Cuidare de ti: Capitulo 5(Nadie baila en el infierno)
Parte de ser un guardaespaldas encubierto es hacer creer a todos que eres alguien más. Saber disfrazarte y mezclarte. Esa noche mi disfraz era de caballero, sí, aquel detective muerto de hambre que trataba de comprarse un bistec y un traje nuevo valiéndose de artimañas, era ahora el pretendiente no oficial de una linda dama de clase alta.
La Casa Grasso estaba llena. Tanto en los pasillos del interior como en los jardines, la piscina y los estacionamientos podía ver a los hombres y mujeres más influyentes de la ciudad. Magnates, políticos, artistas, supermodelos y por supuesto la más asquerosa de las mafias; la enorme organización criminal de Charles Grasso o como suelen llamarlo en el bajo mundo: el Grasoso Charlie. Todos ellos blandiendo sus copas de champán y sonriendo mientras conversaban de sus millones y de sus actos criminales.
Caminamos hasta el salón de baile. Un mesero nos ofreció un par de bebidas que la señorita Maidy bebió de un solo trago. Sin perder el tiempo en saludos y protocolos la tomé de la mano y la arrastré para mezclarnos entre las personas que bailaban. Estaba desconcertada, pero bailar con ella me permitiría ver la reacción de sus primos y familiares. Alguna mirada de odio, algún indicio de que realmente había alguien dispuesto a matarla para arrebatarle la herencia del viejo. Aunque en un principio creí que ella solo era víctima de temores sin sentido, las cosas que ocurrieron esa noche me dejaron claro que nos enfrentábamos a un peligro real.
La señorita Maidy me miró a los ojos. Parecía tensa, preocupada.
—Relájese —dije mientras rodeaba su fina cintura con mi mano falsa y ella convirtió sus ojos en un par de rendijas—Esto es necesario.
—Eso espero —contestó.
El grupo musical inicio una canción suave. Un jazz perfecto para disfrutarlo con una dama perfecta.
Varios pares de ojos se clavaron en nosotros.
—Si necesita apoyo podría recostarse un poco, así su cabeza no estaría a tiro desde la ventana —Ella acalló un suspiro asustado y me observó alejándose un poco. Asentí —. El traje es nuevo y si le abren la cabeza de un tiro, me lo va arruinar.
—Es posible que tenga razón, señor Rob—Susurró—. Pero no me crea estúpida.
—Robi, señorita, es Robi, manténgase dentro del personaje —La sujeté contra mi cuerpo y ella lanzó un grito ahogado—. Ahora haga lo que le pido, es importante que sus familiares piensen que tenemos algún tipo de relación—Apoyó su cabeza en mi hombro, no pude evitar sonreír—. Huele usted muy bien —Me atreví a decir sin dejar de mirar a nuestro alrededor, alerta a cualquier movimiento extraño.
—No voy a tolerar ese tipo de comentarios —dijo ella balanceando sus caderas al ritmo suave de la música, reafirmándome que las chicas de alta cuna también se saben mover.
—Ese grupo de allá —dije—La mesa que está detrás de usted.
La hice girar para que pudiera verlos dejándola de espaldas nuevamente.
—La tía Irene y sus hijos Alba y Henry.
—Sus primos la están mirando. Simule felicidad, su cara de susto se percibe a kilómetros —Ella levantó su cabeza y forzó una sonrisa—. Si sonriera más seguido, tendría una sonrisa falsa más creíble.
—No creo que ellos quieran verme muerta. Crecimos juntos.
—Averiguaré que tanto la estima su familia. Vaya mirándolos a todos y dígame su conexión con cada uno.
Mientras nuestros pasos de baile dibujaban formas mágicas e irregulares en la pista ella me susurraba detalles. La fiesta estaba llena de criminales, si alguien quería la quería muerta, de seguro estaba aquí.
La noche avanzaba tranquila, pero las cosas cambiarían muy pronto.
De repente las luces se pagaron. Se oyeron gritos entre la multitud, aprisionè a la señorita Maidy contra mi cuerpo. Ya no había música, ya nadie bailaba. Todos corrían tropezándonos.
Se oyó un disparo y el destello del arma iluminó el lugar unos segundos. Un cuerpo cayo al suelo con un agujero rojo pintado entre los ojos.
Las luces regresaron. Alguien estaba en el suelo. La señorita Maidy temblaba atrapada bajo mi brazo derecho que jamás la soltó. El arma asesina todavía humeaba empuñada en mi mano izquierda.
No volverían a encender la música esa noche. Muy pocos se atreverían a bailar en circulo infernal que se formo a nuestro alrededor.
—¿Usted? —susurro la señorita.
—Le dije que llevo tiempo practicando mi disparo con la izquierda.
Nota: Si te esta gustando esta historia, permanece alerta a los capitulos siguientes.