Sin que se trate de “cuánto dinero tienes”, la definición de sentirse pleno está hoy más bien relacionada al "cómo gastes ese dinero"; en eso es en lo que nos estamos basando para hablar de plenitud; pero, pues hay un gran pero actual; la pandemia nos llegó para arrinconarnos en nuestros hogares y en nosotros mismos, para vivir esa experiencia del re-encuentro interno, y así, sacar algunas conclusiones que no avalan, precisamente, los valores con los que congeniamos hoy.
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Como impulso actual que se repite, está el que “mientras más tenemos más queremos y debemos tener”; de allí que vivamos rodeados de objetos muchas veces muy inútiles, que nos hemos visto en la necesidad inducida de comprar o adquirir para nada o para sacarles muy poco provecho.
Y es que los objetos son instrumentos, pero no producen ni pueden a la larga producir la satisfacción que generan los actos humanos, de allí que este arrinconamiento nos haya permitido entender el disfrute mayor del tiempo, de nuestros espacios, de los útiles objetos no renovados que nos rodean, y sobre todo, de nuestros propios núcleos familiares.
Claro que no todas las personas han vivido esta experiencia del re-descubrimiento interior propio, familiar y del hogar en forma positiva; para algunos, centrarse en estas tres regiones vitales ha sido una opción inédita para enfrentarse a trastornos que de una manera u otra, gracias al ritmo frenético que llevábamos, fueron sublimándose, aplacándose, negándose; y ahora tuvieron que ser atendidos, para solventarlos o desestimarlos definitivamente, llevándose relaciones y objetivos por delante.
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La vuelta a casa nos ha tocado en muchas áreas como en la alimentación, que ahora nos parece que comemos más sano; que adaptamos menús a nuestras adquisiciones en casa; que lógicamente preparamos la comida con elecciones de nuestra propia manera de valorar los alimentos; y que también, hemos dejado el estrés de tener que elegir entre las miles de opciones de comida ya preparada que el mercado alrededor nos brindaba antes a diario en millones de versiones publicitarias.
Hemos tenido que viajar en las redes y así aprender que el valor de los espacios está en conocerlos en sus características, costumbres y habitantes; que es posible interactuar con ellos, espacios y personas; sin estar presentes; y sí, como consecuencia, los viajes dejaron de ser cuestión de estatus y poder económico para pasar a ser algo necesario y de oportunidad.
Aprendimos que la moda no nos define, que siendo la industria más contaminante hasta ahora a nivel de la conciencia, ya que nos hace sentir siempre insatisfechos pues sus actualizaciones solo duran unos días; no logró de por sí conceptualizar la elegancia por un vestido o un traje ejecutivo que alguien lleve puesto; ya que hoy sabemos que solo se trata de una cuestión de actitud; ser elegante es parte de la personalidad de una persona segura, orgullosa de lo que tiene y de lo que lleva puesto.
Querer llevar lo que nos imponen, lleva a pensar que vivimos la vida que otros nos inducen a vivir, y tal vez eso sea un eco de tantas otras circunstancias que tienen que ver con las necesidades sembradas por aquellos que hacen la publicidad que se come ciudades y medios tecnológicos cada segundo.
Y por último, en estos momentos y para mi parecer; conocimos que nuestros hogares son lo que son porque estamos allí; y porque la familia, que es el eje y centro del mismo, lo habita; así que decoraciones y espacios arquitectónicos y paisajes bien pensados, solo son el medio para reunirnos nosotros, que somos lo más importante de eso que llamamos hogar.
A veces son tantas las necesidades sembradas que nuestra vida deja de ser lo que en realidad queremos que sea; en medio de una vorágine social que no nos deja saber lo que realmente deseamos, y eso simplemente nos pasa desapercibido y terminamos desconociéndolo; por lo que nos vamos transformando en seres desconocidos también, o en almas que viven a la deriva de lo que el mundo impone que hay que tener para ser.
Emilio Rios. Venezuela
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En la actualidad esto es lo que predomina, ser quien no eres. Es lamentable, pero muy real. Las redes sociales ayudan a ello también, todos fingiendo para ser aceptados por otros. Buen artículo 👏