Las aventuras de un flâneur extraviado #1
Me gusta que me atrape un paisaje frío de montañas sin caminos. Allí me encontré con un paseante, y ambos guardamos silencio. Nos miramos a los ojos al cruzarnos. El honesto campo, pensé. Unos minutos después, alguien me toca el hombro, me vuelvo y es él.
- ¿Lo he hecho bien? Me pregunta suplicante
- ¿El qué?
- ¡Ignorarte! ¿Ha sido creíble? Es decir, yo quería pasar de largo como si...
- Espera, espera. ¿Qué te ocurre? Habla con calma, por favor
- ¡Nada, nada! ¡Ahora eres un hombre! dijo con cara de horror
- ¡Eso es injusto! ¡No sé de dónde lo has sacado!
- ¡Tú mamá, tú mamá sí que lo sabe!
- ¡Eh, eh! ¿Qué insinúas?
- ¡No lo sé! De verdad que no lo sé, ¿Por qué consientes esto? −Me preguntó con expresión de mártir amargado.
Y me largué. Exactamente; no iba a consentir que me tomara el pelo en medio de mi paseo romántico. Al cabo de un rato me topé con un campesino que iba cantando extrañamente, le seguía los pasos un perro. Yo los seguía a los dos para acabar de escuchar aquellas fantásticas sentencias:
Tú me sigues, perro negro,
porque yo te doy tu comida,
yo estoy siguiendo el camino
porque al fondo está mi vida.
¿Y qué es lo que diferencia
tu inconsciencia de la mía?
El futuro no me asusta
porque estoy enamorado
de una piedra que sonríe.
¿Y por qué me aterra el canto
de las muchachas libres?
¿Soy yo miedo andante?
Camino porque no admito
que siempre he estado perdido,
con esta voz que no es mía
puedo verme el corazón
dudando entre las costillas
¿Moriré sobre mis pasos?
¡Es tan inmenso el adiós
que me dedican las horas!
¡Es tan frío decir "sol"!
¡Tengo tanto miedo ahora!
Ya voy viendo que el amor
es una paz enterradora.
¡Es tan fácil renacer
cubierto de pesadillas!
De ellas; ¡oh perrito!
¡Qué horrible enfermedad!
a la que, sin alma, voy.
El campesino se había detenido en seco a mitad de la canción. Manteniendo ese último "vooooy" y temblaba tanto que parecía estar bailando levemente. Al instante supe que estaba en presencia de un poseso. Me alejé dando tumbos, con los ojos aún llameantes.
Mi camino estaba empezando a ser revelador, pero no sé muy bien de qué. Seguí avanzando, y en seguida empecé a encontrarme en mitad de una conversación conmigo mismo:
− ¿Por qué no te suicidas, colega? Tú tienes madera de suicida, te lo digo yo, eres dulce y oscuro como esa música arabesca que escurre sigilosamente calle abajo y termina causando derramamientos de sangre. ¿No sería una pureza irresponsable y espectacular? ¿Estimulante? ¿Hidratante? ¿Eh? Pero... tengo muchas cosas que hacer aún. Tengo que cambiar este mundo para mejor, o por lo menos provocar bondad; espera. Usted no conoce la naturaleza de mi problema.
(Sigue en...)