"En verdad, muchas cosas dejaron de importarme. Y me alegro. Que me roben las maletas y yo pueda viajar con las manos libres" Alejandra Pizarnik
Actualmente vivimos en una sociedad altamente tecnologizada, que avanza a grandes pasos y que nos deja detrás si no somos capaces de seguirle el ritmo. Una sociedad envuelta en el entorno de las redes sociales que han sido sustituto de las inmediatas relaciones interpersonales buscando en el espacio virtual momentos y vivencias generalmente efímeras
Vivimos en la era de la magnificación, cuyo lema quizás sea, “más grande y de mayor alcance”. Asistimos a grandes conciertos en grandes plazas y teatros
Volamos en grandes aviones hacia destinos de hoteles grandes que aseguran grandes distracciones
Compramos alimentos en grandes tiendas donde por cantidad se nos ofrecen productos de nula o poca necesidad
Soñamos grande, alto, perdemos de vista la tierra y en nuestro sueño somos grandes empresarios poseedores de grandes fortunas
Se buscan grandes espacios, virtuales o relacionales, para la convivencia social esperando grandes soluciones a problemas diarios
Y aún así con grandes experiencias, pareciendo estar asistiendo al más grande de todos los siglos, encontramos gente haciéndose grandes preguntas. ¿Qué busco? ¿Cuál es mi objetivo aquí? ¿Dónde está la felicidad?
Y es que en medio de esta vida agitada hemos perdido de vistas las pequeñas cosas, las experiencias, momentos y vivencias significativos que marcan pautas y dan sentido a nuestros días. Al fin y al cabo en ellas están las grandes respuestas
Recuerdas cuando fue la última vez, pandemia aparte, que tuviste la oportunidad de sentarte en un parque, plaza o descampado, libro en mano y pudiste sentir el aire correr, despeinando pensamientos u ordenándolos tal vez y tuviste allí ese sosiego que tanto necesitabas, un momento de introspección para poder restructurar las habitaciones del alma, alimentarla, cargarla de oxígeno para seguir.
habitaciones del alma, alimentarla, cargarla de oxígeno para seguir.
Quizás fue allí donde corriste de niño y recuerdas cuando las preocupaciones no eran más que locura de adultos y los problemas temas que ni siquiera podías entender o quizás fue allí donde conociste el amor y sentías que se erizaba tu cuerpo cuando sus manos se aproximaban a ti
Me dirás estamos encerrados en esta situación de pandemia, cierto, pero dime que cuesta sentarse a la vera del camino, en una terraza, una hamaca y experimentar lo mismo. Dime que cuesta la tranquilidad de sentirse bien con uno mismo y disfrutar de un libro y buenos recuerdos. ¡Ves, las pequeñas cosas¡
Cuando fue la última vez que pudiste caminar por la playa y disfrutar de uno de esos atardeceres que te reinician la vida y te hacen sentirte la persona más especial del mundo, dime cuánto cuesta ver al sol ponerse y recordar en eso momentos, quizás en compañía y un buen vino, que estamos aquí para ser mejores, que nuestra meta es trabajar y luchar por esos sueños, que nuestro objetivo será siempre hacia adelante y hacia arriba. ¡Ves, las pequeñas cosas¡
O quizás puedas recordar cómo era cuando no teníamos tanta tecnología a nuestro alrededor y nos sentábamos después de una cena familiar a contar anécdotas pasadas, a escuchar a la abuela sobre esos tiempos mejores de añoranzas de pasados, escuchar de nuestros padres cuando fueron adolescentes y también padecieron sus padres por eso
Cuánto cuesta un beso no esperado, un abrazo que te estruja el pecho y te hace estallar, cuanto una sonrisa que te hace sentir que toda va bien, que todo está en su rumbo
Cuánto cuesta, para los que son padres, dedicarles tiempo a sus hijos, escuchar su colección de historias y andanzas de muchachos
Las pequeñas cosas no cuestan nada
Y si mañana, o tal vez hoy mismo, empezamos a darnos cuenta que aunque nos hemos sumido y acostumbrado a este mundo de grandes cosas, es en las pequeñas, en las imperceptibles, en la flor, en el atardecer, en las sonrisas y los momentos juntos, en la brisa que despeina pensamientos y desordena el alma; donde está la felicidad
En unos años seremos mayores, nuestros hijos tendrán los suyos, las tecnologías habrán avanzado mucho más, pero allí en la senectud de los días siempre recordaremos esas pequeñas cosas que hicieron historia y que al recordarlas te hacen brillar de la satisfacción asegurada de que en ellas cobra la vida verdadero sentido
Las pequeñas cosas: parafraseando alguna frase del "Principito" quedaría algo así, como:las pequeñas cosas son invisibles a los ojos. Es como lo describes, cuántos amaneceres, cuántos atardeceres o simplemente cuantas risas derrochamos en el día a día, casi ninguna, las grandes cosas apagan las pequeñas, dejamos que se nos apague un viento en el rostro, un perfecto brillo del sol, hasta un andar descalzo puede hacernos pensar y estar en nuestro cuerpo en el instante presente. Eso, sé construye mucho futuro y no se vive el presente. Llamemos a nuestra comunidad a ser más conscientes de el Ahora.