A diferencia de los animales que para sobrevivir son guiados por el instinto, nosotros nacemos en la ignorancia y en la inconsciencia, y tenemos que adquirir experiencia y conocimientos para lograrlo. Además tenemos que aprender a conservar la salud en un mundo hostil y confuso, es decir, no basta el conocimiento, hay que adquirir sabiduría y discernimiento además de disciplina para vivir saludablemente en un mundo enfermo, tan enfermo que los valores son antivalores. Porque en la medida que las religiones han ido perdiendo fuerza, el materialismo por su parte se ha fortalecido con el apoyo de una pseudo ciencia que niega la existencia del alma y del espíritu sin tener base alguna.
El psiquiatra Karl Jung nos dio a conocer dos facetas del ego, la parte aprobada,
apreciada y valorada socialmente conocida como la máscara es la que mostramos al mundo; y la que es descalificada, la que negamos y la que escondemos hasta de nosotros mismos, se conoce como la sombra. La moral judeo cristiana, junto a la noción de pecado hizo que relegásemos a la sombra todos esos aspectos censurados socialmente, como lo son los Pecados Capitales: la gula, la lujuria, la codicia, la pereza, la envidia, la soberbia y la ira . Pero resulta que en el mundo moderno los que se consideraban pecados son ahora exaltados e incentivados.
En el presente se nos estimula permanentemente al consumo adictivo de comida, drogas, sexo, lujos y confort, y obtención de dinero, poder y éxito a toda costa y sin miramientos éticos. Esto genera una situación particular, pues en un mundo tan competitivo y egoísta, ser humilde, honesto y considerado, es ser un pendejo. Entonces, me pregunto, ¿qué mostrar la máscara y esconderá la sombra si los valores están invertidos?
Clásicamente hemos excluido nuestro lado oscuro -aunque ahora muchos lo abrazan, y como negamos la vida espiritual, también desconocemos nuestro lado luminoso. No es de extrañar que para que el ser humano se sensibilice, logre contactar con lo verdaderamente importante y dirija su atención y reflexiones hacia sí mismo, requiera exponerse a vivir experiencias tan dolorosas y extremas como lo son la enfermedad, las pérdidas y el sufrimiento. Esto es así porque al sentirse limitado de esta manera, es decir, "cara a cara" con las limitaciones que plantean la materialidad y la ciencia para resolver sus problemas; la urgencia existencial que experimenta podría darle el impulso para aventurarse a buscar “algo” más allá de lo material que lo libere de sus prisiones.
Parece que sólo cuando perdemos la salud la valoramos, cuando perdemos a un ser querido es cuando nos lamentamos por no haberlo disfrutado más tiempo y con mayor intensidad, y cuando perdemos el status, la comodidad, el apoyo económico y afectivo, es cuando reaccionamos y logramos interiorizar nuestra realidad y nuestra cuota de responsabilidad. Es en este momento que podríamos darnos cuenta, y reconocer nuestro comportamiento errático, truculento y muy probablemente adictivo.
Tal parece que hay que vivir en la ansiedad y el desasosiego para poder reconocer que vivir en paz no significa tener una vida aburrida. Nos aburrimos cuando pretendemos llenar nuestro vacío con más de lo que es innecesario, con consumismos adictivos y placeres efímeros. Por eso hay un dicho que dice: “Perdiendo también se gana”. Todas esas experiencias que nos confrontan, son fundamentales para ayudarnos a despertar a la realidad espiritual, para apartar de nuestra vista todo lo que siendo superfluo y accesorio se ha convertido en un lastre en nuestras vidas. De esta manera podremos sensibilizarnos ante nuestras respectivas realidades y brindarnos la oportunidad de percibir lo que verdaderamente es vital e importante. Lo que en efecto sí tenga la capacidad de satisfacernos y llenar nuestros vacíos. * YO SOY * la luz. * YO SOY * la verdad.
* YO SOY * la paz. * YO SOY * el amor. Cita
Tomado de: Camino del Arco Iris del Dr Efrain Hoffmann
