El último trago

Invité a la razón a una velada sin precedentes, le regalé un par de tragos, sin intención de parecer un demente. No la escuchaba en principio, porque la impaciencia se oía aún más interesante, yo estaba solo, así que no pasa nada, sólo un hombre con sus pensamientos al filo de una botella de whisky barato.

Foto de Marcelo Jaboo en Pexels

Me embarga la desesperación de cumplir mis metas, pero un cigarrillo me relajará un poco más, al menos es lo que más deseo. Es curioso como el whisky se hace más suave cuando las preocupaciones te desbordan, pero al menos, la agonía durará poco. Es momento de un cambio.

He perdido muchas cosas, todo por este maldito vicio, no esperaba llegar a esta edad en completa soledad, supongo que la soberbia no es la mejor arma cuando no tienes la razón. Quizá si hubiese hecho las cosas mejor, no estaría pasando por tanto, pero qué más da, si el tiempo no se devuelve ni para dar un aviso.

Errores cometidos, han sido demasiados. Quizá para aquel momento no lo veía, pero la vida pasa tan rápido que uno no piensa que en un instante, todo puede cambiar para ti. Es curioso que hoy lo que me alejó de todos, es lo único que me acompaña. Maldito vicio, no puedo dejarlo, no por ahora.

Me perdía tantos eventos por estar en el bar, que estoy seguro que más me conocen allá que en la que fuera mi propia casa. Le dediqué tanto tiempo a culpar el estrés laboral, que olvidé por completo que había niños creciendo con mi sangre por sus venas. Pensaba que me merecía esos descansos, y ahora que los tengo a tiempo completo, simplemente no puedo soportarlo.

Muchos afirman que el alcohol sirve para unir a las personas, díganmelo a mí, que separé a todos por un buen trago, o mal trago, depende de cómo veamos las cosas. Lo único que me acompaña, es mi propio ego, y ese sí que está derrotado, porque cuando se sentía poderoso, le pasó por encima a todos. Y ahora él, se encuentra postrado en el suelo.

Voy por la mitad de la botella, y la noche apenas comienza. Si que pasa el tiempo lento cuando no tienes con quien compartirlo, pero por alguna extraña razón la botella se termina mucho más rápido. Ya la cordura está abandonando mi cuerpo, y la comprendo, porque no es que he sido el mejor, al menos me volví más comprensivo con mis defectos, esos que son irreparables.

Luego de esto, y espero que sea así, deberé tener un nuevo comienzo, uno sin atropellos, uno que me haga ver la vida nuevamente fresca, y no solitaria gris, y sólo por eso, brindo plenamente, brindo, brindo por el último trago.

Foto de portada por  Marcelo Jaboo en Pexels