El Libro Egipcio de los Muertos—

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4 years ago (Last updated: 1 year ago)

[...] He aquí que deslizo el cerrojo de la Puerta que se abre ante los misterios del Mundo Inferior. ¡Abrid la Vía a mi Alma hacia la morada de Osiris! ¡Que pueda acceder a ella con seguridad! ¡Que salga de ella en paz! ¡Que no sea repelida a la entrada e impulsada a retroceder! ¡Que le permitan entrar y salir a su voluntad y que la Palabra de la Potencia sea triunfadora! ¡Que sus mandatos sean cumplidos en la morada de Osiris! ¡Oh, Espíritus divinos, observad! Mi Alma marcha a vuestro lado. Ella os habla: está también purificada como vosotros, pues la balanza del Juicio se ha declarado a su favor.

—Fragmento del Conjuro I Libro Egipcio de los Muertos.


DE TODOS LOS PUEBLOS de la antigüedad, ninguno ha manifestado por el misterio de la muerte un interés tan apasionado y exclusivo como el egipcio.

En las primeras épocas, el rito mortuorio (privilegio del faraón y de los altos funcionarios) establecía que al morir, el difunto se convertía en un Dios, alcanzando la inmortalidad en la Duat –el inframundo–, con todas sus prerrogativas. Pero, con el paso del tiempo, el resto de los mortales también pudo ser merecedor de alcanzar esta vida inmortal en el Más Allá, siempre que cumpliese unos rituales muy precisos.

Un repertorio de conjuros, encantamientos y súplicas eran grabados en las cámaras sepulcrales, en los sarcófagos y ataúdes, y más tarde inscritos en rollos de papiro, con el objetivo de asistir a los difuntos en su viaje. Toda persona ambicionaba poseer las «Palabras de Poder», las fórmulas para devenir un dios, para sobrevivir en la tumba.

Así nació «El Libro». Los egipcios pretendían que estaba inspirado por el propio Thoth, el dios de la sabiduría, la escritura, la música y los conjuros, y es este dios quien habla por la boca del difunto, quien revela la voluntad divina: "¡Salve, oh Osiris, Toro del Amenti! ¡He aquí que Thoth, Príncipe de la Eternidad, habla por mi boca! [...] En tu Nombre, yo salgo al combate. Soy Thoth, que hace triunfar a Osiris frente a sus enemigos, cuando son pesadas las palabras en el gran Santuario de Heliópolis."

La existencia del Libro de los muertos era ya conocida en la Edad Media, mucho antes de que su contenido pudiera ser entendido, y desde que fue descubierto en tumbas quedó claro que su temática era religiosa, lo que condujo a una errónea idea generalizada de que se trataba de un equivalente de la Biblia o el Corán. Fue Jean Francois Champollion quien en 1822, tras examinar algunos de los papiros del Libro de los muertos, lo identificó como un ritual funerario. En 1842 Karl Richard Lepsius, fundador de la ciencia de la egiptología, publicó la traducción de un manuscrito datado en la época Ptolemaica con el título de «Das Todtenbuch der Ägypter» («El Libro de la Muerte de los Egipcios»), acuñando así el nombre, que si bien no es el título original de estos textos, ha perdurado hasta nuestros días.

Las voces para salir a través de la luz (rw nw prt m hrw) es el nombre con el que los antiguos egipcios denominaban al texto funerario que hoy conocemos como “Libro de los Muertos”. Convencionalmente, también traducido por los egiptólogos como Libro de la Salida al Día o Libro de la emergencia a la luz, éste era parte de una tradición de textos funerarios iniciada por los más primitivos Textos de las Pirámides y Textos de los Sarcófagos, que se inscribían sobre muros de tumbas y en los ataúdes respectivamente (de ahí sus nombres), y no sobre papiros.

No existía un único y canónico Libro de los muertos. Los papiros supervivientes contienen una variada selección de textos religiosos y mágicos y difieren notablemente en sus ilustraciones. Algunas personas encargaban sus propias copias del libro, tal vez con una selección de los sortilegios que consideraban más importantes para su propia progresión en la otra vida. Podía tratarse de una elección más o menos extensa —algunos ejemplares conservados en rollos de papiro alcanzan los cuarenta metros— y era sin duda un producto caro, por el que se podía pagar un deben de plata, algo así como la mitad de la paga anual de un campesino.

Pero, para los egipcios, el valor de este texto era incalculable, ya que consistía en una serie de sortilegios mágicos destinados a ayudar a los difuntos a superar el juicio de Osiris, asistirlos en su viaje a través del inframundo, y alcanzar la campiña o marisma de Aaru, en la otra vida, el lugar paradisíaco donde reinaba Osiris, y morada también de Ra Hor-Ajti, Seth y otros dioses importantes. Tales fórmulas se inscribían en rollos de papiro y en las vendas de lino de las momias, las paredes de las tumbas, los sarcófagos y los elementos del ajuar funerario del difunto. Sin ellas, la persona fallecida podía sufrir una segunda muerte que significaría su total aniquilación.

El Libro de los muertos fue comúnmente escrito con jeroglíficos o escritura hierática [1] sobre rollos de papiro, y a menudo ilustrado con viñetas que representan al difunto y su viaje al más allá. Era el sacerdote quien recitaba las primeras fórmulas del Libro durante la ceremonia funeraria, cuando se trasladaba el sarcófago a la tumba. Una vez allí, se practicaban rituales para revitalizar los sentidos, entre los que se contaba el de la Apertura de la boca [2], por el que se abrían mágicamente los ojos, las orejas, la nariz y la boca del difunto, quien, una vez recuperados los sentidos, emprendía su viaje por el Más Allá.

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Notas

[1] La escritura hierática, más sencilla y estilizada, se desarrolló en paralelo de la escritura jeroglífica (que no era la más adecuada para escribir con cálamo en papiros), permitiendo a los escribas del Antiguo Egipto escribir de forma rápida, simplificando los jeroglíficos. Fue, durante amplios periodos, la escritura utilizada en textos administrativos y religiosos.

[2] Los antiguos egipcios creían que para que el alma de una persona pudiera sobrevivir en la vida futura necesitaría comida y agua. El ritual, denominado por los egipcios uep-rá, implicaba la animación simbólica de una estatua o una momia del fallecido mediante la magia de la apertura de la boca y los ojos para que pudiera respirar, comer, ver y hablar.

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