Se aproxima el día de muertos, ya solo restan unos cuantos días para el final del mes de octubre, y con él, la celebración de halloween en la mayor parte del mundo anglosajón, pero para las personas de habla hispana, las tradiciones católicas tienen un significado tan poderoso y místico, como el propio Halloween.
El Día de Todos los Muertos, conmemorado cada 2 de noviembre marca una noche mágica, de rituales y tradiciones, en la cual, se cree que la línea imaginaria que separa al mundo de los muertos y el de los vivos, se hace más angosta que nunca.
En esta espectral noche, muchas personas pueden sentir, la presencia de algunos seres del inframundo, no importa si crees o no en estas cosas, la tradición oral relata muchas vivencias documentadas durante siglos, de apariciones y fantasmas.
Si por casualidad, te encuentras en algún bosque o cruce de caminos en esta fecha, puede que te encuentres en el sendero de La Santa Compaña una procesión de muertos y almas en pena, que por la noche, a partir de las 12:00 A.m. recorren un errante camino, marcando todos los lugares por donde la muerte reclamara próximamente un alma.
Los testimonios cuentan desde los inicios de la cristiandad, sobre esta procesión de horror en los oscuros bosques; desfile de fantasmas enlutados; sucesión de muertos del pasado; almas eternas que cargan el peso de la mortuoria vela; caminantes errantes por la eternidad; peregrinos sombríos que portan la pena infinita; espantos sin rumbo que su dolor exclaman; camino fantasmal que se abre para la muerte misma; guardando luto por un próximo difunto.
Una noche de difuntos, un grupo de jóvenes españoles deciden adentrarse a un bosque de La Coruña, con la intención de acampar al margen de una fogata, y contar historias de terror para divertirse.
Con el misterio de la noche, un leve viento aviva las llamas del fuego de aquella pequeña hoguera, encendida para relatar cuentos entre penumbras. Así fueron pasando las horas, sin que el tiempo fuera algo importante, entre risas e historias de fantasmas, demonios, y espantos. Uno de los chicos se pone de pie y le dice a sus amigos:— iré al bosque a orinar—
El chistoso muchacho comienza a armar una broma para sus amigos, así que, decide esconderse en el bosque entre dos enormes árboles de pino, para que pasara el tiempo, y sus compañeros de excursión vinieran a buscarle preocupados, —sin saber por qué él no regresaba— según su plan, y ese momento, los sorprendería con un fuerte susto.
Sin embargo, algo no salió de acuerdo a lo planeado, la oscuridad de la noche se hizo cada vez más cerrada, la luna se ocultó entre dos negras nubes, el tiempo pasó, y sus amigos no venían por él. Angustiado, el muchacho comenzó a sentir un poco de frío, al unísono que se encontraba progresivamente asustado, sin darse cuenta, se internó demasiado en el bosque, su sentido de orientación se trastorno debido a la oscuridad y los nervios, para cuando se percató, se encontraba realmente perdido y solo.
Un sonido parecido al de las cadenas cuando se arrastran, y un olor a velas de cera, llamó su atención, ocasionándole un muy fuerte sentimiento de terror que recorrió rápidamente todo su ser, a lo lejos vio una luces parpadeantes, como antiguas antorchas, que se abrían paso iluminando en la profunda oscuridad. En principio pensó, que se trataba de sus amigos buscándolo, pero lo extraño se noto rápidamente, las antorchas hacían una especie de hilera una detrás de otra, y estaban moviéndose en su dirección. Tal vez fue por instinto, por miedo, o por suerte, pero decidió esconderse detrás del árbol en ese momento y guardó silencio.
A medida que las extrañas luces se acercaban, alcanzó a contar que eran muchos más que sus 3 amigos. El reflejo de la flama en las tinieblas que acompañaban la advenediza marcha, demarcaba la silueta de hombres con una especie de hábito religioso, algo muy parecido a monjes con una capucha.
Desde su escondite, espero el paso de la macabra procesión por un camino polvoriento como las cenizas, solitario e inmerso en una niebla de color verdoso que hasta ese entonces no había visto, eran dos filas de 7 caminantes, escoltadas por un espectro mayor alto y fuerte que va en la parte de atrás, al que un vago recuerdo de su mente lo identifico como: “La Estadea.” Al frente, un hombre penitente marcaba el sendero, encabezando el ejército de la muerte, pudo ver muy de cerca a este hombre que estaba con el fantasmagórico desfile, y detalló que estaba vestido diferente, tenía la mirada ausente, sin parecer tener razón de sí mismo, como si estuviera perdido entre dos mundos, y el rostro pálido, igual al de alguien que acaba de morir. En sus manos cargaba una pesada cruz y un caldero, lo que de lejos parecían antorchas, ahora pudo detallar que realmente eran enormes velas de color negro, portadas por figuras fantasmales casi transparentes que flotaban sobre el suelo, a los que no podía verles el rostro.
El chico estaba inmutado, observando fijamente el paso de la compañía de las almas en pena, sintió como el terror hacia mella en su espíritu, cuando uno de los lúgubres caminantes voltio hacia él, mirándolo directamente a los ojos. Allí se dio cuenta con la luz de la vela que portaba, que bajo aquella oscura capucha, se encontraba el rostro de una macabra calavera, un difunto esquelético, sin ojos ni piel que ante su silencio, solo se limitó a continuar su eterno camino de dolor y pena.
Aquel, espeluznante encuentro con La Santa Compaña, marcaría para toda su vida a ese joven muchacho, quien hasta el momento de su muerte, se convirtió en uno de los testimonios, más veraces y documentados, de la existencia de esta sombría procesión de almas en pena.
Fuentes de Referencia:
Leyenda de La Santa Compaña Folclore Católico
Adaptación Especial Novela para Read Cash por mi @susurrodelmisterio
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Imágenes de adaptación y edición propia a partir vectores y bases proveídas por Pixabay y Pexel
Siendo sincero desconocía está historia. Nada más imaginar encontrarse con algo así de verdad que... Mejor no digo nada jajaja