Todos queremos que las cosas vuelvan a la normalidad en una situación complicada y difícil, extrañamos los viejos tiempos y los rememoramos con nostalgia, y es un hecho que la vida tiene cierto efecto cíclico (el río busca su cauce), sin embargo hay un aspecto que debemos considerar en toda experiencia: las cosas suceden por un motivo y siempre hay algo que aprender, hay un propósito. El detalle está en que estemos dispuestos a prestar atención a lo que debemos aprender.
Atravesando por la tormenta todo se ve como un caos a nuestro alrededor, orientarse se convierte en todo un reto, la dirección correcta para trazar el camino se hace imprecisa, el Este se confunde con el Sur, o el Norte con el Oeste. De modo que el lugar más seguro es permanecer en un refugio hasta que todo haya pasado. Son esos momentos en los que por más que nos esforcemos, detener la tempestad es una tarea imposible.
Así que habiendo acabado todo, es cuando realmente podemos ponderar los efectos finales de la situación, precisar donde nos encontramos, y lo que es más importante, hacia dónde debemos ir.
La Tierra tiene lugares en los que es frecuente el paso de huracanes y torbellinos, pero resulta admirable la capacidad que manifiestan las personas que habitan allí. Por más frecuentes y devastadoras que sean las consecuencias del desastre, siempre se levantan y vuelven a construir. Se esfuerzan por hacer una vida nueva , y para ellos, el camino continua.
Por lo tanto, estas son experiencias que que nos deben motivar a seguir, no importa cuan duro sea, hay que seguir avanzando y aprendiendo en el camino.
Bienaventurados los que ponen su confianza en el Señor, ellos tendrán nuevas fuerzas.
“Entonces andarás con seguridad por tu camino, y no tropezará tu pie.” Proverbios 3:23
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