Un misterio que resolver
Tiberio García era un gran soñador acostumbrado a escribir sobre diferentes historias misteriosas que ocurrían en los alrededores de la ciudad, en la cual habitaba desde su infancia. Precisamente eso le ha llevado a investigar en el presente sobre una inexplicable leyenda que ha surgido con fuerza en una zona rural cercana. Lo primero que hizo fue acudir a la biblioteca para conocer aún más detalles sobre esta historia atribuida por los eruditos de la capital más a la ignorancia de la población local que a la propia realidad. La leyenda consistía en el descubrimiento de un pueblo deshabitado en las cercanías, donde parecía que sus habitantes habían desaparecido de la faz de la tierra, ya que todas sus posesiones materiales habían quedado en el mismo lugar, como si algo les hubiera hecho marcharse tan rápidamente sin preocuparse de nada más. Lo único que pudieron encontrar fue una pequeña cabaña en la que había unas patas de macho cabrio quemadas, cerca de un fogón. A partir de ese momento empezó a correr el rumor de que el mismísimo diablo se había apoderado de toda esa gente para llevársela al infierno. Pasaron las horas y nuestro querido amigo Tiberio seguía sin encontrar nada relevante para su investigación en los libros que hojeaba en la biblioteca hasta la extenuación. Pero como la vida trae sorpresas, se le presentó una en el momento justo.
María Gabriela González era una joven que acababa de llegar a la ciudad hacía unos días y su presencia se debía también a la investigación para una tesis sobre las desapariciones forzadas. Ella creía firmemente que este pueblo fue víctima de violaciones a los derechos humanos por parte de algunos grupos políticos extremistas de aquellos años, y de esa manera nuestros dos protagonistas se conocieron, aunque nunca pensaron que todas sus ideas se quedarían cortas ante la realidad que enfrentarían. Ambos decidieron ir al día siguiente al pueblo vecino para buscar pruebas en el lugar de los hechos, aunque los forasteros ya habían saqueado la mayoría de las pertenencias, destruyendo evidencias importantes.
A la mañana siguiente Tiberio y María Gabriela estaban preparando el vehículo con el que irían a la aldea, cuando de repente un hombre de pelo canoso, ojos negros como la noche y aspecto mezquino se presentó ante ellos haciéndoles una inquietante advertencia.
—No vayan a las ruinas del pueblo maldito, hoy se cumplen 10 años de lo ocurrido. Si lo hacen, traerán la desgracia a sus vidas—dijo para luego subirse al coche y marcharse sin más.
Tiberio y María se quedaron perplejos tras escuchar las palabras del hombre, pero en lugar de sentirse intimidados, estaban aún más deseosos de descubrir la verdad. Rápidamente se dirigieron a su destino, sin más preámbulo.
Cuando llegaron a las ruinas empezaron a sentir una cierta brisa fría en el ambiente, algo fuera de lugar para la época del año en la que se encontraban. Poco a poco fueron entrando en las casas de la comunidad, que evidenciaban el deterioro natural del tiempo, hasta que les tocó inspeccionar la cabaña donde habían encontrado las patas de macho cabrio quemadas. Al entrar en la choza vieron a un hombre sentado de espaldas cerca de un brasero, ambos se sorprendieron por el visitante y le preguntaron qué hacía en ese lugar. A lo que el forastero respondió sin mostrar su rostro que simplemente quería contarles la verdad de los hechos ocurridos aquella noche del 2012, su relato fue el siguiente:
Los campesinos del pueblo en cuestión comentaban que un terrateniente tenía un pacto con el diablo y que entre su rebaño andaba un macho cabrío que le proporcionaba todas las cabras que quería, llenando constantemente los corrales. Este macho cabrío andaba suelto por los llanos y gracias a las habladurías del pueblo muchos hombres querían atraparlo para conseguir su propio ganado. Fue así como un grupo de personas se puso de acuerdo para dar caza a esta criatura, logrando atraparla, pero ésta hábilmente logró evadirlos escondiéndose en la cabaña. Pero el capataz, que era un hombre con convicciones religiosas, ordenó atarla para prenderle fuego. Así se hizo y esa misma noche todos los habitantes del pueblo desaparecieron sin dejar rastro.
Tiberio con arrogancia interrumpe para decirle que no creía en cuentos de un anciano senil, fue en ese momento cuando este se vuelve hacia ellos mirándolos con los ojos brillantes de ira. Pudiendo identificar al hombre de aspecto mezquino que les dio la advertencia, pero entonces les mostró su verdadero aspecto de macho cabrío al erguirse sobre dos patas para luego soltar un fuerte y siniestro bufido. Ninguno de los dos protagonistas podía creer lo que veían, la tranquilidad de los investigadores se había transformado en verdadero terror, haciéndoles huir despavoridos hacia el vehículo, para no volver jamás a aquellas tierras malditas.
Historia ficticia creada por mí, se supone que en una localidad de Venezuela encontraron unas patas de cabras colgadas quemadas en un fogón y la gente del pueblo desapareció. Mito o realidad ni idea, solo sé que en lo primero que pensé fue "Pobre animalito" 🐐