Monólogo de la rutina #5
Hoy no tengo nada que decir...
Resulta que estaba a las cinco pasadas de la tarde todavía en la cama, bostezando pero hambriento porque no había comido nada desde hacía al menos veinte horas cuando he pensado: es increíble, no tienes nada que decir. Cuenta algo en read.cash.
Así que me he arrancado las sábanas del cuerpo, adheridas a la carne por el sudor de mi cuerpo perezoso, porque a pesar de estar en pleno marzo sólo puedo dormir momificado, me he incorporado sobre el colchón, he puesto un pie en el suelo y luego el otro.
He vuelto a bostezar, me he frotado los ojos, he buscando a tientas las zapatillas con el pie, me he vomitado encima y al salir de mi cuarto le he pisado la cola al gato, que me escuchaba sigiloso tras la puerta.
El gato ha salido corriendo por toda la casa, yo he lamentado haberle causado daño y he entrado al baño a mear. He meado un poco dentro de la taza, otro poco por los bordes y el resto lo he echado en el suelo. Como estaba tan cansado, he decidido que lo recogería después de comer.
He ido en seguida a la cocina, pero la nevera estaba vacía y sólo he encontrado un poco de pan de molde caducado en un armario. Me he comido dos rebanadas, sin añadirle nada aparte de un escupitajo con que pretendía darle consistencia al desayuno, pero eso sólo me ha dado náuseas.
He ido al baño y he vomitado en color rojo, al principio pensé que era sangre, pero después de abofetearme, gritar y dejar marcado el teléfono de urgencias he recordado que sólo era vino.
He colgado el teléfono, he dejado sin recoger el baño porque ya me empezaba a dar auténtico asco y no quería volver a vomitar y me he puesto a buscar al gato. He mirado bajo las camas, mesas y sillas, dentro de la basura, en la terraza, tras los muebles, etc., y nada. No estaba.
Creo que ha abierto una ventana y por puro rencor ha saltado fuera. Me preocupa un poco porque hay tormenta, y no quiero que coja un catarro. Aunque supongo que, pensándolo seriamente, no tardará en encontrar un hogar mejor. Es un gato elegante, cualquiera lo querría en su hogar.
Después de buscar a mi gato durante dos insufribles minutos de angustia, me he tranquilizado en ese pensamiento, así que me he vuelto a la cama y a escribir esto. Bizcocho, si me estás leyendo, ven vuelve, te necesito: alguien tiene que limpiar el baño.