Capitulo 1
El punto penal. (Primera parte)
La respiración de Xande se escuchaba como la de un toro
salvaje en plena estampida, corría con sus largas piernas
en enormes zancadas, desordenado en su cabalgar, atropellándose
en su carrera, volando en su pensamiento; seguro
estaba de que era el mismo rayo, sintió que se despegaba del
suelo como si Hermes le hubiera prestado sus zapatillas aladas.
Su rostro marcaba la batalla épica que se libraba en su
interior, producto del esfuerzo; volaba, así lo sentí, lo sabía,
sí, volaba por la banda derecha y el balón rodaba con rapidez
real contraria a sus pensamientos por la banda izquierda
del campo de fútbol, espacio algo irregular diríase, muy
lejos de ser una mega construcción, más bien muy cercano a
un estadio que puede mirarse con tristes imágenes de la simplicidad.
Con las ganas y la fuerza que le quedaba luego de
esa estampida por todo el campo, el delgado joven de quince
años se perfiló cambiando de dirección desde la banda derecha
hacia el centro del rectángulo grande de la portería rival,
a un metro del punto penal y de manera perfecta, con un salto
que le hizo sentirse dueño del aire, se elevó.
Faltaban segundos de partido, solo faltaba que el árbitro
sonara su silbato para darle fin al encuentro que iba a decidir
no solo la jerarquía entre ambos grupos del club naranja sino
que iba a decidir los veinte jugadores para el equipo definitivo
que representaría al club en las nacionales de ese año.
Allí estaba la oportunidad que llevaba meses persiguiendo
y que hasta hoy le era mezquina, en menos de un segundo
perdonó todo gris vivir que le acompañó hasta ese momento,
vio todo su pasado lerdo pasar por su cabeza, y le sonrió
con esa sonrisa de despedida para siempre, porque para él,
ya no regresaría más, ya no sería más el lento que todo el
mundo señalaba cada vez que iba a entrenar o cada vez que
le daban la oportunidad de entrar a defender la camiseta
naranja dentro del campo de juego, mucho menos la Pereza
como le decían sus compañeros de equipo cada vez que
le tocaba ir por el balón y nunca le llegaba. Quería ganar
su confianza, como le decía su entrenador: «si quieres el
respeto de tus compañeros, no lo conseguirás peleando ni
enemistándote con todo el que te exija más de lo que das, ni
mucho menos queriendo hacer justicia tú solo en cada partido.
Se trata de otra cosa muy diferente, tienes que tener
actitud, respeto hacia tus compañeros, hacia tu entrenador
y lo más importante respeto hacia ti mismo, trabaja en eso
y verás que poco a poco te integrarás y te aceptaran ». Esta
era su oportunidad, era el gran salto al logro y al encuentro
definitivo con el fútbol y toda la felicidad que trae consigo,
pues ya las amarguras llegaban hasta hoy, tan grande
como el salto que hizo al encuentro con el balón, un salto
potente e imponente además de elegante. Seguro y fuerte,
su mirada estaba puesta en el proyectil que se acercaba hacia
él con una velocidad centelleante.
Encomendado a una
tarea de gloria, el balón iba directo a su cabeza y él sabía
qué hacer, pues lo había practicado una y otra vez, día tras
día, muchas horas en la mañana y otras muchas horas por
la tarde; lo repasaba acostado sobre su cama antes de dormirse
y diez minutos antes de levantarse volvía a la inagotable
tarea del repaso balompédico. En el campo después
que terminan los entrenamientos cabeceaba una y otra
vez, saltaba una y otra vez, pateaba una y otra vez y luego
repetía la misma rutina de cabeceo, saltos y patadas en sus
sueños. No quería desperdiciar tiempo alguno. ¿Cómo fallar?
No había lugar para errores. Era su balón, estaba en su
campo y era su juego. Hoy era su día, un día azul no gris,
sin lluvia, con un sol expectante viendo el partido, el día lo
tenía todo para triunfar, solo faltaba Xande y el encuentro
con el balón. El último intento y el único que debería durante
todos los ochenta minutos que duraría el encuentro, pues
al joven futbolista le costaba mucho encontrarse con la esférica.
Amaba la pelota, a su corta edad ya siente una pasión
desbordada por el fútbol.
La mayor parte su tiempo libre la pasaba con un balón,
dormía con él y en sus sueños siempre
aparecía él tras de ella, y ella sin dejarse dominar, hasta
que exhausto de tanto correr caía con rodilla en tierra y se
daba cuenta de que la bola estaba a su lado, todo el tiempo
estuvo cerca de sus pies como queriéndole decir que ella
siempre ha estado allí y que solo él no se daba cuenta, que
la distancia entre ella y él solo estaba en su cabeza ...
continuará.