Bitcoin tiene la posibilidad no sólo de ser dinero, sino de ser una nueva clase de dinero, con mayor utilidad que el dinero al que estamos acostumbrados.
El dinero fiat no permite realizar pagos muy pequeños a distancia. No pagas cinco céntimos a un creador de contenido que se encuentra al otro lado del mundo, no porque sea técnicamente imposible sino porque es económicamente inviable o demasiado complicado como para que la mayoría de la gente considere que vale la pena hacerlo. Las criptomonedas tienen el potencial técnico de permitir esta clase de pagos de manera muy sencilla para el usuario, y algunas de ellas (Bitcoin Cash por ejemplo) pueden hacerlo a costes muy reducidos, lo que lo hace económicamente viable.
Pero esto significa abrir la puerta a una enorme cantidad de transacciones de importes muy bajos, que hasta ahora nadie realizaba porque no eran viables, ya que no se justificaban técnica o económicamente. Aún no sabemos hasta qué punto este mercado puede crecer, pero quizás estas transacciones lleguen a suponer un porcentaje muy significativo del total, permitiendo todo un conjunto de actividades económicas que se tornen dependientes de esta clase de pagos.
Esto significa que escalar la capacidad del sistema para el tipo de transacciones a las que estamos acostumbrados va a ser claramente insuficiente. Cabe esperar que la facilidad para generar transacciones y su bajo costo produzcan un enorme aumento en la demanda del uso de la red para transacciones de muy bajo importe (vea lo que está sucediendo con noise.cash y servicios similares), lo que debería impulsar al ecosistema hacia un entorno técnicamente capaz de satisfacer esa demanda de manera eficiente, de modo que los suministradores puedan satisfacer plenamente esa necesidad de uso, junto con la procedente de los usos comunes del dinero fiat.
Eso significa que no tiene demasiado sentido comparar con las transacciones que hoy hacen empresas como las operadoras de tarjetas de crédito, salvo como objetivo a medio plazo. El objetivo real de uso para las criptomonedas no es solamente sustituir a los medios de pago tradicionales de manera descentralizada, sino permitir un notable incremento en el número total de transacciones a un coste bajísimo por cada transacción, de modo tal que ese coste agregado para todos los usuarios supere con creces los costos generados por una red plenamente descentralizada y segura. Llegados a ese punto, no sólo cabe esperar un crecimiento orgnánico imparable, sino la sofisticación que la competencia entre desarrolladores y mineros introducirá en el mercado y la consecuente reducción adicional de costes. Hablar de bloques con un tamaño de 32mb, 256mb o 1Gb puede ser razonable para el medio plazo, pero el largo plazo nos demandará capacidades mucho mayores.
Personalmente, tengo plena confianza en la capacidad de los equipos de desarrollo comprometidos con el ecosistema de Bitcoin Cash y en los mineros SHA-256 para lograr tales objetivos, y en que la Ley de Moore irá resolviendo holgadamente las necesidades técnicas más concretas, tal como lo ha venido haciendo hasta ahora. Mientras los desarrolladores continúen manteniendo un perfil bajo, libre de enfrentamientos, resolviendo los conflictos mediante la negociación y manteniendo la plena sintonía con las necesidades del mercado, creo sinceramente que Bitcoin (BCH) tiene un brillante futuro por delante.