Divino tesoro

Lo siento, vengo a defender la vejez. Estoy entrando en ella, aunque todas mis hermanas dicen que me apuro en eso, y realmente apenas me mojo los pies en esa última piscina (por cierto, el agua está tibia, pero no me apuro). Y como estoy entrando solamente, esto es un intro al tema.

Cuando era muy joven y conociéndome como amante de la buena literatura, un hermano (tengo hermanos, hasta para regalar) me enseño un poema, “Elogio de la sombra”, que hacía honores a la vejez y recuerdo claramente que, aunque reconocí el buen recurso literario y la frase justa, lo menosprecie bastante y lo evalué rápidamente y hasta ayer como un justificativo precioso de quien no tiene más remedio que la aceptación.

Es una verdad de Perogrullo que toda etapa que se vive tiene su encanto propio y particular. Es terreno común y a veces trillado hasta el cansancio, el elogio de la hermosura de la niñez y de los despertares de la juventud rebosante de energías cinéticas y potenciales.

La vejez, por otro lado, suele asociarse con la decadencia y cuando en plena vejez alguien parece estar en su esplendor, constituye un elogio quitarle el calificativo de viejo y reubicarlo en la juventud. ¡Ofensa mayor!

No pretendo negar que la vejez física es inevitable y casi siempre lastimosa. Es el tiempo de colectar dolores, sorderas, cegueras y falta de agilidad, “el animal ha muerto o casi ha muerto”, diría Borges en el poema que me trajo aquí. Pero el hombre y quizás mejor aún, la mujer, es mucho más que lo que encierran la piel y las carnes. Llegó la hora de que brille el cerebro y la palabra, y que el oído sepa filtrar lo bueno y desechar la cáscara a la perfección.

Claro, brillar solo es posible si se fue puliendo con calma, durante toda la vida y no se dejaron oxidar los cerrojos que tocan abrir llegado el momento.

No es sabio el viejo porque pasaron los años, de hecho, no merece respeto solo por tener mucha edad y solo genera mi admiración la vejez a la que se llega, no la que te traen. Esa es la vejez de la que hablo: ¡divino tesoro!

 La vejez y los conceptos

La preciosa vejez no cree en los conceptos, los vive. Lo interesante es que rara vez los formula, dado que el conocimiento incorporado esta tan adherido a los huesos que difícilmente se deja mirar claramente y menos aún, dejarse atrapar en redes de palabras.

Cuando Machado, aquel tranquilo poeta español del 98, se refirió a ella como “esta segunda inocencia/ que da en no creer en nada” estaba señalando la característica más marcada de esta etapa, el dudar de todo, de verdad y sentido, no como método filosófico sino como modo de mirar la vida toda. No tiene que ser hastió ni incredulidad precisamente. Depende de la persona, pero creo que es más bien búsqueda de lo simple y despojo de las incongruencias.

La persona que arribó a la vejez desde una vida llena de búsquedas y aprendiendo a domar tormentas puede caminar con la tranquilidad de que sus conceptos no están hechos de palabras y su actuar está condicionado a la convicción de lo incrustado. De ahí la importancia de tener una vida donde lo que dejes que se te adhiera resuene contigo, y lo que no, lo elimines con un buen baño en otros rios.

Por cierto, Machado, menciona esos versos en un poema a las moscas. No creo que ningún joven lo intentara antes ni después de él. El poema es precioso, aunque ya el estilo y los recursos no son precisamente los que me gustan.

La mediocridad y las canas

Aunque no quiero parecer un compendio de lo leído, si quiero mencionar algo de lo que recuerde, leído, sobre el tema. Va a tener la ventaja que va a ser lo que recuerde y va a tener mi impresión particular, a veces incluso, en contra de lo que decía el autor original.

Ahora le toca el turno a José Ingenieros y su libro “El hombre mediocre” que leí, por suerte para mis posibles traumas, bien temprano en mi juventud. El libro está espectacular, pero no lo recomiendo si tienes cierta mayoría de edad. El problema es que el libro tiene un sinnúmero de espejos, algunos distorsionantes y puede generarte fobias o hipercriticismo. Si lo vas a beber de todas formas, ten a mano algún antídoto fuerte como algún viaje a la playa o familiares con ron jugando dominó.

Decía Ingenieros que es obligatoria la mediocridad cuando aparecen las canas. Y lo decía como una verdad igual a la inevitabilidad con que miraron al meteorito los últimos dinosaurios. No recuerdo una gota de piedad para con la vejez y llega a alabar la muerte joven o el suicidio del genio antes de que lleguen las canas.

No obstante, si menciona que existen excepciones y que han existido genialidades que han sobrevivido a las canas, pero parecieran que les molestan y rápidamente salta y ni menciona alguna ni explica como escapar de ese panorama tan gris que describe.

Es un escrito de juventud y para la juventud, por supuesto, y su genialidad es mas de recursos que de análisis metódico. Tiene razones, muchas, pero le falta la rigurosidad de una demostración de hipótesis.

Ingenieros describe la mediocridad alcanzada en el arte con la vejez a través de ejemplos concretos, pero quiere reforzar su planteamiento con ejemplos de la vida vegetal y animal que si bien los hace mediante una literatura exquisita son triviales, desde el momento en punto que apunta a la decadencia visible de las estructuras que sobreviene con el desgaste.

Ahora bien, sus ejemplos en ramas más asociadas al rasgo humano superior de la conciencia, son escasos. Por ejemplo, menciona algunos casos en ciencia como Carnot descubriendo los principios de la termodinámica con 20 y tantos años pero ya.

Olvida, Ingenieros, convenientemente a genios de teorías que requirieron una vida y fueron formuladas correcta e irrebatiblemente en la vejez, como Darwin que publicó su “El origen de las especies…” con 50 años y se mantuvo publicando y descubriendo hasta su muerte. Olvida a Mendel y sus leyes de la herencia que abrieron el camino al concepto de gen, fruto de una investigación calmada y madura, posterior a sus 40 años. Tchaikovski alcanzando el pináculo de su producción musical posterior a los 40 años y desarrollándolo de forma preciosa hasta su muerte.

 La vejez y la belleza.

No hay dudas para mí de la belleza en la vejez, pero a un concepto tan abstracto no es fácil defenderlo sin antes explicar que es para mí la belleza.

Pueden buscar en el concepto estético y de ahí movernos a nuestra percepción. “...cualidades de los objetos que hacen que estos sean placenteros de percibir..”

Si, como yo, has luchado por desarrollar tu propio sentido de la belleza y tratar de desnudarlo de lo que te quieren imponer los medios, la propaganda y los vendedores de todo, la vejez tiene la belleza de la vejez. No queramos que la vejez sea bella como la juventud.

Las ruinas del Partenón o la esfinge en Egipto, hoy, con el paso de milenios son bellas, tanto o más que recién construidas.

Es otro sentido el que me mueve a decirlo. Recién construido el Partenón, creo que admiraría más al Burj Khalifa, por supuesto. Pero las ruinas del Partenón no las cambio por el Buj Khaifa ni por todo el petróleo del mundo.

Partan de ahí, ya pueden llegar solos a por donde ando paseando mis pensamientos.

Hasta aquí, que se me van a poner hechos unos viejitos lindos leyendo esta sarta introductoria a mis boberías.

Saludos

PD. Disculpas por falta de ediciones buenas, tamaño y resolución de imágenes,....velocidad de acceso...