Parte de nuestro trabajo en el campo del ajedrez en las escuelas se refiere al reconocimiento de los valores educativos del ajedrez que pueden ser estudiados y desarrollados en escuelas, liceos, universidades y bibliotecas del mundo, Esto es parte de nuestra visión y de nuestro interés en que se difunda como una causa a favor de la promoción de mejores hombres y mujeres para nuestra sociedad del siglo XXI.
Dentro de esta visión, llegamos a considerar que la causa del ajedrez escolar está asociada con el ajedrez como derecho universal y como patrimonio cultural de la humanidad.
Confirmando esta posición, Blanco (1993), en una propuesta presentada ante el LXIV Congreso FIDE reunido en Curutiba, Brasil, en 1993, afirmó:
El ajedrez es una obra colectiva. En el transcurso de los siglos, a través de la práctica y memoria de las partidas de ajedrez, millones de hombres y mujeres de diferente posición socual, raza, credo político y religioso, se han convertido en las ruedas anónimas de este instrumento de entretenimiento y promoción cultural.
En particular, cabe destacar la labor de los maestros de ajedrez, que han vivido y padecido intensamente sus muchos conflictos y emociones, sus grandes alegrías y derrotas, todo en un mismo plano: el plano intelectual. Muchas de sus obras constituyen verdaderas muestras de arte por su belleza y armonía y por ser síntesis de elevado intelecto humano: obras indestructibles que parecen vigorizarse con el tiempo.
el ajedrez ha dado a los hombres un mensaje de elevación intelectual, llevándolos a superiores del conocimiento y proveyéndolos de una fuente inagotable de emociones.
El desarrollo histórico del ajedrez nos permite considerar que esta actividad tendió un puente entre Oriente y Occidente, comprobándose que después de una transmigración continental de muchas centurias, su encanto original se ha mantenido intacto a los ojos de las nuevas generaciones.
Muchos de sus cultores estiman que su estudio y su práctica sistemática pueden desarrollar una serie de virtudes o habilidades como ninguna otra actividad del ingenio humano. Sin embargo, sólo unos pocos elegidos han podido vislumbrar los maravillosos tesoros ocultos a los ojos del profano.
Todos estos valores han sido puestos por el ajedrez al servicio de la humanidad; miles de notables pensadores y hombres de acción (filósofos, científicos, literatos, compositores, militares, políticos, hombres y mujeres comunes) han bebido y disfrutado en las fuentes del más universal de los juegos: el ajedrez.
En tal sentido, consideramos que, por sus valores intrínsecos, el ajedrez debe ser considerado derecho universal. Para ello se necesita una promoción y una protección muy particulares por parte de los diferentes gobiernos del mundo porque todos sus valores, aunados a una presencia civilizadora de más de quince siglos, nos permiten reconocer en el ajedrez una vía enaltecedora del espíritu humano y, por lo tanto, una parte valiosa de nuestra herencia planetaria.
Aspiramos haber abierto las puertas de un debate más amplio que permita a la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO) considerar oficialmente al ajedrez como patrimonio cultural de la humanidad.
Es hora de que el puente que unió a Oriente con Occidente sea reconocido, apreciado y cultivado por los hombres y mujeres, sean cuales fueren su condición y su nacionalidad