Tú podrías ser inmortal sin saberlo.

Cuando respiramos y pensamos no solemos considerar que de un minuto a otro bien podría abrirse la tierra y nosotros morir. No lo hacemos, claro, porque es muy improbable . No sería razonable, es cierto. Sin embargo nadie de manera seria negaría que es perfectamente posible que algo así pueda pasar.

En todo caso, por esa improbabilidad, difícilmente pensamos que moriremos en los próximos minutos. Esta es una de las tantas suposiciones que hacemos en nuestra vida diaria. Cualquier persona lo hace por razones prácticas, no tiene en realidad nada de malo en este sentido.

Imagina por ejemplo, el caso de unos niños estudiantes que cada día notan que su profesor llega a clases. Con el paso del tiempo se van dando cuenta de más o menos cuál es la hora en que él ha estado llegando. Estos niños entran primero en el aula y esperan a que aparezca.

En esta situación se está dando una suposición: creer que el profesor llegará siempre cada día al salón. Ninguno de los niños pensó, en el ejemplo, que el profesor quizá no venga.

Los niños sin saberlo han hecho un razonamiento inductivo, el cual consiste en tomar unos casos particulares y concluir que son universales. En el ejemplo los casos particulares son las veces anteriores en las que el profesor fue a la clase; mientras que lo universal sería la idea de que el profesor siempre va ha llegar.

Algo parecido hacemos todos con la muerte, de la que quiero hablar en este artículo. Actuamos aquí como si fuesemos los estudiantes, esperando cada día a que llegue el profesor. Es decir, suponemos que siempre la muerte va llegará en algún momento. Aunque quizá cueste creerlo, no es necesario que siempre ocurra la muerte.

Al igual que los alumnos, hemos visto a lo largo de toda la historia de la humanidad que siempre la muerte le ha llegado a nuestros antepasados. En base a esto hemos concluido, de manera casi innata, que siempre llegará la muerte a todos, es decir, que los humanos somos mortales.

Sin embargo, desde la filosofía y la lógica no podemos afirmar con absoluta certeza lo anterior. Como podrás notar, la idea que tenemos de la muerte se basa también en un razonamiento inductivo. Tomamos casos particulares y llegamos a conclusiones universales.

Si bien es cierto que esos casos particulares se han visto continuamente a través de toda la historia humana y de los seres vivos en general, también es verdad que no son todos los casos que se verán en un futuro. Pensar así sería igual que considerar que el profresor siempre llegará porque antes no ha faltado.

Es posible, en rigor, que ocurra una excepción.

El razonamiento inductivo sirve tan solo para apoyar un idea, la hace ver más probable y es útil por eso. Pero no para determinar que algo siempre va ha ocurrir de determinada manera. No funciona para establecer principios universales.

En ese sentido la muerte no es en lo absoluto un principio universal conocido que siempre ocurre necesariamente en el cosmos.

Curiosamente, podríamos entonces decir que es perfectamente posible que exista un ser humano inmortal. Puede ser cualquier persona incluso tú o yo, aunque no lo sepamos.

Por lo visto, no tenemos una manera de demostrar si una persona es o no mortal. Y mientras esto sea así, la idea de si podemos vivir para siempre solo puede intentar demostrarse desde la filosofía. A mi parecer, la ciencia no podría, porque no abarca el estudio de lo metafísico. Solo estudia aquellos fenómenos ligados a lo físico o al menos a través de un método experimental, por lo que está limitada para estos temas.

Muchas veces las cuestiones filosóficas nos hacen observar el mundo de otra manera. Resultan como ideas extrañas a nosotros, desafían nuestra intuición como si estuvieramos en un sueño. No solo tiene que ser sobre la muerte o dios. Los temas filosóficos que pueden cambiar por completo nuestra visión del mundo están a nuestro alcance y al lado de nosotros cada día. Es curioso observar que en nuestra vida cotidiana, tan cerca de nosotros, pueden estar ocultas las claves para entender los mecanismos más profundos y metáfisicos de la realidad.

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