Y llovía...
Septiembre creo era le fecha cuando todo sucedía. Hacía tiemp ya que no caía una lluvia tan fuerte como la ue nos azotó. Por primera vez en un buen rato nadie salió a buscar nada, todo se quedaban en casa, atentos pero impacientes.
El torrencial chubasco hacía recordar los años en donde una fuerte lluvia arrasó con centenares de viviendas que nunca se recuperaron, fueron muchos los afectados que impotentes vieron como su hogar se iba consumiendo y dispersando a través de esas crueles gotas.
Aún puedes sentir los gélidos gritos de las victimas que se llevó la gran inundación. Muchos no se salvaron, otros llegaron a morir en altamar, ya que la corriente fue devastadora. Los que con fortuna pudieron salir ilesos, se quedaron sin nada, algunos hasta perdieron a su familia.
El comienzo de una nueva era, así lo llamaron los politicos. Prometieron ayudar a todos los damnificados, pero la realidad es que quizá solo ayudaron a un 10% de todos, para poder así hacer campaña. A esos los reubicaron en los adentros del país. Los demás, fueron abandonados a su suerte, y desde los cimientos, volvieron a levantar un pueblo condenado por la madre naturaleza.
Humildes inicios, pero se pudo, sin ayuda de ningún ente gubernamental, poco a poco fuimos creciendo como sociedad, solo exceptuando los años de elecciones, donde los veíamos pavoneándose y tomándose fotos con la gente humilde del lugar. Muchas veces los corrimos, porque fuimos dignos. Cuando más los necesitábamos, solo nos dieron la espalda.
Vi madres perder a sus hijos, por una fuerte llueve sin precedentes. Hombres de bien, perdiendo sus negocios, y una tristeza colectiva. Pocos se levantaron, pero pocos fueron suficientes para renacer como el Fénix, y mantenernos así con el tiempo.
Las luces del norte anunciaban que on todo gusto, habían resuelto nuestro problema, mientras que nuestras casas se venían abajo porque la ayuda nunca llegó. Hoy esa cicatriz quedo marcada en nuestra piel, en la piel de aquellos que vivimos ese desafortunado evento.
Por eso no podemos evitar sentirnos así, cuando aquella lluvia comienza a hacer acto de presencia, porque es un recordatorio de que, si así lo quiere la naturaleza, nuestro tiempo se acorta, sin derecho a podernos quejar.
Porque así comenzó ese día, y llovía... y llovía...
Foto de portada por Sourav Mishra en Pexels