Refutación a Sófocles
Estar vivo es verse impedido a desear lo único que nos es imposible siquiera soñar: no haber nacido nunca. Rechazar la vida, bajo este supuesto perverso, no significa quererse matar, significa pretender anular incluso el propio sentimiento de matarse; en un universo absurdo el suicidio no es una salvación, sino un absurdo distinto.
Nada repara la vida, ni siquiera la muerte. Y si hasta los astros han querido conspirar sin saberlo en la plenitud de nuestra melancolía, abandonándonos a nuestra impotencia ¿no es el universo la más perfecta máquina de tortura que un demonio pueda concebir?
Pero esto es un craso error, pues la idea que define al universo -como a nuestra vida- es precisamente la idea de lo inconcebible; es descabellado lo desconocido: pero toda verdad es en principio descabellada, y si uno se encuentra cara a cara con el abismo de la tragedia (ese abismo que nos duele pero que también nos embelesa) aprende pronto a eludir tales desencuentros con el consuelo de fantasías imposibles