La última gota de agua | Un fragmento de mi LIBRO DE CUENTOS.

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2 years ago

Hace un tiempo escribí un libro de cuentos post apocalípticos que tengo publicado en Amazon. En ellos profundizo un poco sobre un problema de índole mundial: la cada vez más escaza acumulación de agua potable en el planeta.

Ya hay países que están en guerra interna por ese preciado líquido. ¿Cuánto faltará para que el planeta entero se pelee por ella más que por el oro, el petróleo u otros minerales?

Aquí comparto contigo el primer cuento para conocer tu opinión.

 

SEÑALES

 

«En vida, el físico y astrónomo Isaac Newton intentó decodificar la Biblia cristiana, porque suponía que allí se encontraban las leyes divinas del universo. A principios del siglo XVIII vaticinó, con ayuda de cálculos realizados a fragmentos tomados del Libro de Daniel, que el fin de la humanidad se llevaría a cabo en el año 2060. “Podría terminar después, pero no veo razón para que termine antes”, asentó en la carta donde explicaba su teoría…».

La mujer apagó la televisión y se sentó en la mecedora para culminar un zurcido, al tiempo que cantaba un bolero antiguo que se le vino a la memoria.

Su hijo de cinco años se hallaba a sus pies, ponía gran afán en pintar el mar de la misma manera que lo había visto en el noticiero esa mañana: en un tono oscuro opaco, casi negro, cubierto de espuma y desperdicios.

Recostado boca abajo en el suelo, el niño dibujaba siguiendo los sonidos de los alrededores: el ritmo de la canción que su madre tarareaba, el crujido de las maderas de la mecedora y el goteo del grifo. Todo lo unía al rasgado que el lápiz hacía sobre el papel, convirtiéndolo en un compás con el que conservaba la concentración. Hasta que algo cambió y rompió su rutina.

Despegó la cabeza de su trabajo para determinar qué se había modificado. Veía que su madre continuaba el remiendo del pantalón sentada en la mecedora. Ella no había variado el tema que canturreaba, ni los movimientos automáticos que hacía con el pie para zarandear la silla cada vez que la aguja atravesaba la tela. Giró el rostro hacia la cocina, asumiendo que el cambio provenía de ese lugar.

Se levantó del suelo y se acercó al fregadero poniéndose de puntillas para asomar su carita en el interior de la fuente. Sus grandes ojos castaños miraron con atención la boquilla del grifo. Podía notar cómo engordaba una gota en la punta del tubo, que luego caía para formar un charco del tamaño de una nuez en el fondo metálico. Aquella acumulación, al alcanzar el borde, rodaba por el desagüe escapando de su vista.

—Mamá, ¿a dónde va el agua que cae del grifo? —preguntó sin apartar la mirada de la nueva gota que se formaba, cada vez con mayor lentitud.

La mujer detuvo su canto y se mantuvo en silencio unos segundos antes de responderle.

—Se va por el conducto hasta las alcantarillas.

—¿Las alcantarillas?

—Sí, las que transportan el agua sucia.

El chico observó maravillado la gota. Su carita sorprendida podía reflejarse en ella, logrando detallar los mechones del cabello que le cubría parte de la frente y las cejas.

—Pero esta agua no está sucia. ¿Por qué va a la alcantarilla?

—Porque sí, hijo —sentenció la mujer. Su renovado tarareo indicó que no tenía nada más que agregar al tema.

El chico notó que el goteo se hacía con menos frecuencia. Tomó un taburete ubicado en un costado y lo puso frente al fregadero para subirse sobre él, luego posó su dedo en el borde del desagüe. Intentó evitar que el agua amontonada se fuera hacia la alcantarilla, pero esta, cuanto más se acumulaba, con mayor facilidad rodeaba el dedito en busca de su destino final.

No importaba lo que el niño hiciera, de una u otra forma el agua tomaba su rumbo a través del conducto. Recordó el mar que pintaba, aquel que había visto en la televisión, con peces muertos en su orilla y niños delgados saltando sobre sus aguas manoseando la basura en busca de algún tesoro. Especuló que ese sería el sitio al que llegarían esas gotitas. La idea le arrugó el ceño.

—Mamá, ¿quién limpia el mar?

La mujer no solo detuvo su cantinela, también el balanceo de la mecedora.

—El mar se limpia solo, hijo.

—¿Solo?

—Sí, la naturaleza es poderosa.

El chico apoyó las manos en el borde del fregadero y observó embelesado el indetenible ciclo de las gotas. Lo único que parecía evitar su recorrido era que a cada segundo la cantidad se hacía menor. Aquello lo asustó.

—Mamá, ¿el agua va a acabarse?

La mujer sonrió sin ganas, dejó a un lado su labor y se levantó para acercarse a su hijo.

—Claro que no, amor —aseguró mientras envolvía el cuerpo del chico entre sus brazos—. El planeta está cubierto de mucha agua —argumentó antes de alzarlo y llevarlo de nuevo al lugar donde pintaba—. Tenemos más agua que tierra, así que no hay nada de qué preocuparse.

Colocó con cuidado al niño en el suelo, tomó el crayón y lo ubicó dentro de su manita. Le alborotó los cabellos con ternura antes de dirigirse a su habitación.

El chico la miró alejarse con la confusión revoloteando en su cabeza, luego fijó sus brillantes pupilas en el grifo. La gota engordaba mientras pendía de la punta del caño. Esperó y esperó para ser testigo de la continuidad de su ciclo, pero esta no cayó. Su crecimiento se estancó como si el tiempo se hubiera detenido para ella, quedando allí, suspendida en el aire, hasta que el resto de los elementos influyeran acabando con su existencia.

Un profundo suspiro infló su pecho. El canto incesante de su madre, el crujir de las maderas de la mecedora y el repiqueteo de las gotas de agua ya no mantendrían su concentración.

Se echó sobre la hoja para reiniciar su trabajo, al tiempo que emitía melodías con su voz sin articular palabras. Su mundo había cambiado pero su vida continuaba, debía buscar otra manera de fijar su atención en lo que hacía.

Cuéntame, ¿qué te pareció el relato?

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2 years ago

Comments

Muy encantador y reflexivo texto, me gusto mucho. Yo también soy de Venezuela y por lo menos en la parte en que vivo escasea mucho el agua o mejor dicho, no hay nada de agua por la zona, solemos pasarla muy mal por culpa de ello, hay una pequeña bomba a unas cuadras de distancia y bueno, pues nos toca cargar de allí jeje.

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2 years ago

Es terrible la manera en que los humanos mal administramos los recursos y las terribles catástrofes que deja. Muchas gracias por leer y comentar.

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2 years ago