhóspita.

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1 year ago

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Mi hermano; un viaje alucinante esta construcción de palabras. Escribe siempre, que es lo tuyo.

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1 year ago

¡Muchas gracias!

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