Mi libro de los sueños.

Desde pequeña tuve obsesión por los cuadernos. No alcanzaba siquiera escribir y ya trazaba en los que mamá me compraba mil garabatos, de todas las formas y colores. Pero más allá de lo que pudiera parecer, cada uno tenía un significado especial, desde mi mente de niña.

Me sentaba en el suelo con uno de ellos en la mano, completamente abierto, desde el cual recitaba de memoria aquellas frases que había aprendido de mis cuentos favoritos, y narraba todo lo acontecido en mi día a día.

Todo comenzó luego de que la abuela me hiciera aquel preciado regalo: una caja de plumones y un cuaderno de carátula rosa en el que figuraban distintas flores como marca de agua.

Lo colocó en mis manitas mientras me decía al oído para que nadie más lo escuchara: -Es un libro mágico. Todo cuanto escribas en él podrás vivirlo algún día, podrás hacerlo realidad. Pero no lo cuentes. Shhhh. Será nuestro secreto.- 

Y así lo fue. Aquellas palabras quedaron grabadas más que en mi mente, en mi corazón. Y desde entonces comencé a dibujar todos los juguetes que soñaba tener, los parques que deseaba visitar, las playas y los paseos... Siempre desde el silencio.

Todo marchaba con normalidad, hasta ese domingo en que un camión de mudanza parqueó al lado de casa. De su interior bajó una familia que, según me explicó mamá, habían comprado la propiedad y vivirían allí.

Yo, curiosa como todo niño, me quedé pegada a la ventana, observando su ir y venir. Sabía que había una pequeña, veía su cabello rojizo lleno de cintas blancas, y se me hacía tan familiar… Pero lo mejor llegó cuando se volteó y pude ver sus pecosos cachetes.

Corrí hasta mi habitación y tomé el cuaderno de encima de la mesita de noche. Volví con él hasta el ventanal y comprobé que, exactamente, era la misma niña de mi dibujo. Misma estatura, cabello, pecas y color de ojos. Para mayor sorpresa vestía la misma bata de mariposas y pude escuchar cómo su mamá la llamaba: -¡Marina, ven a merendar!

Y es que aunque para ese entonces yo aún no sabía escribir, sí la había nombrado así. Sin lugar a dudas esa niña era una réplica exacta de la amiga que soñaba tener y que había pintado.

Recuerdo también que mientras expresaba mi asombro, mis padres reían llamándome ingenua, hasta que abuela me miró muy seria y guiñándome un ojo me aseguró que eran 'casualidades de la vida.'

Pasó el tiempo y llegaron las letras a mi vida. Con ellas se abrió un mundo nuevo y maravilloso. Pasaba noches enteras anotando mis fantasías, esas que por más imposible que pareciera, terminaban cumpliéndose.

Hoy el almanaque marca mis 20 años. Edad que no tiene nada de especial para la mayoría de las jóvenes, pero que para mí lo significa todo. Y es que para esta fecha años atrás anoté en mi cuaderno un pedido singular: conocer el amor. 

Hoy cruzo la calle que me separa del parque, temblorosa y feliz a la vez, sintiendo tantas emociones que hacen que mi corazón palpite a mil por segundo. Me siento en ese banco de la esquina, justo al lado del palomar donde un minuto después se posará una blanca paloma.

Pasará por allí una multitud de personas desconocidas, todas excepto una: el joven con el que soñé y por el que ahora espero, con la certeza de que llegará porque así lo pedí en mi libro de los sueños, ese que cuando era una niña me regaló mi abuela.

*Historia de Ficción creada por mi, para read.cash*

*Todas las imágenes utilizadas para darle vida a esta historia son propias, excepto la de portada, perteneciente a @Netmaru y tomada de Pixabay.com*