De cómo un cedro se convirtió en violín

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2 years ago

José Vicente es un adolescente de dieciséis años –del otro lado del mar, en un pueblo venezolano, adentro, muy adentro en el llano, –. Se crió en El Socorro, Estado Guarico, su papá es agricultor. Son nueve hermanos. Tiene buenos recuerdos de su infancia: Recuerdos de niños corriendo detrás de los pájaros, de mamá llamando para el desayuno, de leche recién ordeñada, de arepitas de budare, de queso fresco, de caraotas refritas….

José Vicente desde pequeño salía temprano para ayudar a su papá en el campo. Escuchaba el canto de los pájaros con especial atención. A veces se queda embebido y dejaba de hacer cosas. Adquirió fama de distraído ya veces lo regañaban. José Vicente, un jovencito de ademanes tranquilos y hablar pausado, de aspecto muy limpio, y pelo rizado.

Los sonidos de lluvia sobre el techo de zinc, eran para él una melodía sin par, podía dejar de hacer cualquier cosa para fijar su atención en los sonidos. La orquesta de cigarras y sinfonías de gallos. Cuando pequeño su papá le enseñó a tocar cuatro. Practicaba con sus amigos en los ratos libres.

En la escuela sacaba buenas notas. Su mamá a veces lo miraba preocupada, y lo veía tan diferente a sus hermanos y le decía

– José Vicente sal a jugar con tus hermanos, mira como ellos corren, saltan, juegan pelota, porque tu no te diviertes como ellos? – Pero José Vicente, la miró sin decir nada y se quedó abstraído escuchando los sonidos.

Le preguntaba al papá

– Papa yo quisiera estudiar música –

– Hijo, aquí no hay escuela de música y yo no tengo como pagarte una escuela de música-

Cuando tenía 14 años, estaba con su tío, y le pregunto-

Tío ¿Qué estás haciendo? –

Le contesto el tio un Instrumento de musica

– ¿Con esa lata de aceite?

Eso le llamó mucho la atención y construyó una igual. Empezó a sacar sonidos diferentes. José Vicente se sentaba debajo de un viejo cedro que le daba mucha sombra y allí practicaba con su nuevo instrumento. Un día con mucho dolor vio que el viejo cedro, el que tanto quería y que le había dado tantas horas de sombras, se había derrumbado y estaba en el suelo destrozado en muchos troncos..

Agarró uno de los troncos y construyó un violín de madera, al principio se vio muy grande, muy feo y ordinario… los sonidos no le parecían bien… quería hacerle una sorpresa al tío, empezó a lijar y lijar Con una pequeña navaja completa su obra de arte: un violín menudo, bellamente lijado, amorosamente acabado completamente artesanal.

Le hizo un estuche de cartón, recubierto de papel contacto. Empieza a tocar en las fiestas familiares y un día el tío lo lleva a un bar de la localidad, donde le ofrecen un trabajo de viernes a domingo. Un domingo muy caluroso, iba de paso un señor de Maracay y quedó sorprendido

– Muchacho que bien toca ese violín, ¿dónde aprendiste a tocarlo?,

-Yo aprendí solo-.

– Yo toco de puro oído.

– No puedo creer que nunca estudie música. Tu tienes mucho talento. Yo puedo darte una dirección y darte el pasaje para ir a San Juan de los Morros…

” Hacer la maleta, llenarla de esperanza, alegrías, inquietudes; una lagrimita traviesa se esconde detrás de la despedida, recorrer el camino verde y largo… Allí en San Juan de los Morros, el Instituto Nacional del Menor se hizo cargo de José Vicente para la alimentación y el alojamiento.

En el Liceo estudia Primer Año, pero las clases coinciden con las de música… hay que elegir… prefiere la música… Como huésped de una casa Hogar, recuerda mucho a su familia, a sus hermanos, siempre anda solo, ahora tiene tiempo para practicar deporte en su tiempo libre y le gusta jugar futbol. Aún no ha ido a ningún concierto.

Además le gusta dibujar personas montadas a caballo. El canto de los pájaros, el sonido de la brisa que acaricia los árboles, el atardecer del llano en su esplendor, cascada de música cantarina de los ríos, música ardiente de sabana, nostalgia del olor a tierra mojada. José Vicente sueña ahora con aprender a bailar, nunca lo ha intentado.

Su meta en la vida es llegar a ser un gran músico… Sabe que requiere de mucha disciplina, tendrá que convivir con su soledad… Además le gusta seguir construyendo violines.” Está listo para tocar, se prepara con aire solemne y serio, y de repente… …una cascada de arpegios y melodías surgen del pequeño violín, cual fuente de agua revoloteando y cual caballos corriendo por los llanos, alegría del alba, cantos de gallo y júbilo del amanecer, susurro del pasto fresco, sonido de las gotas saltarinas, remembranzas del crepúsculo… melodía que habla más allá de las palabras, voz dulcísima de sus cuerdas, sonidos cambiantes como la gama de los sentimientos humanos.

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