Un día arruinado

Me levanté esta mañana con una aprehensión tremenda, tengo muchos pendientes y debía resolverlos lo antes posible. El más importante de todos es mi tesis, el último obstáculo hacia mi graduación. También quería lavar la ropa y arreglar un poco el desorden de la casa. 

Me senté a planificar mis próximos días, cuando tengo la mente dispersa, siempre ayuda poner todo en un calendario o hacer una lista de tareas. Te da tranquilidad para saber que todo irá bien, que tienes tiempo para hacer cuanto necesitas, que las personas o las metas que dependen de ti no quedarán a la deriva. Una vez que puse todos los asuntos en orden, llegó el apagón. Debía haberlo esperado, pero aun así fue desalentador, muchos de los planes para el día quedaban obligatoriamente pospuestos. Editar mi tesis, labor interminable para mí, era imposible pues mi laptop es muy vieja y no funciona si no está conectada a la corriente. Tampoco podía lavar, y cocinar sería demasiado engorroso, porque no podría usar los equipos eléctricos.

Planificación de apagones

En La Habana tenemos apagones planificados cuatro horas cada tres días. Nos podemos considerar afortunados, si comparamos nuestra situación con la de otras provincias que tienen afectación en el fluido eléctrico por largas horas y casi todos los días de la semana. Sin embargo, nadie quiere un apagón, ni a cada tres días ni a cada diez. Te cambia toda tu rutina, te obliga a dejar las cosas para otro día.

Es cierto que los apagones, al menos los que ocurren por la mañana, no solo están planificados, sino también anunciados. Sin embargo, esa planificación varía por semana y yo ya me he cansado de seguirle el ritmo. Es por eso que me coge por sorpresa y me arruina el día. Me quejé amargamente y me esposo me dijo que tenía que haber sido más responsable de estar al tanto al horario de apagones. Me irritó su respuesta porque sabía en el fondo que tenía razón, no se puede vivir en Cuba pensando que vives en un país normal y que todas las circunstancias estarán a tu favor.

¿Qué se hace en un día de apagón?

Los días de apagón necesitamos ponernos creativos. Hay muchas cosas que hacer, pero mis dos favoritas son huir y leer, que es otra forma de huir.

Huir

Hoy me fui a casa de mis abuelos, pero otros días puedo escoger ir a casa de mi mamá o de mi suegra. Como los apagones son por zonas de la ciudad, no todas tienen afectación en el fluido eléctrico al mismo tiempo. De todas formas, además de los apagones planificados están los espontáneos, por eso hoy también se fue la corriente en casa de mi abuela mientras estaba ahí, aunque fue por poco tiempo.

A veces, cuando me da por echarle un vistazo al horrible cronograma de apagones, planeo con tiempo resolver asuntos pendientes fuera de la casa el día que no tendré corriente. Voy a la Universidad, al médico, a visitar a alguien, a hacer algún tramite, cualquier cosa es mejor que estar en la casa. 

¿Por qué es tan horrible estar sin corriente? Además de que es imposible usar ningún electrodoméstico, también implica que, no sé por qué extraña razón, la conexión por datos móviles estará pésima. Por otra parte, el calor es insoportable en el verano y, considerando que Cuba tiene verano casi todos los meses del año, es insoportable siempre.

Leer

Leer siempre es un alivio en tiempos de crisis. Mi lugar favorito para leer es la puerta de mi casa, hay tanto verde afuera y también un poco de aire fresco que nunca viene mal con estas temperaturas. Además, este es el lugar de la casa mejor iluminado. Leo en mi Kindle, historias sobre los antiguos Egipto, Grecia y Roma, sobre los etruscos; leo a Cicerón, el Quijote, que más de quinientos años después me hace reír, leo la Biblia…

Leer es la salida más cómoda y paradisíaca a un apagón. Cierto es que si lees y no cocinas te mueres de hambre, porque todas las cafeterías aledañas cierran por falta de fluido eléctrico. Sin embargo, al leer puedes viajar sin mover los pies, sin exponerte al sol aniquilante, sin tener que lidiar con más voces que las del propio libro. Leer es un refugio egoísta, por eso hoy no lo he elegido, pero tengo que admitir que estoy arrepentida.