Según la filosofía perenne, es decir, aquella que recoge los principios más universales y básicos, el objeto de la voluntad es el bien, a lo cual algunos añaden que también es lo bello. Aquí nosotros vamos a tomar estos dos elementos y los vamos a relacionar con esa capacidad volitiva en el ser humano.
Planteamiento
La voluntad del ser humano es atraída por las cosas buenas y bellas, de tal manera que mientras más bondad o belleza descubra en todo y todos los que le rodean más se dirigirá hacia ellos.
Esto objetivamente está bien planteado, el problema surge cuando consideramos las emociones del ser humano, y más concretamente aún su subjetividad y esto es cierto, la percepción de lo bueno y lo bello es relativa. Pero que sea relativa no quiere decir que no existan algunas cosas en las cuales nos podamos poner de acuerdo, sólo que esta percepción y aceptación va a depender de muchos factores personales, entre los que aquí resalto la educación y experiencias personales.
Si una persona no la educaron en aquellos valores más nobles que promueve el desarrollo del ser humano (amor, generosidad, honradez,etc) , se le va a ser difícil ponerlos en práctica.
De la misma manera, si la experiencia de una persona con respecto a algo que nosotros consideramos bello y bueno (por ejemplo, la religión) no fue agradable, difícilmente se va a sentir atraída por eso.
Aplicación
- No juzgar a las personas tan fácilmente, ya que hay varios factores que hay que tener en cuenta, por los cuáles éstas pueden rehusarse a actuar de buena manera (Educación, experiencias personales, etc.)
- Si queremos atraer hacia algo bueno y bello (realizar tal o cual acción) necesitamos presentarlo realmente así, "darle una buena publicidad", "montarle un buen marketing", por decirlo de alguna manera.
- Hacer lo que esté en nuestras manos para educar y hacer que las personas puedan tener experiencias placenteras sobre aquello que consideramos es bueno y bello: una obra de caridad, la congregación en una iglesia, el estudio, el trabajo, etc