Sabían que no se habían desviado de la ruta que conocían. Daniel les dijo: - vamos a devolvernos porque allá adelante se ven avispas, pero en eso Víctor que venía rezagado pasó corriendo gritando que allá atrás venían muchísimas avispas, asustado tropezó y se cayó, Daniel lo levantó y pasó a tomar la delantera del grupo, pero ya estaban metidos en una inmensa nube que parecía no tener fin. Apresuraron el paso para salir de allí cuando de repente estaban dentro de un interminable enjambre de avispas salvajes que empezaron a picarlos, eran cientos, queriendo correr perdían el equilibrio y se caían, era imposible salir pues casi sin poder abrir los ojos podían ver metros adelante nubes negras de insectos que sin piedad herían sus cuerpos. Daniel no supo cómo fue, parecía un enorme avispón que le picó en el pecho, dolor fuerte.
A esa altura de la montaña no podían comunicarse, insistieron y uno de ellos logró pedir auxilio a su madre quien desesperada no sabía cómo ubicarlos para enviarles ayuda. Enviarían drones para ubicarlos, pero tal vez sería tarde. Como pudieron, lograron abrir sus ojos y se miraron despidiéndose, sabían que no saldrían vivos. Por unos segundos Daniel recordó sus clases de rescatista, trató de inhalar muy profundo para no perder sus fuerzas y no resignarse a morir. Sin hablar, como pudo logró que sus amigos y él estuviesen juntos, al fin y al cabo el camino hacia adelante estaba lleno de esa plaga y de nada servía correr.
Repentinamente atravesando esas inmensas nubes negras de insectos ¡apareció la simpática pareja cuyo saludo recordaban al iniciar el ascenso! se acercaron a ellos y les dijeron: - ¡vamos ya deben salir de aquí!
Inexplicablemente a la pareja no los picaban y atravesando esa oscuridad los abrazaron y sacaron a todos de ese lugar. No podían creerlo, se miraban entre ellos con una mezcla de confusión y sorpresa.
Una sola explicación vino a sus mentes: ¡eran ángeles! Daniel regresó a su casa fuertemente inflamado e intoxicado con picadas fuertes en todo su cuerpo, con fuerte trauma pero convencido que cuando la intención es sana ¡siempre se atraerá la manifestación de Dios en momentos de peligro!
FIN