Todo en la vida tiene su tiempo, la naturaleza misma así nos lo enseña, pues, el día le da su espacio a la noche y viceversa, lo mismo con las estaciones del año y con el desarrollo de todo ser vivo, no sólo el hombre, que sigue el proceso de nacer-vivir-morir.
Al contemplar este hermoso árbol de araguaney, árbol nacional de Venezuela, pienso en que nuestra vida es así, pues, al tiempo de preparación, planificación, esfuerzo y lucha prosigue el de cosechar éxitos y alcanzar logros: es el tiempo de nuestro florecimiento.
De manera especial, este árbol me hace pensar en esto porque él es de apariencia humilde, pues, durante varios meses él se muestra con sus hojas verdes como los demás, pareciera no resaltar ni tener nada especial, pero de pronto, cuando están las condiciones, y ya está preparado, se muestra en todo su esplendor.
Así también es nuestra vida, nuestros comienzos son humildes, insignificantes para muchas personas, hasta nos pueden menospreciar o burlarse de nosotros. En esos momentos recordemos al Araguaney que luego de haber pasado un tiempo de aparente inercia, florece como uno de los árboles más hermosos de toda la creación.
Además, su color amarillo así nos lo hace comprender, ya que éste es un color que llama la atención, que transmite vida, alegría, dinamismo, entusiasmo. Es lo que sucede también con nosotros cuando logramos nuestras metas, también transmitimos cosas buenas y hermosas a los demás. A veces, sin darnos cuenta, sólo por ser como somos, al estilo del Araguaney.
Como una vez me dijo mi abuelo: “No importa donde estés, si brillas, tu luz llamará la atención y llegará hasta lugares que no te puedes imaginar” Por eso, enfoquémonos en nosotros mismos, en alcanzar nuestros sueños, pues, llegará el tiempo donde lo vamos a poder disfrutar, así como yo disfruté mucho del florecer de este Araguaney.