Desde que leí, hace años, el mito de la caverna en "La República", nunca me ha quedado claro si su trascendencia a través de los siglos se debe a la actualidad que ha mantenido y llega a día de hoy en la alegoría de los hombres viendo sombras animadas en la pared de una cueva, creyendo que eso era el mundo real, o al encanto filosófico de los diálogos platónicos para los pocos que hoy pueden hablar de filosofía sin aburrirse. Lo cierto es que el mito platónico, como tal, es posiblemente uno de los primeros registrados, dentro de la tradición occidental, que deja un mensaje fantasmagórico, alusivo a realidad y apariencia.
Para Joseph Campbell, el famoso mitólogo norteamericano, los mitos no son historias falsas, como aseguran los racionalistas, sino conocimientos encapsulados que la humanidad ha querido que se preserven y no se pierdan en el maremagnum de lo temporal. Campbell "descubrió" (tampoco me queda claro cómo) que el "héroe" y el "viaje mítico" se repiten en todas las "culturas" y religiones como un mantra de luminosidad y sombras, cual recordatorio de verdades esenciales que alumbran o ensombrecen la realidad de la vida y las apariencias que envuelven la existencia de cada individuo.
Por otro lado Gustavo Bueno, el filósofo materialista español, en su libro "El Mito de la Cultura", aborda el uso del concepto "cultura" desde la connotación que le ha dado la anglosfera y el protestantismo en su desarrollo occidental al uso en cada sociedad, revestida de un basamento objetivo que lo abarca todo. Pero algo que abarca todo no significa nada, y en eso tenía razón. En la posmodernidad es cultura casi cualquier cosa y todo tiene, o se le ha impuesto, un envoltorio cultural como algo que etiqueta un objeto o fenómeno dentro de una idea que, sometida a examen, es reduccionista.
En la antigüedad, según la tradición greco latina, a lo que hoy se le llama "Cultura" era solo un referente subjetivo destinado a la crianza o educación del individuo con vistas a adquirir saberes que lo harían apto para su posterior desenvolvimento social: παιδεια (Paideia)
En la sociedad Romana, por ejemplo, la "Cultura Ánimi", según Cicerón, era una metáfora a la agricultura, donde el campo virgen era un equivalente del alma y el arado una especie de instrumento educativo que labraría esa mente o alma hasta lograr sus frutos. De ahí todo lo relativo a expresiones de contexto tales como "Fulano es un hombre culto" o "Mengano ha cultivado su intelecto"....
En la edad media y con la oscuridad que sobrevino, según registros históricos, la iglesia quedó como única garante de ese cultivo espiritual o intelectual, por decirlo de alguna manera. Pero se desarrolló, según la filosofía agustiniana, que fue platónica en esencia, el concepto de "Gracia Divina", y esto es importante porque la gracia es un don de Dios transmitido o insuflado al hombre por el Espíritu Santo. Las discusiones y debates medievales sobre la Gracia abarcan los fundamentos mismos del cristianismo, ya que la revolución de esa religión sobre el hombre antiguo toma un significado nuevo partiendo del axioma de inestabilidad existencial constitutiva del ser humano. Hay que entender que la Gracia o el reino de la Gracia, como idea, está en contraposición al de"naturaleza" Es decir, la gracia es lo sobrenatural que Dios da como un don que eleva al hombre por encima del reino natural o animal.
No es hasta la reforma de Lutero en que, a juzgar por lo que se empieza a gestar allí, el reino de la gracia empieza a declinar como idea de espíritu que eleva al hombre para transformarse, durante la ilustración, en espíritu también, pero no de Dios, sino del pueblo: "Volkgeist"
No en balde fue un Alemán, Johann Gottlieb Fichte, idealista por demás, el primero en utilizar el término. De ahí se infiere que ese "Espíritu del pueblo" sea el que organiza toda la vida política y económica de la nación y, partiendo de ahí, que las nacionalidades se hayan conformado sucesivamente atendiendo a un patrón que hoy por hoy se estudia en universidades con el nombre de "Ciencias Culturales"
Es gracioso porque pensándolo bien no hallo nada más abstracto que esa cosa llamada "Espíritu del Pueblo", del que se derivan, como antaño, los estamentos sociales, pero esta vez sujetos a una reducción a partir del concepto de "cultura" como ente que lo absorbe todo; y es que pretender englobar todas las costumbres, leyes, ciencia e idiosincrasia de un grupo de hombres que hablan una lengua común identificándose con denominación de origen, en cuanto al sentimiento nacional que ésta idea genera, es un absurdo elevado a categoría de paradoja existencial. Y esto se pone de manifiesto en los innumerables problemas que genera el concepto de "Cultura" como entidad objetivadora dentro del devenir de un estado nación.
No hubo en la antigüedad algo parecido a este concepto objetivante de una realidad social que envuelve al individuo por encima de sus capacidades propias. En lo subjetivo sí funcionó porque la idea de Paideia tenía una funcionalidad educativa personal, y lo mismo pasó en el contexto romano. Por eso el estado nación moderno, a excepción del imperio español, es un producto de la ilustración nacida en las configuraciones protestantes que se erigieron en contra de la concepción imperial católica, aristotélica-escolástica.
Aun así, las contradicciones que engendra el concepto de "cultura" como idea moderna de un supuesto "espíritu nacional" me retrotrae al mito platónico en cuanto a la duración del mismo como relato fundamental de un problema que persiste a través de los tiempos: la distinción entre una realidad más allá de las percepciones sensoriales y la temporalidad de las mismas, opuestas a la capacidad de la razón de construir hipótesis que expliquen la inteligibilidad de ciertos fenómenos más allá de ellas: la ciencia.
Si la cultura es un mito, o se ha hecho de ella un relato mitificado que falsea, en buena medida, la realidad primaria en la que todo lo que rodea al hombre es asimilado como cultura misma, ya fuese, por ejemplo, el dinero, un búcaro, un plátano, un código de barras, el porno y cuantas cosas rodean al ser humano en su ámbito social, la posmodernidad, como fenómeno devenido de la modernidad es, también, una evolución en cuanto a evento transversal que lo abarca todo, pero atomizador de la razón e incluso del estado moderno que ayudó a configurar, y lo que va quedando de él.
Al contrario de lo que muchos pueden advertir, todos los elementos de la vida posmoderna, cercana en lo científico y tecnológico a un estertor que raya en lo posthumano o transhumano y, en lo social, a la fragmentación sistemática que afecta axiomas básicos de la ciencia, traducidos en ideologías, como la infame "ideología de género", la cultura, en calidad de ente mitificador, sería algo así como el caballo de troya dejado por ese idealismo alemán, que provocó dos guerras mundiales y del cual salieron una pléyade de intelectuales que aún hoy ejercen un longevo influjo sobre la ingeniería social de desmontaje sistémico por grupos de minoría, teorías raciales absurdas, el neomarxismo como sub producto de una escuela filosófica materialista nacida en el fragor dialéctico del idealismo hegeliano y evolucionada en "teoría crítica de la sociedad", que ya anda por una cuarta generación de teóricos (escuela de Frankfurt) y la novedosa "cultura de la cancelación" Es que todo es cultura. Nadamos en una sustancia viscosa que nos envuelve llamada cultura, pero que al final no es nada, o es una negación del "ser"en sí
Lo irónico del asunto es que las élites que llevan a cabo ese desmontaje, a todo tren, para nada son idealistas, y precisan una despoblación sustancial de la densidad relativa de población planetaria en orden a hacer rentable su sistema financiero colapsado. Pero esa es una historia para otro artículo.