Los orígenes del vino
La variedad de uva con que se elabora el vino es la vitis vinífera, esta planta es originaria del Cáucaso y desde allí se expande por el norte de África y Europa gracias a las distintas civilizaciones antiguas desde los fenicios hasta los romanos.
La Biblia además es más explícita en el sitio de donde proviene la vid: el Monte Ararat (5.137 msnm), en Turquía, cerca de la frontera con Armenia e Irán. Según el relato bíblico, el arca de Noé encalló en esa montaña y fue allí que Noé plantó la vid.
La borrachera de Noé además de ser la primera documentada en la historia (Génesis, 9:20-27), ha sido motivo de inspiración para pintores de distintas épocas, entre ellos Miguel Ángel en la soberbia bóveda de la Capilla Sixtina con la Embriaguez de Noé.
Lo cierto es que distintas civilizaciones antiguas conocieron el vino: los fenicios, los egipcios, los judíos, los griegos y finalmente los romanos. Pongo especialmente énfasis en los judíos porque es el origen de la religión que terminará de llevar el vino a todo el mundo: la cristiana. Y es que el vino es parte importante de la ceremonia de la Eucaristía: el primer milagro de Jesús fue la transformación de agua en vino y finalmente, en la Última Cena es junto con el pan, la carne y el cuerpo de Cristo.
Sin vino no hay eucaristía, así que a partir de la edad media muchos monasterios se convirtieron en bodegas y en sitios en los que no solo los monjes producían sino también investigaban de una manera empírica sobre la vid y el vino, dentro de estos monjes destaca Dom Pierre Pérignon (1638-1715), en la región de Champagne, Francia.
De igual manera, los monjes que acompañaban las incursiones al nuevo mundo llevaban consigo sarmientos y de esta manera la vid llegó a California, Argentina y Chile y la vid demuestra de nuevo su adaptabilidad.
Es así como vemos que el vino es una de las bebidas más antiguas de la humanidad y cómo cada una de las culturas fue dándole distintos usos, tanto recreativos como religiosos o comerciales para así llegar al día de hoy a nuestras manos.