La gente piensa, y lo hace en forma inconsciente, ya que es como una premisa cultural; que el amor es gratis y por lo tanto está y estará siempre; que solo surge, y que por lo tanto debe persistir a través del tiempo porque sí; sin pensar en el esfuerzo que cada día implica tenerlo vivo y activo, como motor de nuestra existencia.
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Para nada que esto es real; amar requiere que paguemos un precio, y se paga en tiempo dedicado, en el trabajo mancomunado; en las muchas veces en las que hay que transformar visiones y conceptos individuales en pro de los conceptos colectivos; sea de la pareja o de la comunidad.
Lo cierto es que el amor como sentimiento complejo que es, tiene una evolución, cambia con las transformaciones de nuestros patrones de conducta; evoluciona, se adapta; se re-construye y se re-genera; y para eso, debemos tener la voluntad de permitirle el desarrollo.
Dejar de amar es como dejar de sentirse seguros; pues se percibe en forma inmediata, se llega a incluso a valorar como lo que se tiene en silencio y con poco ruido y luego se pierde; así, precisamente como cuando perdemos la seguridad.
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El amor madura y sí, puede ser perdurable en la vida; pero para eso el esfuerzo por acompañar, estar cerca, responsabilizarnos y conocernos a diario nuevamente; debe hacerse cada día, como si se luchara por algo constantemente.
Claro que no es posible hacerlo con insatisfacción; y cuando se ama es normal que atravesemos situaciones que nos inciten a negar o a dejar pasar por temor al herir o al desapego; pero con esto hay un riesgo fuerte que corremos; pues la maduración conlleva a que podamos enfrentar cada arista del camino o cada problema que surja, con la finalidad de convertirlo en una experiencia resuelta y en aprendizaje; no es el promover la negación y el dejar pasar dificultades, ya que estas crecen, toman cuerpo y se posicionan a la larga como piedras del camino difíciles de mover.
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Regenerar y alimentar el amor requiere aceptar nuestra propia inconformidad o incompetencia; sí, la imposibilidad de hacer las cosas solos, de crear programas o planes de vida en solitario; incluso aceptar la evidente y real imposibilidad de permanecer en el tiempo a través de nuestros propios hijos si estamos solos.
Aceptar la condición de seres incompletos, de que necesitamos al otro o a los otros para redimir nuestra condición humana, debería llevarnos a realizar el esfuerzo diario y justo de clarificar las situaciones vividas; de mantener el empeño; de vivir en la persistencia de la construcción de relaciones honestas, claras, directas en pensamiento y transformadoras del mundo en que vivimos.
El amor entonces si será persistente en el tiempo, con la lucha de hacerlo cada día, el eje y motor de nuestras posibilidades; pues la compañía necesaria implica una lucha necesaria porque cada relación crezca, permitiendo que lo hagamos juntos y en forma armónica.
Emilio Rios. Venezuela
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