La choza abandonada

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 El panorama visto a través del catalejo del velero era decididamente desolador, apenas algunas matas grises y un excesivo polvo en suspensión; solo una Tu-Maci, posiblemente abandonada, rompía la monotonía del paisaje. A lo lejos las cumbres de los cerros eran azotadas por el intenso viento, ese que no parece acabar nunca.

El capitán dio la orden de desembarcar, solo tres marineros y el cocinero, este último para buscar cualquier cosa que se pueda comer, las provisiones escaseaban de manera alarmante y la tripulación ya comienza a dar señales de desnutrición y hambruna, pasos previos a la rebelión.

Bajan velozmente una chalupa, los tripulantes se acomodan y comienzan a remar, el capitán mira atentamente desde el puente dispuesto a todo, si alguno hubiera dudado en aceptar la orden sería muerto de un disparo de su trabuco. La disciplina había que mantenerla a toda costa, sin darles la oportunidad de confrontarlo, así de difícil estaba la situación.

Cuesta un enorme esfuerzo físico llegar a la costa, el viento levanta olas que se deshacen en el aire empapando a todos, el frío cala hasta los huesos. Siguen remando, imposible pensar en abandonar, sus vidas dependen de ello. Finalmente, la quilla del enorme y pesado bote toca la arena y el primer marinero se apura en lanzarse al agua para arrastrar la embarcación hasta hacerla encallar. Los demás tripulantes bajan y luego de asegurarla firmemente comienzan a buscar un lugar sencillo para subir el empinado acantilado y emprender la búsqueda de animales y plantas para su exhausto almacén.

No sin esfuerzo logran subir, están exhaustos. De cerca el panorama es más desolador que desde el barco, solo algunas matas de un pasto duro como alambre, de color grisáceo atiborrado de espinas y sin nada comestible.  Hasta donde da la vista no se alcanza a divisar animales ni árboles, solo la choza abandonada que habían observado con el catalejo del capitán, un rápido cálculo demuestra que está más alejada de lo estimado, pero en vista de lo árido y desértico del paisaje es la única esperanza de encontrar algo o alguien. Apenas caminan una decena de metros y comienza a nevar, suerte perra, sus vestimentas mojadas y exiguas no sirven de mucho, el frío y el viento helado son una combinación letal, apuran el paso antes que sus miembros comiencen a entumecerse.

La tierra no es su fuerte, hace años que andan dando vueltas por los canales fueguinos, de tormenta en tormenta, de borrasca en borrasca, el mar y el barco es la vida de todos los tripulantes y allí se reconocen casi invencibles. En tierra son vulnerables, no saben dónde guarecerse, dónde encontrar comida, como evitar a los indios; pese a que se han realizado enormes matanzas los aborígenes siguen apareciendo como de la nada, hostigando sus naves, cazándolos cada vez que algún marino comete el error de aislarse.

Sólo tienen un fusil algo descalibrado y 4 tiros, no les quisieron dar más, dos machetes y una lanza con la punta gastada, casi roma, completan su ridículo arsenal. Por suerte no hay yaganes a la vista, de todas formas, apuran el paso, aunque la choza parece estar siempre a la misma distancia.

Se aproximan hasta la distancia de un tiro de piedra y lentamente sin hacer ruido observan las ruinas de la Tu-Maci una rústica cabaña de troncos y argamasa que parecía abandonada por años. Convencidos de que allí no había nadie se acercan y la rodean; en efecto, nadie a la vista.

Abren la puerta y el marinero que porta el fusil ingresa primero, dentro todo era ruinas y desolación, una pequeña mesa con la superficie llena de polvo, una silla destartalada y solo un par de cestos tejidos con fibras largas de alguna planta que ellos no recordaban haber visto; los canastos contenían semillas, tampoco sabían de que eran.

Revolvieron lo poco que allí había y no encontraron ningún alimento excepto las semillas, pero eran pocas y además en el barco no se podían sembrar, desilusionados y decepcionados solo se quedaron el tiempo necesario como para recuperar fuerzas para volver, no estaban dispuestos a continuar una búsqueda estéril en ese lugar olvidado por Dios.

Se sorprendieron grandemente al salir y ver una pequeña manada de guanacos en la puerta, los marinos se miraron sin comprender de donde habían salido, los guanacos también parecían sorprendidos, sin saber quiénes eran esos humanos. Rápidamente el portador del fusil hizo 3 certeros disparos y uno de los que tenía machete alcanzó a voltear otro con un tremendo golpe que le seccionó limpiamente la cabeza, solo dos escaparon a la matanza.

Improvisaron una especie de camilla con dos largos troncos que encontraron en un costado de la choza y los ataron para cubrirlos luego con la piel de los animales muertos, cargaron la carne y comenzaron el retorno, tendrían comida para muchos días según estimaciones del cocinero que ahora comenzaba a dar señales de recuperarse.

El esfuerzo de acarrear tanto peso hizo que no sintieran frío en el viaje de vuelta, eso y la alegría de haber hecho algo útil y extremadamente necesario.

Un día después, el viejo Yagán regresó renqueando a su destartalada choza, desde el otro lado de un cerro cercano había escuchado disparos y estaba preocupado, vio la sangre y los restos de sus queridos guanacos y comprendió que lo peor había ocurrido. Entró a su Tu-Maci y volcó en las cestas semillas que había recogido en su viaje, salió nuevamente al exterior y golpeó el tronco hueco con una maza, solo dos guanacos atendieron el habitual llamado, se acercaron y el viejo indio tomó algunas semillas y se las arrojó, los nobles animales inclinaron sus cabezas y comenzaron a comer.

El anciano lloró silenciosamente mientras observaba su rebaño diezmado. Mas algo hizo que sus lágrimas se detuvieran inmediatamente y una leve sonrisa surgió de su desdentada boca, a lo lejos algunos otros guanacos a quienes jamás había visto se acercaban, primero tímidamente, luego más resueltos; llegaron hasta su choza, observaron al viejo largamente y luego se dispusieron al lado de los dos sobrevivientes, lenta y parsimoniosamente también ellos comenzaron a comer.

 Nota: este cuento de mi autoría lo he publicado hace tiempo en Steemit y Hive.

 @hosgug

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