Cuidare de ti

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2 years ago

Capitulo 1:

Llegué al restaurante quince minutos antes de lo acordado. Nunca fui demasiado puntual, pero cuando un hombre lleva meses desempleado una cita de trabajo lo hace saltar de la cama tan rápido como si lo bañaran con agua hirviendo, o al menos ese era mi caso.

 El lugar era elegante, tenía grandes ventanales  y la altura en la  que estábamos ofrecía una vista esplendida de la ciudad. El sol dibujaba grandes rectángulos de luz  en las mesas y hacia brillar el piso de color caoba mientras   los cubiertos tintineaban en los platos y se oían conversaciones en un tono de voz moderado.

—Esto sí que es clase —murmuré sonriente.

Mi cliente estaba en la mesa más lejana, en el último rincón del sitio, fumaba un cigarrillo,  leía un catálogo de lencería—o eso parecía desde donde estaba —y alzaba  la cabeza nerviosamente, cada cierto tiempo, para mirar a la puerta de la entrada. Tenía gafas oscuras y un sombrero azul claro del mismo color que el resto de su traje. No acostumbro detallar demasiado a las personas, por aquello de la mala educación, pero hay ocasiones en las que es un pecado no notar ciertos detalles. Su piel era muy blanca, aunque no tanto como el polvo de talco que cubría su generoso pecho,  y tenía los labios pintados de un rojo lo suficientemente intenso para lucir sexy pero no tanto para parecer una prostituta. No tenía idea de que era ella cuando recibí su llamada; la había visto en las revistas de eventos y esas cosas, siempre acompañada de algún apuesto ricachón, pero jamás en persona y sin duda se veía mejor que en cualquiera de esas fotografías.

Se trataba de la señorita Maidy Romas de 23 años de edad; hija de un magnate. Esto sumado a la repentina muerte del viejo la hacía dueña de una importante fortuna.  No pude evitar sonreír al pensar en esto. Este si iba a ser un trabajo bien pagado. Los tiempos de perseguir parejas infieles por unos miserables billetes iban a quedar atrás.  Sí, después de tener que comer horribles enlatados durante meses, por fin me comería un buen trozo de bistec y podría cambiar mi traje y sombrero viejo por algo más acorde a mi atractivo.

Caminé hasta encontrarme frente a su mesa. Su perfume acarició mi olfato—Demonios olía delicioso—. Le dirigí una sonrisa y dije:

—Buenos dí…

—No pierda su tiempo, amigo. No le voy a dar mi número de teléfono ni saldré con usted —respondió al instante.

—¡Oh! No estoy aquí para eso, señorita —dije—. No es que no me parezca atractiva, pero yo vine por el trabajo.

Ella se quitó las gafas y me miró de arriba abajo. Sus ojos grises se detuvieron un largo tiempo en el aspecto plástico  mano derecha—Sí, soy manco de una mano, pero mucha gente lo es así que no detengamos la historia por esta tontería—.

—¿Usted? —preguntó ella arrugando el entrecejo.

—Así es —respondí sonriente, quitándome el sombrero con mi mano buena y saludando con una leve inclinación—. Me llamó anoche, por el anuncio que puse en el periódico.  Usted me citó aquí.

Ella aspiró su cigarrillo y  lanzó el humo inmediatamente. Parecía más  nerviosa.

—Mire, no quiero ser grosera, pero usted no es lo que necesito.  Esto fue un error.

—Preguntó si tenía buena estatura y experiencia comprobable. Mido 1.90 y en esta carpeta… —metí mi mano falsa dentro del saco para sacar los documentos, olvidando por un momento que no me serviría de nada—. Oh, disculpe usted— dije volviendo a sonreírle. Ella me miraba con una mezcla de lastima y enojo. Coloqué el sombrero en la mesa y con mi mano izquierda logré entregarle una  carpeta amarilla y un poco doblada—. Ahí están mis referencias, también hay una lista de números de teléfono de clientes satisfechos, puede llamarlos si quiere.

Ella se estrujó los ojos con los dedos.

—Le falta una mano y yo necesito un guarda espaldas. No me interesan sus referencias.

—De hecho —dije sentándome, sin que me diera permiso, obviamente—. La falta de mi mano derecha es una de mis referencias más confiables, la perdí al salvarle la vida a uno de mis clientes. Fue un poco gracioso porque estábamos en un…

—No intente conmoverme —Dijo ella apagando su cigarrillo en el cenicero de la mesa— ¡Demonios! Tratan de asesinarme, necesito a alguien capaz de protegerme. Lamento que perdiera su tiempo, pero no puedo contratarlo.

—Mi cerebro todavía funciona, bastante bien si me permite agregar. Y si tuviese que defenderla pues… estoy aprendiendo a disparar con la mano izquierda y cada vez lo hago mejor. El otro día solo me tomó tres intentos darle a una lata.

Ella lanzo una pequeña risa falsa y dijo:

—Esto es absurdo. No puedo seguir aquí, señor…

—Rob, para los clientas hermosas…

Alzó las cejas, supongo que algo contrariada por el nombre que le di.

—Bueno, señor Rob, no puedo decir que fue un placer conocerlo, pero sin duda fue interesante. Ahora tengo que irme —Ella sacó su pequeño Monedero, extrajo unos billetes y los puso sobre la mesa.  Se levantó y comenzó a caminar hacia la salida—. Almuerce algo si quiere y dígales que lo pongan a mi cuenta. Dele esta propina al mesero.

«Maldita sea, otro empleo perdido» pensaba mientras veía alejarse su espalda medio desnuda. Tenía que hacer algo rápido o ella, el traje nuevo y  mi oportunidad de salir finalmente del paro se irían. Me levanté y  lancé un largo suspiro.

—Creo que no me dejas opción, cariño —dije en voz baja.

Corrí hacia ella y la embestí abrazándola con fuerza y dando un giro para que cayera sobre mí. La derribé sin mucho esfuerzo y caímos en el exageradamente abrillantado piso.   Ella me miró con sus ojos grises muy abiertos— las gafas se le habían caído, por la sacudida—. Podía sentir su corazón latiendo fuertemente en mi pecho mientras reposaba  acostada sobre mí.

—¡¿Qué demonios le sucede, está loco?! —dijo.

—No se altere, señorita, pero tenía razón, están tratando de matarla.

Los clientes habían dejado de comer para mirarnos y un mesero comenzaba a caminar hacia nosotros.

—El que casi me mata es usted…

—¡Escúcheme! Es importante que me preste atención ¿Ve aquella ventana? —Le dije orientando mi cabeza hacia unos de los ventanales—. Hay un pequeño agujero en ella ¿Sabe por qué?

—No veo nada.

—No importa, lo importante es que el francotirador agujereó  la ventana y no daño su lindo sombrero azul, logré empujarla antes de que acertara.

Ella cambio su expresión de enojo por una de horror.

—Pero no escuché el disparo.

—Claro que no lo escuchó. El tipo está usando un rifle con silenciador y mira telescópica. Pude verlo en la azotea de aquel edificio—Ella comenzó a llorar y  aunque me sentía un poco culpable de sus lágrimas  le dije: —. No se preocupe, señorita, si me lo permite, yo la cuidaré.

 

 

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2 years ago

Comments

Me encantó, me hizo involucrarme en la trama.

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2 years ago

Gracias por leerlo y comentarlo, espero que te gusten los capitulos siguientes.

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2 years ago

Ah, que buen inicio, me encantó jajaja. Ya quiero saber qué pasará allí, cómo hará el hombre para mantener su trabajo :)

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2 years ago

Muchas gracias por tu apoyo y por tomarte el tiempo de leer y comentar.

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2 years ago