Deseos
( Extracto de una jugosa experiencia )
Por Marcos Fuentealba.
Fue un día inusual desde que abrí los ojos. Fue un día de esos en los que usual y casualmente uno no planea lo que vaya a suceder, pero sucedió. ¿Será que muchas de las situaciones no planeadas nos marcan de una manera especial?
Luego de habernos mojado un buen rato en el mar, después de que ellos (ella y él) surfearan olas, bucearan en las profundidades, se arrojaran al agua una y otra vez cual ave que desde lo alto desciende a buscar su alimento, o como un misil, a panzazos, correteando, chapoteando y mojándome para hacerme gritar como a ellos les gusta escuchar, de que jugaran a un sinfín de juegos que fueron producto del vivir instantáneo, o simplemente caminaran hacia las olas por el solo disfrute de estar ahí; cómo la marea comenzaba a subir y las aguas a agitarse con cierta violencia, nos quedamos en la orillita. Por unos breves instantes, cada uno, ella con sus 9 años, él con sus casi 11, y yo con todos los míos, se quedó en un silencio.
Y aunque éramos tres, y cada uno a solas con su ser, había un hilito que se empezó a enredarnos. No sabría decir si pasaron 20 segundos o 5 minutos, pero fue una de esas quietudes que te dan nuevos aires. Ese silencio que indicaba, irónicamente, que la marea al ponerse violenta era una aguafiestas, pero seguidamente el silencio se volvió acción.
Para romper ese silencio que ya terminaba con su tarea, decidí buscar piedras chatas y lisas para hacer “ sapito ” sobre la superficie del mar. La propuesta gustó luego de ver la magia de la fuerza centrífuga y la velocidad de la piedra que rebotando sobre el agua saltando olas. Al fin se nos cansaron los brazos, pero las piedras aún tenían mucho para dar. “Tomá, tirala y pedí un deseo” me dijo ella con sus nueve primaveras. Mientras iba por el aire, la piedra no yo, por detrás mío se escucha “pero no digas el deseo eh”. No pasaron muchos deseos surcar el aire que él con sus casi 11 veranos, ella y yo empezamos a romper la ley de los deseos… sí, la piedra cortaba el aire impulsado por nuestra viva voz que pronunciaba cada deseo. Hasta que el sol volvió a salir por segunda vez en ese día para mí:
- Deseo no desear . Dijo ella en tono burlón y una sonrisa picaresca.
- UUhhhh, pero no vas a poder pedir más deseos . Expresó mi adulta lógica.
- Yo deseo que ella vuelva a desear. Habló él, como un verdadero hermano.
- Mmm…. deseo desear siempre.
Volvió quebrar el silencio ella y esa piedra llegó a las profundidades de mi corazón. ¿Cuánta gente que ya no tiene deseos camina sobre el suelo en vez de aterrizar en sus sueños? ¿Cuántas veces dejamos de desear? Y un sin número de preguntas que me lanzaron como piedra a un mar de sueños y deseos, mientras que la corriente del mar se llevaba nuestros deseos a lo profundo de nuestro ser. Como salida de la nada, absortos nosotros en nuestro ensueño, llegó la abuela para que ellos podrían secarse para poder subir al auto.
- Deseo desear siempre. Dije dándome vuelta para arrojar mi primer deseo verdadero.
Hola! Marcos fuentealba soy yo, y "Extracto de una jugosa experiencia" seria una especie de subtitulo haciendo alusión a que el relato está basado en una experiencia real. No hay problema por preguntar 😉 Saludos!