¿De dónde viene la leche que bebemos en las mañanas?
Pues de la vaca - que ha comido suficiente pasto y bebido suficiente agua, que no se ha estresado tanto por estar encerrada en cárceles agrarias o corrales, como les llamamos - que es ordeñada por el campesino - que de cosa recibe algún pago por su labor diaria, que tiene tres crías que alimentar y un pasado que no olvidar - y que se vende (una cosa o todo lo anterior) al comerciante - que necesita sacar ganacias y rentabilidad suficiente para sostener no sé qué cosas.
O pues, para no ir tan lejos, viene de la tienda, dónde se ha comprado.
¿De dónde viene el dinero con que compramos la leche en la tienda?
Pues de la pulpa del árbol talado, o de la fibra del algodón o lino recolectado para ser transformado en papel y convertido en billetes que - luego de varios procedimientos técnicos, tecnológicos, políticos y económicos - resulta adquirir un valor determinado por factores que, a momento de descanso, no se comprenden con facilidad.
O pues, nuevamente, para no pensar tanto, viene del trabajo realizado y a cambio de lo cual ha sido entregado, a título de pago.
Y así, podemos ir desenmarañando nuestra realidad. Deconstruyendo, como dicen que dice un autor por ahí (un tal Foucault) todo aquello que nos rodea, para así verdaderamente acercarnos al punto de entender, de saber, de experimentar.
Algo así es lo que sigue haciendo Daniel Mendoza Leal, con la serie Matarife: Un genocida innombrable.
Acá el segundo capítulo de la primera temporada:
Sea la Verdad dicha.
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la lectura sobre genocidas no me interesan.