Manifiesto antipoético
No existe color impresionante en el amanecer tedioso, sólo un grisáceo pálido de piedra de sepulcro de mármol. El sol se oculta bajo la línea difusa del horizonte salpicado en llamas monótonas sin ningún significado. ¿Dónde se encuentra la poesía o el misterio en eso? ¡Idiotas sin estudios de primaria! El sol es una nube esférica de helio e hidrógeno más otros elementos químicos que sobrevive hasta quemar todo su combustible, como el resto de miles de millones de estrellas a la deriva en el universo frío e indiferente, dentro de las galaxias perdidas que las contienen. Sale todos los días por el este y se oculta por el oeste, que no son más que puntos cardinales (imaginarios) pragmáticos con los que nos orientamos. Las plantas reaccionan porque han evolucionado para obtener la energía solar a través de la clorofila y transformarlo en su alimento en el proceso conocido como fotosíntesis. Las flores, por ejemplo, son olorosas, y están coloreadas en los tonos llamativos para atraer la atención de los insectos polinizadores, proceso básico para su reproducción. Los animales, como el resto de bichos feos, también han evolucionado para obtener diferentes beneficios del sol, adaptándose tanto al calor emanado como a la visibilidad que arroja sobre la tierra. La luz eléctrica es mucho más imposible que los árboles, por ello también más asombrosa.
Si el mundo nos pertenece, si todo tiene un orden, si fue creado para nosotros, ¿Por qué distancias tan inabarcables? ¿Por qué la creación no consiste en una pequeña buhardilla bohemia que podamos sopesar? Respuesta: porque los senderos de Dios son inescrutables... esa respuesta no es sino una manera estúpida de renunciar a comprender la mecánica natural de las cosas. ¿Por qué permitir nuestra agonía ante lo efímero de nuestras vidas, en la enormidad del cosmos? ¿O Dios es un sádico que disfruta haciéndonos sentir insignificantes e impotentes? Pero el mundo no se puede asir, de modo que no existe forma de destriparlo para comprender qué esconde por dentro.
Únicamente los acontecimientos naturales imprevisibles cuentan con la dignidad de ser considerados poéticos. Y sólo el último amanecer posible, el que arrase con toda la vida que ha consentido durante su largo aturdimiento vital, en un baile fatal de destrucción cósmica, engullendo irremediablemente nuestro hábitat, cumple este requisito indispensable. A veces los poetas parecen retrasados. No hay belleza en ninguna parte, todo es sórdido, anodino, vacío, insustancial. Prefiero la ultraviolencia de un esquizofrénico drogadicto en la pantalla de mi televisor. Santifiquemos nuestros teléfonos celulares.