Cuidaré de ti: Capitulo 3
La buena presencia es primordial a la hora de transmitir profesionalismo y seriedad, y yo era por supuesto, la clase de hombre serio y profesional. Así que compré ropa para mi nuevo empleo: un buen abrigo, un sombrero, una camisa, un par de zapatos y una corbata que hiciera juego con el conjunto. Con lo que me sobró mandé mi viejo Cadillac al taller y me abastecí de goma de mascar. Así que la señorita Romas tuvo que recogerme en su convertible, un Corvette C1 que despedía el delicioso aroma de las cosas nuevas y curiosamente ella tenía esa misma fragancia.
Ella usaba ese día un sombrero de color rosa y un vestido, también rosa, cuyo escote ondulaba graciosamente al ritmo del viento.
—¿A dónde vamos, señorita? —le pregunté mientras miraba los alrededores. No me había especificado nada, simplemente había llamado y me había citado en la Plaza Naranja: «Vista algo medianamente formal» fue lo que dijo y no sé cómo se viste uno medianamente formal, pero me puse la ropa que compré.
—Vamos a una fiesta.
— ¿Una fiesta? Genial —dije acomodándome en mi asiento.
—Es una buena oportunidad para ver si puede con el trabajo ¿No cree? —dijo ella sin dejar de ver el camino.
—Creí que salvarla de una bala era suficiente para demostrarle mis capacidades.
El auto se detuvo. El semáforo estaba en luz roja y una señora mayor cruzaba la calle con su perro.
—Lo contraté por eso, pero debe entender que es mi vida lo que está en riesgo. Usted es un lisia…
—Un lisiado, dígalo, me alegra que no usara la palabra minusválido.
—Disculpe —dijo ella visiblemente apenada.
Lancé una carcajada, realmente me divertía el creciente rojo de sus mejillas alteradas por la vergüenza.
—No se disculpe, más bien avance, el semáforo ya está en verde y no sé si el tipo de atrás conozca a su madre pero comenzará a nombrarla muy pronto.
El auto se puso en marcha de nuevo y poco a poco dejábamos atrás la zona pobre de Satania y nos acercábamos más al gran Distrito Capital, donde la decadencia viste un traje con luces de neón y se disfraza así de elegancia. Y es que a pesar de que los edificios son viejos, sus luces y adornos la hacen parecer una ciudad del primer mundo. Lo primero que se ve al acercarse al Distrito Capital, al que de ahora en adelante llamare DC, es un gran muro que separa la zona roja de la “zona civilizada”. Los autos deben atravesar un enorme portal lleno de militares armados, que revisan el vehículo y hacen preguntas de todo tipo para asegurarse de que quienes entran no vienen a delinquir a la zona tranquila. En mi opinión todas esas precauciones no son más que una tapadera, no hay un sitio libre de corrupción y menos en una ciudad como esta, y aunque llenes los edificios de luces y pongas prostitutas elegantes en las aceras, la suciedad humana siempre logrará levantarse encima del disfraz de la estabilidad. El caos nunca muere.
Si llegaste hasta aqui, muchas gracias por leerlo, eso ya es bastante. Si de paso comentas, sonreirè todo el dia.
Ahhhh me dejaste con la curiosidad de saber qué va a pasar jajaja, ya van camino al primer día de trabajo, ¿qué le esperará a estos chicos? :) Muy buen relato.