Los abuelos: Seres especiales.

"Se nos van los abuelos
y nos dejan tan solos
sin helados ni cuentos.
Se van y nos quedan
acurrucados dentro
y como son tan fieles
vuelven de sueños a sueños..."

Con este fragmento de poema tomado de Ramón Luis Herrera, inicio este tema de hoy, dedicado a esos seres especiales que marcan nuestra vida: Los Abuelos.

Desde que llegamos a la vida ellos nos reciben con los brazos abiertos y el corazón repleto de amor. Nos acurrucan en su pecho y entre risas y tiernas miradas nos arrullan con viejas y gastadas melodías, aprendidas probablemente de sus abuelos, esos que de alguna manera también marcaron sus vidas.

Vamos creciendo poco a poco, y ahí están ellos siempre a nuestro lado, acompañándonos en nuestros primeros y tambaleantes pasitos, curándonos los raspones y con un beso siempre a flor de labios y una mano extendida.

De su memoria llegan los primeros cuentos e historias, también leídos de esos libros que se les antojan hermosos y llenos de esa sabiduría que están convencidos que necesitamos adquirir, y que ellos nos pueden obsequiar.

Cómo olvidar esos dulces o platillos deliciosos que en su mayoría preparaban para nosotros, o en algunas ocasiones compraban en la tienda para agasajarnos, sabiendo que eran los preferidos. O aquellos zumos o helados que calmaban nuestra sed luego de retozar con los amigos en los calurosos días de verano, o esos té que nos calentaban hasta el alma durante los inviernos...

Los abuelos colman nuestra vida de felicidad, si bien los padres también. Pero ellos tienen un no sé qué especial y único, malcrían en el buen sentido de la palabra y se desviven por sus nietos sin pedir nada a cambio.

No en vano el escritor estadounidense Alex Haley expresó estas sentidas palabras, con las que seguramente muchos de nosotros concordamos: "Nadie puede hacer por los niños pequeños lo que hacen los abuelos. Los abuelos sueltan polvo de estrellas sobre la vida de los niños pequeños."

De ellos recibimos guía sabia, experiencias y un cúmulo de conocimiento que hace que pisemos por el camino de la vida que nos corresponde, fuertes y seguros.

Luego va pasando el tiempo y se nos van poniendo cada vez más viejos, más desgastados. Sus rostros y manos asoman arrugas, sus cabellos despoblados se tornan blancos cual copos de algodón y su andar se hace cada vez más lento, más cansados.

Llega el momento en que nos toca hacer por ellos, devolverles un poquito de lo tanto que hicieron por nosotros, mimarlos como un día lo hicieron con nosotros, pero con la tristeza de que en un corto espacio de tiempo ya no estarán a nuestro lado y solo nos quedará su ausencia.

Ese es el momento más difícil, el que solo nos queda recordar todo lo que un día vivimos y disfrutamos junto a ellos, todas las lecciones aprendidas y la dicha de haber podido contar con seres tan especiales como ellos.

Pero por sobre todas las cosas, nos queda la esperanza de que un día nosotros también podremos seguir ese dechado de amor y ternura, si con un poco de dicha, nuestros hijos nos permiten el privilegio de poder ser también abuelos.

Letras inspiradas en mis abuelos, en todo lo que viví junto a los que ya no están, en esos detalles a los que me aferro y aún logro vivir junto a los que me quedan, en agradecimiento a toda la felicidad y el amor que recibí de su parte, porque estoy segura de que sin ellos mi vida y la de muchos de ustedes, no habría sido igual.

Gracias por acompañarme hasta el final.
(Imagen de portada tomada de Pixabay.com)

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