Tenía 10 años cuando los matones de la escuela empezaron a golpear sus rodillas con los puños y a gritarme un insulto racial en la cafetería de nuestra escuela primaria. Era una palabra que no había escuchado antes, y la maestra que los hizo callar no se la explicó. Tuve que esperar hasta llegar a casa y preguntarle a mi papá antes de aprender el significado detrás de eso. Ese fue el día en que decidí que nunca más le diría a nadie que era hispana.
Dejé caer el acento sobre la "i" de mi nombre, permití que la gente me llamara Ma-ris-uh en lugar del español que sonaba Mar-ee-sa, y abracé la parte británica de mi ascendencia. A pesar de mi cabello y ojos oscuros, siempre me he visto blanco y me he identificado como tal en cada solicitud de empleo y formulario de admisión al consultorio médico que he completado. Mis raíces hispanas eran mi secreto porque nunca más me llamarían algo tan despectivo .
Al crecer como una niña blanca en una ciudad suburbana predominantemente blanca, escuché una buena cantidad de discursos y bromas racistas que solo me hicieron sentir como si hubiera tomado la decisión correcta al ocultar quién soy. Solo una vez, cuando estaba en el último año de la escuela secundaria, dejé escapar mi secreto. Inmediatamente me arrepentí después de que alguien hizo una broma acerca de saludar a mi familia la próxima vez que fueran a Taco Bell, y enterré mi secreto aún más profundo.
A medida que fui creciendo y comencé a prestar la más mínima atención a la política, me di cuenta de que la hostilidad hacia los hispanos se hacía casi palpable y la vergüenza que sentía por mis antecedentes se multiplicaba por diez. No importaba que ninguno de los miembros de mi familia fueran inmigrantes indocumentados por los que la gente sentía tanta animosidad (de hecho, somos puertorriqueños, por lo que la inmigración y la ciudadanía no son un problema), o que tenga una familia llena de profesionales de negocios, médicos y enfermeras en lugar de los trabajadores migrantes que la gente parecía temer que aceptaran trabajos estadounidenses. Nadie iba a saber sobre mis antecedentes.
Relacionado: Ser una latina blanca me protege de la discriminación, pero no me escondo
Temía que si la gente descubría que era hispana, la hostilidad que se manifestaba en los medios (especialmente en las redes sociales) se dirigiera hacia mí. Fué confuso. Por un lado, la mitad del país parece apoyar a los hispanos, así que tal vez debería solicitar esa beca para mujeres hispanas. Por otro lado, ¿de alguna manera estaba jugando una especie de carta de víctima? ¿O mi solicitud caería en las manos equivocadas y me calificarían con mayor dureza o se anularía mi aceptación? ¿Debo admitirlo en la solicitud de empleo? Una vez más, siempre he sopesado mis opciones. Un empleador potencial podría optar por una de estas tres formas: literalmente, no les importaría en absoluto cuál es mi experiencia y optarían por contratarme o no basándose únicamente en mis méritos, podrían simpatizar con los hispanos y contratar solo porque eso es lo que soy, o podrían arrojar mi solicitud por encima del muro proverbial. Es la tercera opción que siempre imaginé como el escenario probable. Incluso temía marcar la casilla hispana en el formulario de admisión de un médico. ¿Pensarían que la información que les había dado era falsa y me harían pagar por adelantado?
Quizás he sido injusto con mis suposiciones sobre otras personas. Quizás, dado el estado actual de las cosas en nuestro país, esté justificado. No lo sé. Pero lo que sí sé es que ya no me escondo y ya no me quedaré callado cuando escuche a la gente argumentar que el racismo y la xenofobia no existen . Lo hacen, y esa es la razón por la que he pasado cerca de tres décadas ocultando quién soy. Ahora, estoy haciendo todo lo posible para aprender todo lo que puedo sobre quién soy y cómo puedo defender mejor a otros como yo. Porque en el mundo de hoy, no podemos permitirnos que la gente se esconda en lugar de hablar en contra de los prejuicios y el racismo .
Elegí compartir mis antecedentes, pero todavía estoy averiguando qué significa eso exactamente. Todavía estoy tratando de aprender cuáles son mis responsabilidades como mujer hispana y cómo ejecutarlas mejor. También estoy tratando de averiguar qué significa esto para mis hijas. Después de todo, también son hispanos. Pero, ¿qué pasará si, algún día, exclaman con orgullo su herencia durante una presentación escolar? ¿Entrarán más tarde en una cafetería a cantar racistas como yo? Como mamá, mi primer instinto es protegerlos de algo tan feo. Pero otra parte de mí siente que les estoy haciendo un flaco favor al ocultarles la verdad. Tal vez les dejo decidir cuándo tienen la edad suficiente para entender esas cosas. En este momento, en este momento de mi vida, simplemente no lo sé. Lo que sí sé, sin embargo,
Un artículo muy interesante, real y verdadero, una pena que este incompleto