Estoy tan aburrido

Estoy tan aburrido que podría morirme ahora mismo y no por ello dejaría de aburrirme. (En realidad, confundo "aburrimiento" con una incierta de percepción de la "angustia". Pero si no ninguneo mi corazón llamándole aburrido no me siento contento (es decir, no siento que esté siendo justo: porque sólo existe justicia allí donde me desmorono). Y así cada palabra dicha con inocencia me abofetea, pero también creo que la hipersensibilidad es, en mi caso, una forma de escapismo hipócrita. Porque el que te abofetea no sólo te golpea, además te arranca de tu mente, te encara con la realidad del dolor: y en la realidad suceden más cosas que en mi mente. En mi mente, de paso, nunca sucede nada: a veces las ranas croan o una bandada de patos sale volando, pero generalmente es un cuadro en blanco con un poco de polvo por encima. El matiz que cobra mi angustia es, por cierto, el siguiente: para que las cosas no sean puro bla bla bla reptando patéticamente por el suelo, lamiendo mis tobillos, me finjo abofeteado y cobró vida así mediante la venganza. Y como no se necesita ser un psicópata malvado para razonar tu maldad, logro fácilmente convencerme de ser un héroe en lugar de un villano. En realidad (y espero no haber usado antes esta expresión, aunque ahora mismo no lo recuerdo y detestaría detenerme para comprobarlo) puedo defenderme arguyendo que poco daño hago para todo el resentimiento que albergo. Es decir, en definitiva, y retomando esa facilidad mía para razonar mi perversidad, que las víctimas de sarcasmo o mi cinismo deberían estarme agradecidas. Y, a pesar de todo lo dicho, ni siquiera soy especialmente malvado, sólo soy un híper-auto-crítico estúpido (lo que puede significar que nuevamente me escabullo con sofismas). Mi corazón es, para que se me entienda, una jaula con otro corazón más pequeño. Un corazón cachorro con las alas quemadas por los cigarrillos del primer corazón-jaula. Y cada vez que miro las estrellas siento que la muerte se pavonea en mi cara) [1].

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1. ¿No es espeluznante cuando una persona escribe un paréntesis explicativo más enorme que el primer texto específico, con paréntesis secundarios introducidos en el primer paréntesis abierto, de modo que el discurso se asemeja a un ridículo monólogo mecánico-digresivo donde cabe cualquier espontáneo exabrupto, tontería o frase poética-épica; y así mismo aunque puedan tacharlo de vómito sin sentido, repugnante improvisación chalada, contenga errores de tipeo e incluso ortográficos, el lector avispado sabe que el escritor ha sido completamente honesto, en un limpio ejercicio de trasladar sus pensamientos más siniestros sobre el papel (virtual o no) aún con toda la carga emocional y la posible feroz crítica que ello conlleva, de manera que éste escritor supuesto (aunque en realidad existe: estas palabras lo prueban; de manera que adjetivarlo así es otro sinsentido más añadido a todos los otros sinsentidos que pueblan este texto. No debe creerse, tras esta confesión, que el escritor pretenda o halla pretendido en algún momento escribir sinsentidos: ¿qué mente no es desordenada, poblada de sinsentidos que, sólo tras exigirlos mostrarse, sea escribiendo o de cualquier otra forma que implique darles una pátina de lógica, además de la mente de las personas superficiales?) demuestra su valentía, su mordacidad y, casi diría, aún a riesgo de sonar petulante o tentador, su atractivo emocional, con lo cual es imposible que su alma sea mortal, a pesar de cual sabemos que, como todos los "gusanos verticales" de este mundo, su alma es mortal, ergo no tiene ningún alma que demostrar?