La Historia de Tomas.

La historia de Tomas no es como la de cualquier otro niño. El pequeño vivía solo con su abuela desde los cinco años. Ya contaba ocho pero su madurez lo hacía parecer aún mayor. Sus vivarachos ojillos lo miraban todo, sin perder el más mínimo detalle.

Sentía que el cariño de su abuela se mezclaba con una profunda tristeza y ese deseo de hacerlo feliz tenía un matiz diferente, quizás de lástima.

Conocía de inmediato cuando ella tenía preocupaciones, pues su mirada lo analizaba todo sin necesidad de palabras. Por eso una tarde en que ella no cenó asegurando no tener hambre, él compartió la mitad de su comida en un plato y lo colocó en sus manos.

Estaba seguro de que aquella blusa de seda rosada, su preferida, no se había volado del tendedero como le había contado. La reconoció puesta en otra señora del vecindario, por mucho que su abuela le repetía que no era la misma. Aprendió que la generosidad era algo especial, cuando rompió su cochinito en busca de las monedas que pudieran comprarle otra que le quedara tan bonita como aquella.

Pasó el tiempo y Tomas aprendía cada vez más, no solo de materias escolares sino de la vida misma.

Sabía perfectamente que el cansancio de abuela Luisa no era por el insomnio, la sentía roncar durante toda la noche. Tampoco creía el cuento de que hubiese rapado su cabeza porque así lucía más bonita. Era cierto que aún a sus cincuenta y cinco años resultaba atractiva, pero había algo más y él lo sentía.

Cada mañana al marchar al colegio sabía que ella no seguía hasta el hospital a trabajar, como le aseguraba. Si bien era una experta en remedios y medicinas naturales, estaba seguro de que nunca se había graduado de enfermera. 

Era un niño, sí, pero con un entendimiento elevado y una capacidad de razonamiento más grande que su entero cuerpecito. Por eso ese viaje 'por un tiempo' se le antojaba tan extraño como quedar al cuidado de esa esbelta señora que amablemente lo recibió en aquella 'mansión' para niños sin amparo filial.

El pequeño Tomas era muy perspicaz. Había adquirido sus habilidades luego de aquel día en que su madre recogió sus pertenencias en un maletín y justificó su partida con un: -Voy a por unas compras-  para nunca más regresar a casa.

Sabía que aquellas llamadas preguntando por él nunca existieron. Estaba seguro de que la letra de esas cartas firmadas por mamá que encontraba debajo de la puerta diciéndole cuanto lo amaba no era suya. Todo era un invento de abuela Luisa, él lo sentía.

Hoy Tomas no es un niño, sino todo un hombre. Hoy más que nunca conoce la verdad de su pasado y lo enfrenta con valentía y optimismo, sin tristezas ni culpas.

Trabaja en un Hospital como médico, luchando contra el cáncer que se llevó a su abuela, tratando de impedir que se lleve a las madres de aquellos niños para que como él, no tengan que enfrentarse a una vida de soledad y tristeza.

Siente que ha perdonado a aquella mujer que lo abandonó a sus cinco años para partir tras el primer hombre que se le cruzó en su camino. Nunca más la volvió a ver. Pero él sabe de sobra que ella vivirá con ese peso en su alma por el resto de su vida,  porque ahora más que nunca tiene un entendimiento elevado y una capacidad de razonamiento más grande que su entero cuerpo. 

Hoy abuela Luisa no está, pero sus enseñanzas continúan latiendo dentro de él. Y Tomas continúa feliz, escribiendo su propia historia y aportando algo positivo a la de cada persona que se cruza en su camino.

Escrito Propio de Ficción.

Imagen de Portada de @RondellMelling tomada de Pixabay y editada por mi.