Juicioso, Pensador y Perezoso eran tres jóvenes cerditos, que vivían en un enorme y frondoso bosque. A simple vista era casi imposible distinguirlos porque tenían el mismo tamaño e idéntica piel blanca salpicada por motitas oscuras, pero en lo que se refiere a carácter y forma de ser eran completamente distintos.
Juicioso, tenía una gran cualidad: la prudencia. Ni en ese bosque, ni en los alrrededores cercanos existía un cerdito más serio, sensato y responsable que el. Desde bien pequeñito Juicioso pensaba que para evitar los peligros era fundamental vivir siempre alerta, atento a lo que sucedía a su alrededor. Era tan formal y precavido que el famoso refrán “Más vale prevenir que lamentar” parecía hecho a su medida.
Pensador tenía un carácter más alegre y una actitud positiva ante los retos de la vida. A diferencia de Juiciosa era un poquito alocado, pero también poseía una gran cualidad que lo distinguía de sus hermanos: la capacidad de pensar. Esa virtud le proporcionaba mucha seguridad en sí mismo ya que cuando se encontraba en problemas o debía resolver algún conflicto, le bastaba con pararse unos segundos a reflexionar y tomar la decisión correcta.
Perezoso era vago, aburrido y muy simplon, por lo que el nombre lo definía perfectamente. Jamás sentía interés por nada que no fuera el mismo y solía mostrarse huraño y antipático con todo el mundo. Como le daba igual ser un ignorante malgastaba su vida vagando de un lado a otro sin nada interesante que hacer ni que aportar a su comunidad.
——
Una vez hechas las presentaciones te voy a contar lo que sucedió un cálido día de verano en el maravilloso lugar donde habitaban. Resulta que estaban los tres cerditos en el bosque tan felices cuando, de repente, se vieron sobresaltados por la presencia de un hombre. Era la primera vez que un ser tan raro y tan grande ponía un pie en ese territorio, por lo que ninguno sabía qué hacía allí ni cuáles eran sus intenciones. Ante esta desconocida situación, cada una reaccionó de una forma particular.
Juicioso, según lo vio acercarse , tuvo una fuerte sensación de peligro y se puso en tensión.
– ‘A lo mejor viene a ver el paisaje o a recoger flores, pero por si acaso yo me largo.’
¡Ni se paró a comprobar si estaba en lo cierto! Ante la más mínima duda se escondió tras unas piedras fondo del bosque para no ser descubierta.
Al contrario que su hermano, Pensador no supo intuir el peligro y se asomo para observar detenidamente al humano. Se fijó en lo gigantesco que era, en su cara de mal humor y en la cesta de mimbre que colocaba sobre la hierba, pero lo cierto es que no se sintió amenazada hasta que vio que sacaba del interior un arco con flechas mientras miraba hacia donde el estaba.
– ‘¡Esto no me gusta ni un poco! Me da en la nariz que este tipo es lo que nuestros abuelos llaman… ¡un casador!’
En ese instante cayó en la cuenta de que tenía que escapar si no quería acabar en una olla a la hora de la cena; eso sí, debía hacerlo de manera cautelosa porque al mínimo fallo, adiós muy buenas.
– ‘Estoy a punto de ser capturado, pero mi inteligencia me librará de una muerte casi segura.’
En vez de huir preso de los nervios, optó por quedarse quieto y respirar hondo para relajarse. Después, se puso a hacer lo que mejor sabía: pensar.
– ‘Creo… creo que ya tengo la solución.’
Pararse a reflexionar fue muy efectivo pues enseguida diseñó un plan para salir del problema.
– ¡Está claro que lo mejor es hacerme el muerto!
Demostrando grandes dotes de actor se colocó boca arriba con el vientre mirando al cielo, giró los ojos para ponerlos en blanco, y estiró las patas para parecer un animal sin vida. ¡Fingía tan bien que la verdad es que daba pena verlo!
Momentos después, el cazador cogió impulso para disparar la flecha, pero al ir a soltarla algo le hizo cambiar de opinión.
– ¿Qué es eso que esta en la parte derecha del bosque? Parece un cerdo muerto. ¡Puaj, qué asco!… Será mejor que vaya hacia la izquierda.
En cuanto el cazador miro hacia el lado contrario, Pensador aprovechó la oportunidad para salir pitando y camuflarse tras unos arbustos.
Juiciosa y Pensador lograron escapar, pero ¿qué le sucedió a Perezoso? Como era de esperar no se preocupó por nada y siguió holgazaneando como si con el no fuera la cosa. Ni se imaginó el peligro, ni tomó precauciones, ni se paró a pensar en nada de nada. Inevitablemente, cayó en las manos del cazador y murio.
Juicioso, Pensador y Perezoso eran tres jóvenes cerditos, que vivían en un enorme y frondoso bosque. A simple vista era casi imposible distinguirlos porque tenían el mismo tamaño e idéntica piel blanca salpicada por motitas oscuras, pero en lo que se refiere a carácter y forma de ser eran completamente distintos.
Juicioso, tenía una gran cualidad: la prudencia. Ni en ese bosque, ni en los alrrededores cercanos existía un cerdito más serio, sensato y responsable que el. Desde bien pequeñito Juicioso pensaba que para evitar los peligros era fundamental vivir siempre alerta, atento a lo que sucedía a su alrededor. Era tan formal y precavido que el famoso refrán “Más vale prevenir que lamentar” parecía hecho a su medida.
Pensador tenía un carácter más alegre y una actitud positiva ante los retos de la vida. A diferencia de Juiciosa era un poquito alocado, pero también poseía una gran cualidad que lo distinguía de sus hermanos: la capacidad de pensar. Esa virtud le proporcionaba mucha seguridad en sí mismo ya que cuando se encontraba en problemas o debía resolver algún conflicto, le bastaba con pararse unos segundos a reflexionar y tomar la decisión correcta.
Perezoso era vago, aburrido y muy simplon, por lo que el nombre lo definía perfectamente. Jamás sentía interés por nada que no fuera el mismo y solía mostrarse huraño y antipático con todo el mundo. Como le daba igual ser un ignorante malgastaba su vida vagando de un lado a otro sin nada interesante que hacer ni que aportar a su comunidad.
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Una vez hechas las presentaciones te voy a contar lo que sucedió un cálido día de verano en el maravilloso lugar donde habitaban. Resulta que estaban los tres cerditos en el bosque tan felices cuando, de repente, se vieron sobresaltados por la presencia de un hombre. Era la primera vez que un ser tan raro y tan grande ponía un pie en ese territorio, por lo que ninguno sabía qué hacía allí ni cuáles eran sus intenciones. Ante esta desconocida situación, cada una reaccionó de una forma particular.
Juicioso, según lo vio acercarse , tuvo una fuerte sensación de peligro y se puso en tensión.
– ‘A lo mejor viene a ver el paisaje o a recoger flores, pero por si acaso yo me largo.’
¡Ni se paró a comprobar si estaba en lo cierto! Ante la más mínima duda se escondió tras unas piedras fondo del bosque para no ser descubierta.
Al contrario que su hermano, Pensador no supo intuir el peligro y se asomo para observar detenidamente al humano. Se fijó en lo gigantesco que era, en su cara de mal humor y en la cesta de mimbre que colocaba sobre la hierba, pero lo cierto es que no se sintió amenazada hasta que vio que sacaba del interior un arco con flechas mientras miraba hacia donde el estaba.
– ‘¡Esto no me gusta ni un poco! Me da en la nariz que este tipo es lo que nuestros abuelos llaman… ¡un casador!’
En ese instante cayó en la cuenta de que tenía que escapar si no quería acabar en una olla a la hora de la cena; eso sí, debía hacerlo de manera cautelosa porque al mínimo fallo, adiós muy buenas.
– ‘Estoy a punto de ser capturado, pero mi inteligencia me librará de una muerte casi segura.’
En vez de huir preso de los nervios, optó por quedarse quieto y respirar hondo para relajarse. Después, se puso a hacer lo que mejor sabía: pensar.
– ‘Creo… creo que ya tengo la solución.’
Pararse a reflexionar fue muy efectivo pues enseguida diseñó un plan para salir del problema.
– ¡Está claro que lo mejor es hacerme el muerto!
Demostrando grandes dotes de actor se colocó boca arriba con el vientre mirando al cielo, giró los ojos para ponerlos en blanco, y estiró las patas para parecer un animal sin vida. ¡Fingía tan bien que la verdad es que daba pena verlo!
Momentos después, el cazador cogió impulso para disparar la flecha, pero al ir a soltarla algo le hizo cambiar de opinión.
– ¿Qué es eso que esta en la parte derecha del bosque? Parece un cerdo muerto. ¡Puaj, qué asco!… Será mejor que vaya hacia la izquierda.
En cuanto el cazador miro hacia el lado contrario, Pensador aprovechó la oportunidad para salir pitando y camuflarse tras unos arbustos.
Juiciosa y Pensador lograron escapar, pero ¿qué le sucedió a Perezoso? Como era de esperar no se preocupó por nada y siguió holgazaneando como si con el no fuera la cosa. Ni se imaginó el peligro, ni tomó precauciones, ni se paró a pensar en nada de nada. Inevitablemente, cayó en las manos del cazador y murio.