Soy de un pueblo pequeño, donde nunca ha habido mucha oferta educativa, así que tuve que migar a una ciudad para realizar mis estudios profesionales, la vida de un estudiante foráneo está llena de libertad, pero también de obstáculos y sacrificios.
Uno de los sacrificios más grandes para mí fue aprender a comer lo que sea, hubo un periodo en que tuve que vivir en un cuarto sin muebles ni estufa en qué cocinar, mis ganancias apenas pagaban mis gastos, así que además de comprar comida preparada, debía ser comida barata. Pasé de comer por placer a comer solo para matar el hambre, lo que hubiera dado por un taco de frijoles de manos de mi madre.
Hablando de mi madre, iba a visitarla los viernes cada una o dos semanas, según me permitían mis deberes escolares. Uno de esos días de visita, llegué a casa mientras ella estaba en la cocina, le saludé y comencé a contarle cómo había sido mi semana mientras ella remojaba tortillas en salsa de chile guajillo y las ponía a freír ¡Enchiladas! Comencé a salivar contenta por la comida tan especial que al parecer me esperaba.
Para quien no las conoce, las enchiladas son tortillas fritas con salsa y rellenas con queso fresco y cebolla picada, encima llevan papas y zanahorias doradas, lechuga, salsa y crema, en México nos encantan, son un platillo de esos que no se comen todos los días.
Volviendo al relato, imaginarán mi emoción al ver cocinar a mamá después de haber comido tacos dorados tiezos y quemados, tortas insípidas y sopas instantáneas toda la semana. Mi madre volteaba las tortillas enchiladas y las doblaba con destreza ayudándose de una palita de metal, giré la cabeza para buscar un plato y recibirlas, al regresar la mirada, vi las deliciosas enchiladas calentitas volar por el aire hasta llegar al suelo, donde el par de gatas que teníamos esperaban ansiosas para abalanzarse sobre ellas y devorarlas a pesar de estar calientes, con las patitas y los hocicos pintados de rojo por el chile comían ansiosas y volteaban agradecidas para volver a comer en seguida. Miré a mi madre con incredulidad a lo que ella dijo:
- les tengo que dar calientito, si no no tragan... ¿quieres comer? Ahí tengo frijoles de hace rato.