Hay momentos de la vida en los que se espera mucho de nosotros, y por lo general nos esforzamos por dar lo mejor, estar al día y alcanzar el máximo de metas posibles. Sin embargo llega ese día, esa tarea que se pone realmente cuesta arriba, y que parece inalcanzable, aunque lo intentamos es algo que se vuelve realmente difícil. ¿Que hacer? ¿Como superar esta situación? ¿Como superar esa meta u objetivo que sabemos bien que debemos lograr? Ponemos en marcha métodos y estrategias, y sin embargo las cosas no funcionan.
Está situación me trae a memoria la lucha que debe haber experimentado un hombre del que se narra una sección de su vida, al cual se le encomendó una tarea, pero él no se sintió apto para lograrla, así que puso en marcha su propia dinámica de acción para intentar evadirla, sin embargo las cosas no salieron como el pensó, y eventualmente fue dirigido hacia el cumplimiento de su misión.
Este era un hombre que probablemente había marcado un estilo de vida que lo hacía elegible para la misión, sus conocimientos y conducta puede que lo marcaran como el indicado. Pero esta parecía ser la gota que derramaba el vaso y no estaba dispuesto a hacerlo.
(Aveces sentimos que se demanda más y más de nosotros, y entre más hacemos, más parece que se nos demanda, y eventualmente como que llegamos ese punto, ese limite, ese tope que ante nuestros ojos se ve como el limite de lo posible.)
Al intentar huir termino encerrado y sin escape, la reflexión era su única arma, y la consecuencia de ello el reconocimiento de que solo debía confiar en Dios.
Y este ultimo acto fue el que le concedió la oportunidad de salir del hoyo y cumplir con su tarea.
Muchas veces nos sucede lo mismo, lo intentamos todo dejando como ultima opción ese elemento que es la opción de opciones: Confiar en Dios.
“Encomienda al SEÑOR tu camino, confía en El, que El actuará” Salmos 37:5
