Hormigón horizontal
Me escribía Atandome (https://noise.cash/post/ljgj75mg) que al leer ‘La esfera luminosa’ se acordó de mí. Y nos regalaba un parrafito que fue el que le hizo acordarse. Parece mentira que, en estas redes sociales, podamos congeniar de tal manera que lleguemos a conocer los gustos, preferencias e inclinaciones de otras personas ¡sin haberlas visto jamás ni saber cómo son en la vida real!
"Aquella ciudad conseguía inspirar un profundo sentimiento de nostalgia que antiguas ciudades de historia milenaria eran incapaces de producir, las cuales, de tan viejas, al final no tenían nada que ver con uno, no lograban despertar sentimiento alguno. Una ciudad joven como aquella te retrotraía, en cambio, a una época pretérita pero reciente: la época de tu infancia y juventud, la de tu propio pasado, tu particular era de antigüedad".
“La esfera luminosa” - Cixin Liu.
Efectivamente, solo por ese parrafito, ya me he decidido a leer ese libro. Y les contaré por qué me parece tan fascinante en términos de ciudad, que como ya saben, es un tema que me apasiona.
Ya he mencionado alguna vez que en Europa, el Movimiento Moderno reivindicaba ciudades funcionales que rompían con las tradiciones del pasado. Nada de decoraciones ni cosas superfluas, nada de antiguas técnicas.
Ya se podía aprovechar el hormigón, los ventanales, los aparatos de aire acondicionado, los ascensores… ¿por qué obcecarse en edificaciones de baja altura con mampostería y simulaciones de estilos pasados? ¿Por qué pensar en ventilación y soleamiento si ya había máquinas que ventilaban e iluminaban?
También mencioné que esto dio paso a una corriente futurista que se inspiraba en la tecnología (las máquinas, las fábricas, las centrales nucleares…) para diseñar la ciudad. La ciudad no era solo un lugar. Era también una muestra del poderío tecnológico y constructivo de una nación. Una reflejo orgulloso de la potencia técnico-tecnológica nacional.
No es de extrañar, que las ideas futuristas cuajasen bien en estados totalitarios como la España de Franco o la Italia de Mussolini. Pero podría decirse que no tuvo mucho más recorrido porque, en general, no contaron con la colaboración del liderazgo político.
Excepto que...
En la Unión Soviética, la cosa fue más en serio porque encontraron un gran acompañamiento ideológico. Romper con el pasado, con las fachadas rebuscadas, con los adornos, etc. era romper con la época zarista. Todo eso era el pasado (y el pasado pisado). Los soviet o bolcheviques, necesitaban una ciudad y una arquitectura que acompañase su discurso y que enterrase para siempre el recuerdo de las ciudades zaristas, de su pasado y hasta de su estirpe (ya conocerán la historia de Anastasia Romanov, llevada al cine muchas veces).
En las ciudades soviéticas, prosperaban los enormes bloques de hormigón armado donde cada camarada tenía el mismo espacio mínimo que un camarada de igual rango. Como numerarios de una masa de trabajadores-hermanos, vivían masivamente en bloques de viviendas sin demasiadas diferencias entre sí.
Era el fin del individualismo y la vida en una comunidad igualitaria (ni de broma, pero ese era el discurso).
Las personas eran como piezas intercambiables de una enorme máquina social mayor: la madre patria. Y como tales, debían ocupar su lugar. Un departamento austero en un gigantesco conjunto monumental. No importa quienes viven en cada celdilla... importa el conjunto. No importa el individuo, importa la patria.
Esa idea se trasmitiría a través de la arquitectura y de los relatos de la ciudad. Se trataba de abrumar al individuo y recordarle constantemente lo insignificante que era en comparación con el fin superior al que debe destinar su vida.
La MADRE patria, como buena madre, no hace diferencias entre sus hijos. Y uno/a, debe dar su vida por su madre.
Para diferenciarse de la ‘decadente burguesía capitalista occidental’, hasta plantearon rascacielos ‘horizontales’. Ningún camarada está por encima de los demás, así que todos los soviets de mismo rango han de vivir al mismo nivel y en las mismas condiciones.
No hace falta que les cuente la perversión del comunismo que hicieron los soviets. O tal vez sí debería… pero mejor lo dejo para otra ocasión, por el momento.
La cuestión es que una ciudad soviética que añora el pasado, que recupera ese romanticismo lleno de decoraciones y pomposidad propia de la época zarista, nunca hubiera sido posible en la URSS.
¿He dicho nunca? ¡No! Solo... hasta ahora.
Se lo contaré en próximos artículos.
Si quieren, claro.