Hace mucho tiempo en la aldea de tutilica, vivía Homero, un hombre muy viejo que perdió mucho tiempo y cuyo sueño era el poder volar.
Todos los días tenía una rutina consistía en sentarse frente a la amasadora, colocar dos pelotas de fango, empezar a darle vueltas con sus pies a la rueda, tararear una canción qué decía :
"Yo soy de aquí de tutilica ki,
Y en mi vejez carandopia wi,
Amagaste volando yo fui,
Y dejando tu amor yo te perdí"
Era el lenguaje autóctono de tutilica, un idioma perdido en una de las Islas secretas de calantropilla.
Detrás de él, estaban todos los estantes llenos de figuritas, todos eran aviones, seres alados, aves, todo aquello que podía volar.
Y es que ese era su sueño, el poder alcanzar algún día las alturas en el cielo.
Su canción recitaba la carandopia, el acto de poder llegar a las alturas, logrando el más alto honor: el amagaste, teniendo que sacrificar a la persona que más amaba para poder obtener alas, y ser recordado cómo el hombre más valioso de la Isla.
Los planes de los dioses eran distintos, y nunca quisieron que él tuviera alas, pues uno de ellos siempre estuvo encaprichado con el amor de su vida. Arrancándosela de los brazos y secuestrandola a la montaña al lado del sol.
Y ellos decidieron condenarlo a crear estatuas de barro con la figura de seres alados, hasta que construyera una estatua que le permitiera subir a la montaña al lado del sol.
Religiosamente y con paciencia cantaba su canción, era como un ritual, en su mente veía las imágenes de su amada abrazándole, encontrándose juntos y derritiéndose en amor, como si el mismo sol los quemara.
Luego de 40 años, ante él estaban 300.000 figuras de barro, alineadas en el horizonte, todo un ejército perfecto de seres alados. Pero nunca pudo colocarlos uno sobre otro, porque ya tenía 200 años y su cuerpo no tenía fuerza.
Y la vida se le fue tratando de subir la montaña hecha de barro.
Autor : RV
Linda historia, todos anhelamos cumplir nuestro sueños y volar tras aquello que nos hace feliz