Amor con sabor a Mar.
Él sentía que el mar lo llamaba insistentemente y justo allí encaminó sus pasos, sin dudarlo ni pensarlo. La atracción se hacía cada vez más fuerte y su corazón palpitaba entre emociones encontradas: temores, deseos...
Ella disfrutaba tranquila del vaivén de las olas sin prisa, como si buscara que el momento quedara grabado más que en su memoria, en su cuerpo. En sus entrañas una sensación desconocida hacía eco, repitiéndose una y otra vez.
Él llegó hasta el punto exacto donde la ciudad quedaba atrás, dando paso a la naturaleza en todo su esplendor. Allí, entre la vegetación había un pequeño camino hasta el agua salada. Lo siguió con paso firme.
Justo detrás lo esperaba mucho más que la arena.
Una playa azul turquesa se mostró imponente ante su vista. Las olas rompían en la orilla poderosas y sutiles al mismo tiempo, un espectáculo maravilloso. La brisa fresca acariciaba hasta el alma y a lo lejos el azul se acentuaba tanto que se confundía con el cielo.
Miró a su alrededor cautivado por la belleza, cuando de pronto notó algo más:
Ella, que suavemente salía de entre las aguas buscando llegar a la orilla. Un poco de sol le daría el bronceado perfecto a su piel, cual pincel a un lienzo pálido.
Él no podía creer lo que veía; ella se estremeció toda.
Llegó a la orilla y cruzaron miradas tan punzantes como cuchillos que atravesaban la piel. Ninguno de los dos se atrevió a romper el silencio, que se les antojaba eterno.
Luego él se acercó a su lado y extendiendo su mano la invitó a sentarse suavemente en la arena. Ella lo sostuvo fuertemente, de manera instintiva, como para no dejarlo ir.
Un 'Hola, ¿Cómo estás?' quebró la quietud del momento. Ella respondió despacio, como si articular palabra fuese un reto y le dijo, sin poder evitar sonrojarse: -'Estoy bien, Iván. ¿Y tú?-
Él solo contestó: -'Mucho mejor ahora, Irina.' Y volvieron a perderse en aquellas profundas miradas que lo expresaban todo.
La tarde comenzó a caer y los sorprendió abrazados, a la orilla del mar. Ese mismo que de jovencitos los había separado en distintas direcciones, gracias al trabajo de los padres de Irina, gestores de una empresa propia.
La separación por tres largos años había sido muy difícil, la esperanza parecía perdida pero un nuevo comienzo ofrecía sus puertas abiertas. Iván logró la beca universitaria que anhelaba, en la misma ciudad donde ahora vivía la eterna dueña de su corazón.
El mar había lanzado un llamado insistente para dos corazones que necesitaban latir al unísono, y ambos encaminaron sus pasos hacia él, sin siquiera saberlo. El amor una vez más triunfaba, uniendo dos almas que individualmente se hallaban perdidas, pero esta vez sería para siempre.
*Historia de Ficción creada por mi.*
**Imágenes Propias tomadas a la maravillosa playa de Varadero, Cuba.**
Me gusta mucho tu manera de escribir y transmitir las ideas. Felicidades.