Monólogo de la rutina
No sé qué haré mañana, no sé qué hice ayer ni nunca, pero en este mismo momento he tomado la decisión unánime de llenar todas estas páginas con lo que sea.
Además, es buen momento. Últimamente ando muy complicado, como bajo los efectos de una potentísima droga que me obliga a pensar y a hundirme en mis meditaciones. Creo que es tristeza. Bueno, como sea, tengo que ir a la universidad, ya veré qué pasa.
(En la biblioteca a las 12:45 pm)
Empecé a estudiar en la universidad hace tres años y medio. Me han pasado muchas cosas desde entonces, y ninguna de ellas existe, creo. Tampoco sé qué hago aquí ahora, en la biblioteca, escribiendo como un obseso. Quizá no sepa bien lo que hago porque tampoco sé bien lo que no hago. En resumen, me veo incapaz de localizarme, de lanzarme desde un punto de mi vida a otro con algo de resolución, elegancia o puntería. Ando pasmado, grotesco, y la mayor parte del tiempo preferiría estar durmiendo o rodeado de animales, completamente dedicado a dejarme caer en la frescura y la inocencia ilimitadas, sin ninguna lucha sin creer en una sola competencia, sencillamente dejar crecer mínimas luces absurdas, en ausencia de toda maldad.
No cumplo lo prometido. ¿A quién le juré que aprendería a vivir? ¿Al Estado? ¿A mí mismo? ¡Ojalá esa criatura se muriese y me librase de una carga de ese tamaño! Yo no tengo fuerzas para imponerme nada. No puedo, no puedo prometerle nada a nadie de quien no esté enamorado. Sólo de esa forma podría asegurar por completo que cumpliré mis palabras, porque entonces mis palabras no serían más que sentimientos. ¿Por qué miro al cielo y veo relojería, y luego veo sus ojos y callo, y sigo callando ahora, muchos días después, cuando ella ya no está? ¿Por qué caigo con el alma equivocada, sólo crezco en la incomprensión, y por qué he caminado siempre como víctima de un hechizo, plagado de los pies a la cabeza de preguntas sin respuestas y palabras nerviosas? ¿Hasta dónde se remonta mi melancolía?
Hay algo muy persuasivo en la desaparición absoluta, en el abismo (palabra tan manoseada que cuando la digo pienso en un circo), en el auto-juicio final... No sería del todo correcto decir que estoy herido. La cosa es más leve y desesperante. ¡Y tengo sueños y metas, no seas hipócrita! Estoy muy lejos del suicidio, aunque a veces muy cerca porque éste se ha instalado dentro de mí, y se manifiesta en forma de sentimiento inconcebible e indecible, pero... ¿Y qué más da si lo digo, qué importan los anuncios si todo cuanto hago, incluidos estos garabatos, se encuentran bajo su influjo?.
Como digo no sé dónde está mi desaparición, pero la siento esperar en mi interior... ¿Puedes sentir esperar un sentimiento?
(En clase de Economía política a las 14 hrs)
Me temo que sí reconozco en mí algo firme, aunque desquiciado. Tengo algunas ideas por las que vivir, e incluso, algunas por las que morir. No las diré porque no es el momento (mis ideas no son baratijas) pero ¡sí, sí, me inunda esa ceguera, no puedo remediarlo ni renunciar a ella! Existe en mí la alegría, es más existe al lado del desastre, y éste existe a condición irremisible de sentirse acompañado de la alegría.
Es indiferente, únicamente comprendo eso. Sufría indiferencia: se apuntala en todas las partes de mi cuerpo y crispa mis labios. Pero me permite observar las muecas de bestias que hacen todos y observar ojos que no saben contemplar la vida. Es difícil ignorar esta fría indiferencia; a mí el frío me invita a dormir, y de hecho ahora mismo quisiera dormirme sobre la mesa, cerrar los ojos y congelarme. Pero por muy agotado que esté, parece que hay que intervenir en la clase, hay que hacer ruido, destrozar la indiferencia: preguntas para no morir de frío. Ante todo cuidado: no montes un espectáculo, no te sumes.
¿Dónde estás? Tu expresión limpia y tranquila, eso necesito... pero cuando te miro por segunda vez, me doy cuenta de que hay en ti enormes asimetrías, sobresaltos de melancolía, y ese trasfondo es lo que hace que pases de ser hermosa a obsesionante.
No voy a volver a mirar tu espalda donde todo es hermosamente sombrío (allí me gustaría sentarme a meditar en tranquilidad y calor). Pero, ¿Qué vive en tus espaldas? desde allí escucho el sonido del viento chocando contras los árboles, y sonidos de cosas caer... ¿Ídolos?
¿Te veré hoy? ¡Oh, no! Algo me dice que no...
(En antropología a las 16: 45 hrs)
Escucho un rumor, creo que son voces, tal vez opiniones, o quizá sentimientos, no sé. En todo caso de saberlo serían oscuros, estarían abandonados a su suerte en medio de la nada aerea. ¿Se entiende lo que digo? Intocables... El tiempo destruye mis ilusiones... ¿Todas? NO. Aún quedan algunas (que por supuesto carecen de nombre) prevalecientes, y es inexplicable que nada consiga abatirlas. Ni siquiera la costumbre.
(En cualquier lugar a las 17:55 hrs)