Esta es mi breve historia con la palabra, la culpable que me llevó a elegir como profesión “el mejor oficio del mundo” (Gabriel García Márquez dixit).
No hacía falta pensar mucho… ya en 2do grado la niña se sacaba puros “10” por sus cuentos imaginarios basados en frutas, flores y animalitos.
Creció en complicidad con su tío periodista, su madrina asistente social, su otro tío un ingeniero windsurfista que escuchaba música de vinilos colorinches y su madre quién -desde que tuvo registro-, mantuvo vinculación laboral con un medio periodístico local.
Muchas ideas liberales, libros raros y canciones locas de todo tipo rozaban la humanidad de la niña de larga cabellera enredada; parecía que no, pero todo hacía mella en aquella cabecita introvertida.
La tinta acompañó siempre sus sentimientos… con ella, aquellos lograban salirse de la joven –milagro que sucede hasta hoy día-.
Poesía, cuentos, cartas, historias, descripciones, letras de canciones, noticias … miles de formas. Ella había encontrado en la palabra la forma de ser libre, de tomar contacto con el otro, de fluir con sus ideas, de llegar, de ayudar, de aportar desde su lugar con aquello con lo que se sentía confiada.
Decidió entonces estudiar Abogacía (?).
Lo hizo un par de años sabiendo que estaba allí solo para no defraudar a sus padres… mientras tanto, la verba le fluía a borbotones en todas sus formas.
Hasta que un día, colgó los guantes… tiró la formalidad por la borda, giró el timón por completo y presentó formal renuncia ante sus padres, quienes azorados, recibieron de manos de la joven la libreta universitaria con la última materia de Abogacía recién aprobada. Ellos no entendían porqué su única heredera abandonaba una carrera en la que no le iba mal.
Pero el quiebre fue contundente. El destino estaba escrito hacía tiempo.
Verano sabático de por medio, su tío el periodista preguntó a la joven desorientada -con ánimo de ayudarla a decidir su futuro-… Panambí, pensalo bien, a vos ¿qué te gusta hacer?.
Ella solo atinó a responder lo que tanto amaba (siempre con miedo, porque en aquel tiempo -1993 aprox.-, el periodismo no era visto como una profesión de futuro en su ciudad).
Y… ¡¡A MÍ ME GUSTA ESCRIBIR!! dijo contundente.
Y entonces decime... porqué no estudiás Comunicación Social? le dijo el entonces docente de esa Carrera en la universidad nacional pública local.
La historia se tornó polícroma nuevamente para ella. Aquellas palabras pintaron su futuro. Delinearon su personalidad. Determinaron su forma de ser. Consolidaron definitivamente a la mujer que hoy escribe éstas líneas.
Los años pasaron y un diario local llamado El Litoral, el área de Extensión Universitaria de una universidad pública del norte argentino, el manejo de las redes sociales provinciales de un partido centenario argentino y finalmente, su trabajo fijo de toda la vida (26 años) en el área de Comunicación Institucional de la misma universidad donde se formó, le dieron la razón a aquella joven introvertida de profundas convicciones e hicieron que sus padres respiren tranquilos, sabiendo que la elección alocada, había sido buena.
Sépanlo.
Es realmente maravilloso poder contar historias en el formato que sea. Es hermoso trabajar y conocer a gente distinta e iluminada de todo tipo con especialidades, dotes de inteligencia y don de gente que trabaja en y para mejorar la calidad de vida de la gente que sufre, que necesita, que se esfuerza, que necesita prosperar, que busca aprender…
Lo repito entonces... esta es mi historia con la palabra, la culpable que me llevó a elegir como profesión “el mejor oficio del mundo” (GGM dixit).
Por eso me digo siempre y así me presento ante ustedes…. BUENA ELECCIÓN DE VIDA… LOCA DE LOS LARGOS TEXTOS.