Cuidaré de ti : Capitulo 2
A las tres de la tarde estacioné mi destartalado Cadillac frente al viejo edificio donde tenía mi oficina. Bajé del auto y observé la fachada; la humedad había hecho caer casi toda la pintura y las manchas de moho se dejaban ver por todas partes. El edificio tenía tantos problemas de filtración que de algunas de las habitaciones brotaban hilos de agua que se deslizaban a lo largo de la pared hasta salpicar la acera. Sí, era horrendo, pero era barato.
—¿Le cuido el coche, Señor Rob? —preguntó una niña sucia y despeinada que venía subida sobre una tabla con ruedas.
A pesar de que sabía que nadie se iba a llevar semejante carcacha, que en todo el mundo solo amaba yo, le di un par de monedas a la chica y le dije:
—Cuídalo bien, Emily —Le acaricie la sucia y tiesa cabellera, le guiñé un ojo y agregué: —. Este bebé es un clásico.
En la puerta del pequeño apartamento que me servía de oficina, habían pegado un documento en el que decía que tenía 24 horas para pagar el arrendamiento o tendría que buscar otro sitio para mi negocio. Arranqué el aviso e hice una bola de papel con él. Giré la perilla y al entrar una señora mayor me puso una pistola en la sien.
—Baja esa cosa, Greta. Los malos están afuera —dije regalándole una sonrisa.
Greta era mi secretaria, debía tener más de sesenta años, pero era muy diligente. Le tenía cariño a la maldita vieja como si fuera mi madre.
—Casi te vuelo la cabeza, primor —dijo bajando el arma y colocándose un cigarrillo en la boca —. Vinieron los de la renta, parece que se acabó el negocio, al menos aquí.
Greta se sentó sobre su escritorio y cruzó las piernas—tenía lindas piernas a pesar de su edad—. Apagó su cigarrillo en el cenicero de cristal que le regalé en navidad y dejó escapar una nube de humo.
—No deberías fumar, Greta —contesté arrojando la bola de papel a la cubeta de basura.
—Y tú deberías revisar el banco de empleos para minusválidos, pero ambos sabemos que ninguna de las dos cosas nos haría feliz.
—Tienes razón, Greta, siempre la tienes —me quité la gabardina y la colgué en el perchero junto a la puerta y más arriba puse mi sombrero. La sobaquera me la dejé puesta, nunca se sabe cuándo pueda necesitarse un revolver colt 45, así que mejor tenerlo al alcance de mi mano.
—Llamó la señorita Maruja, quiere que busques al pequeño Rudy de nuevo. Ofreció pago adelantado y pastel de carne. Le dije que irías a su apartamento a las cinco y supongo que irás, necesitas dinero para pagarme el sueldo.
Lancé una carcajada y me senté en el escritorio de enfrente colocando mis pies sobre la mesa.
—Se acabó lo de buscar mascotas perdidas, Greta. Ya tengo un nuevo trabajo.
—Rob, tienes un lindo trasero y eres apuesto a tu manera, ¿pero de veras crees que la prostitución te ayudará a mantener esta oficina funcionando?
—Mi trasero no daría las ganancias suficientes, pero ¿qué me dices del tuyo?
—No hay un solo bastardo en esta ciudad que pueda pagar lo que valen este par de nalgas, guapo. Pero déjate de idioteces, cuéntame qué pasó.
Abrí la gaveta de mi escritorio y saqué una nueva caja de goma de mascar, puse una en mi boca y me recosté perezosamente en mi silla giratoria.
—Seré el guarda espaldas de una pequeña pila de billetes, con lindos pechos, debo agregar —le respondí, masticando y mirando el ventilador del techo que giraba lentamente haciendo más ruido que viento.
—Ya sabía yo que tu estúpida sonrisa no era solo por trabajo. Sólo no arruines el asunto acostándote con la infeliz.
—Me insultas, Greta. Soy un profesional, no hago esas cosas—dije haciendo estallar un globo de chicle. El ventilador se tambaleaba haciendo desconchar la pintura del techo.
—Claro, eso dices tú, pero me pregunto si el demente de tus pantalones está de acuerdo contigo. Como sea, explícame de que va la cosa, hace tiempo que solo vengo a cumplir horarios y a limpiar tu desastre, así que vendría bien algo de acción para variar.
Le dije a Greta que sirviera dos tazas gigantes de café y le conté lo que pasó en aquella cita de trabajo. Que compartimos un almuerzo agradable en el que yo pedí un buen pedazo de bistec y ella solo pidió whiskey. Le conté que la señorita Romas me contrató sin miramientos para ser su guarda espaldas, luego, claro está, de que hiciera gala de mis habilidades físicas para salvarla de una bala tan peligrosa como imaginaria.
—Eres un sinvergüenza —Dijo mi querida Greta en este punto de la historia.
—Tal vez lo soy, pero recibí un adelanto por mis servicios —me levanté y busque en los bolsillos de mi gabardina. Saqué un cheque y se lo di a mi fiel ayudante—. Con esto saldo mi deuda contigo. Cobrarás este cheque, pagarás el arrendamiento, te comprarás algo lindo y me traerás mi parte. Debo comprar algo de ropa decente si voy a andar con la niña rica. Ahora dime, viejita loca: ¿no quieres darle un beso a este sinvergüenza?
—Podría besarte, sí —dijo sonriendo y tomando el cheque—, pero no quiero romperte el corazón. Mejor averigüemos quien quiere matar a la muchachita y pongamos las cosas en orden.
—Por ahora solo sé que heredó de su papi una gran fortuna y que el testamento solo beneficia a otros si ella muere.
—Así que los que tratan de matarla son miembros de su familia.
—Bueno, no habían tratado de matarla aún, pero la chica es paranoica y tiene miedo de que lo intenten. Según me dijo la cantidad de dinero haría que cualquiera matara a su madre y se la comiera cruda.
—¿Tanto así? —preguntó Greta despreocupada.
—Tanto así, bueno, ya ves que quiso contratar un guardaespaldas para sentirse menos angustiada. Y luego del atentado de hoy, la cosa empeoró.
—¡Jodido Canalla! ¿La chica tiene los nervios destrozados y le haces esta mierda?
—No me mates todavía, Greta. Por un lado tenemos trabajo de nuevo, gracias a mi sucia maniobra y por otro lado la señorita Romas ha firmado un contrato bastante económico con el detective privado más calificado de la ciudad.
—Que modesto eres, primor.
—Olvidaste decir apuesto, linda Greta, modesto y apuesto —Me senté de nuevo, saque otra goma de mascar y antes de meterme la goma a la boca le dije: —Otra cosa Greta, llama a alguien para que arregle el jodido ventilador.
Oh, que encanto de historia, muchas felicidades, me gusta mucho la personalidad de ese pícaro detective :)