Qué más da
He de renunciar para sofocar el tedio,
de todo aquello que no me sacie,
o morirse lentamente con la edad
podría considerarse agradable; sonríe que es de noche,
las perlas solitarias incrustadas en el cuerpo sucio de la oscuridad
se deleitan en su nostalgia penosa de cieno,
como babosas en la fruta fresca
con su cuajo que derrite el espíritu humano, la inercia te acompaña
como toda una vida silenciosa que conspira
contra tu sed misteriosa de muerte,
que es el beso de un fragmento de cielo nublado
sembrando océanos ausentes en una espalda imaginaria.
Estas palabras no son las mías,
mis palabras son un desierto perdido en el tiempo,
donde no existe malinterpretación posible
de este desconcierto. Palpitando escucha las cloacas
que son tus arterias delirando
suplicándote desistir en principio es la vanidad de una resistencia;
desespero,
mis palabras no hieren, atentan
bailan como un dios tembloroso sacudiéndose la ternura de su imperfección podrida;
me quiero morir
desvanecido en las pisadas calladas del invierno
donde la guerra ha devorado el pasado de mis nietos
o el futuro de mis abuelos.
Qué más da...